Gustavo Esteva
Nos quieren obligar a gobernar. No caeremos en esa provocación." Este sutil grafito en una pared de Oaxaca revela la naturaleza del movimiento actual. No busca ocupar la estructura de dominación actual, sino reorganizar desde sus entrañas la sociedad entera y sentar nuevas bases para la convivencia.
Ante el desgobierno que prevalece, reconocido hasta por los senadores en su pomposo ridículo de la semana pasada, la gente enfrenta hábilmente las dificultades de la coyuntura y se prepara a cambios de fondo. No volverán a la "normalidad".
El 12 de octubre, al inaugurarse un diálogo que desata un novedoso proceso de reflexión colectiva para la generación de consensos, un empresario señaló lúcidamente, dirigiéndose a los de su clase: "Se nos ha pedido que apoyemos la entrada de la fuerza pública, con el pretexto de restablecer el estado de derecho, sabiendo que ese estado de derecho ha sido violentado y quebrantado en muchas más ocasiones y de manera mucho más grave por el mismo gobierno. ¡Pareciera que en Oaxaca se permiten todos los excesos, excepto el de levantar la voz ante el olvido y la injusticia!" Pro-Oax reforzó en seguida el argumento al señalar que "en Oaxaca nunca ha existido el estado de derecho": lo destruyen las autoridades que deben protegerlo y respetarlo.
Resulta así profundamente ofensivo que los senadores, el gobierno federal y los medios apelen al estado de derecho ante el conflicto. Ignoran la realidad lo mismo que las leyes -como demostró el senador panista que debió disculparse por haber basado su intervención legalista en una errata de la copia de la Constitución oaxaqueña que había consultado. Otras erratas mentales llevaron hace unos años a ese mismo senador a oponerse a la reforma indígena.
No se cumplió la esperanza de aquel empresario que en esa misma intervención planteó la posibilidad de que el PRI abandonara "su interesante proceso de autodestrucción, defendiendo a uno de sus peores cuadros políticos". Ocurrió lo contrario: el PRI contaminó con su actitud insensata al PAN.
A pesar de los agravios reiterados, no obstante el continuo desgobierno, un pueblo ofendido y humillado recurrió a las instituciones. Son éstas las que cierran sus puertas, las que se autodestruyen, incumpliendo sus obligaciones morales y políticas. ¿Cómo quieren que reaccione la gente ante esa cerrazón?
Sabemos lo que se prepara. Circulan por Oaxaca policías y soldados vestidos de civil. Llegaron las tanquetas. Están ahí para "rescatar" Oaxaca, es decir, para arrebatársela a su pueblo, cuando reciban la orden. Los funcionarios reiteran cotidianamente que esa opción sigue abierta.
Esta soberbia irresponsabilidad de las clases políticas ha hecho mella en muchos jóvenes, nutriendo su pasión política con rencores heroicos. Están preparando la defensa, listos a reaccionar ante la represión con todas las fuerzas a su alcance. Llevan semanas en este desgaste y empiezan a mostrar impaciencia. "¡Pinche gobierno!", escribió uno de ellos en una manta. "Ya ni su guerra nos cumple." Se anuncia así el catastrófico baño de sangre que marcaría ese camino. No puede haber "ocupación pacífica" de Oaxaca, como anunció irresponsablemente el Presidente.
Para Gandhi la no violencia era la virtud suprema y la cobardía el peor de los vicios. Agregaba que la no violencia es para los fuertes; los débiles no tienen más opción que la violencia, si no quieren caer en la cobardía. Lo que es difícil explicar a esos jóvenes en la Oaxaca de hoy es que ellos son los fuertes -que la debilidad está en esas clases políticas que se autodestruyen. Usar la represión no hará sino acelerar su disolución. No necesitamos caer en su provocación, recurriendo como ellas a la violencia que seguirá desatando el aparato estatal. El dirigente local del PRI anunció el miércoles pasado la formación de grupos de choque de su partido.
Mientras tanto, el diálogo entre oaxaqueños y oaxaqueñas continúa. No es fácil, dada la complejidad de los desafíos y la infinita diversidad de sus culturas. Por ello, en un documento que circula entre los participantes se recordó pertinentemente a Bertolt Brecht: "Ante todo", escribió en El que dice no, "importa aprender a estar de acuerdo. Muchos hay que dicen que sí, pero en el fondo no están de acuerdo. A otros no se les pide su opinión, y muchos están de acuerdo en lo que no hace falta que lo estén. Esa es la razón de que importe, ante todo, aprender a estar de acuerdo."
Es una lección que también deberían aprender en Gobernación, que aún quiere cocinar un "pacto para la gobernabilidad" a espaldas de la sociedad oaxaqueña.
Lástima que en Gobernación estén incapacitados para aprender, sobre todo si se trata de prácticas democráticas, su estructura está corrupta desde adentro y sus integrantes no tienen la facultad de actuar de manera distinta. Sería como pedirle a alguien sin piernas que corra el maratón.
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