lunes, octubre 23, 2006

Ecos de un congreso

Hernán González G.

Entre las muchas tradiciones desastrosas que debilitan a este país sobresale, de medio siglo para acá, la torpeza de haber depositado la educación extraescolar del pueblo en las garras de la televisión comercial, con unas consecuencias no por planeadas menos nocivas: desneuronización sistemática de la población, creciente falta de autoestima, desánimo, ausencia de pensamiento crítico en su vida cotidiana, y la consiguiente repetición de lugares comunes en sus percepciones y análisis de la realidad.

La celebración de congresos nacionales o internacionales es positiva en la medida en que una honesta reflexión en voz alta y una revisión adulta de verdades y conceptos al uso entre ponentes y congresistas, a partir de trabajos, experiencias e investigaciones serias, puede abrir nuevos escenarios para acciones menos inciertas y esfuerzos más fructíferos de los participantes.

Pero cuando los buenos propósitos y los temas anunciados más se quedan en charlas bien intencionadas o en niveles de tratamiento que no justifican lo prometedor o sugerente de los títulos o, peor aún, cuando incurren en la repetición de frases hechas y en apreciaciones obsoletas de una realidad que las ha rebasado, los beneficios de esos encuentros se ven drásticamente reducidos.

Bien organizado en general, con los inevitables cambios de última hora por cancelación de algunos ponentes, con una concurrencia de cerca de 600 participantes, la inmensa mayoría mujeres como ocurre en casi todos los cursos y congresos referidos a temas tan raros como la muerte, el segundo Congreso Internacional de Tanatología, organizado por el Instituto Mexicano de Tanatología AC., tuvo sin embargo algunas fallas, corregibles todas en la medida que el entusiasmo manifestado por los organizadores sea proporcional a un rigor académico e intelectual.

Desde luego, no faltó, aunque reducido, el desfile de egos convertidos en conferencistas de tanatología o el de capacitadores, profesionistas y maestros instalados en tanatólogos o el de éstos improvisados como teólogos. El tema de la muerte y el morir son campo fértil para fundamentalismos de toda índole e inclusive para repetir la aventurada frase de que "México es mayoritariamente católico", cuando en los hechos exhibe apenas una papolatría acrítica.

Amabilizador, sin cuestionar estereotipos o abusando de estos, con escasas referencias a y contadas investigaciones sobre realidades nacionales, con demasiada teoría y pocos testimonios de trabajo de campo en materia estrictamente tanatológica, con bastantes suposiciones en torno al moribundo, con alusiones frecuentes a la Biblia y al Evangelio e incontables invocaciones a "los valores", antes que para cuestionarlos, para reforzar un narcisismo bondadoso y una visión tranquilizadora, a este congreso le faltó hacer suya la oronda frase de un ponente: "Mejor que la historia nos juzgue de temerarios por buscar la verdad, que de prudentemente mediocres por repetir viejos sofismas".

El perjuicio y la trascendencia que ha tenido la televisión en nuestro país es algo que debemos tener muy presente. No es sólo la frivolidad a la que la mayoría de la población ha estado sujeta a través de la televisión comercial sino que de la mentira se ha hecho un sistema, lo cual ha estructurado nuestro pensamiento de tal forma que se ha anulado lo más importante que el ser humano requiere para transitar por la vía del progreso, la necesidad de buscar de la verdad.

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