Carlos Beas
En Oaxaca se viven momentos aciagos y terribles; la brutal represión que ha desatado el gobierno federal a través de los militares de la Policía Federal Preventiva ha permitido que los escuadrones de la muerte, los sicarios y pistoleros de Ulises Ruiz operen de manera abierta disparando, secuestrando, torturando y desapareciendo a un número aún no determinado de ciudadanos oaxaqueños.
Ya antes del 25 de noviembre pasado, la policía de Vicente Fox había detenido, secuestrado y torturado a decenas de opositores al gobierno de Ulises Ruiz; los relatos de los sobrevivientes de los vuelos de la muerte; de aquellos detenidos que fueron subidos a helicópteros y amenazados con ser lanzados al vacío, nos muestran sólo una de las formas extremas de violación sistemática a los derechos humanos de las cuales Fox y su policía son responsables.
Fue tan brutal la embestida represiva del 25 de noviembre y tan avasalladoras las imágenes de los enfrentamientos ocurridos esa tarde en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, que aún se desconoce la gravedad de los brutales ataques cometidos por sicarios fuertemente armados en contra de manifestantes pacíficos que caminaban en esos momentos hacia el norte de la ciudad.
Todavía no se logra precisar la cantidad de muertos y heridos de bala, el número de caídos en esa tarde a causa de los ataques de policías vestidos de civil y pistoleros de Ulises Ruiz en las zonas del Llano, la Colonia Reforma y la Facultad de Medicina. Los organismos de derechos humanos no han logrado precisar el número exacto de desaparecidos y muertos y aún se desconoce el paradero de más de 40 personas.
Los múltiples testimonios de vejaciones, maltratos y torturas en los que se manifestaba una extrema coordinación entre los elementos de la PFP y las bandas de pistoleros del cacique de Oaxaca, sólo confirmaban lo que era evidente: Fox y Ulises Ruiz son parte del mismo proyecto y han operado de común acuerdo.
Los ataques del 20 y el 25 de noviembre, los más de 20 muertos, las detenciones y secuestros, y el envío de decenas de oaxaqueños a cárceles lejanas, es decir, la guerra sucia, están cerrando las vías de movilización ciudadana pacífica en Oaxaca y han abierto la puerta para que grupos pequeños y decididos combatan de manera violenta a las fuerzas represivas.
El escenario de la violencia sólo le ha servido a Ulises Ruiz. Los ataques a las barricadas del pasado 27 de octubre sólo aceleraron la llegada de la policía militar y los enfrentamientos ocurridos el 25 de noviembre únicamente justificaron una brutal embestida que aún no termina. Ante la evidencia de estos hechos, el movimiento ciudadano agrupado en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) debe mantener la movilización masiva y pacífica como vía de acción.
A pesar de la guerra sucia y del miedo y terror que ha provocado la violencia gubernamental, el movimiento ciudadano ha demostrado una gran capacidad y creatividad, y debe, sobre todo, mantener las acciones masivas para lograr la liberación de los presos y la presentación de los desaparecidos, lo cual es prioritario, y avanzar en una reforma democrática integral que incluya la destitución de Ulises Ruiz.
El desprecio a la ley y al respeto a los derechos humanos por parte del régimen foxista, lo asemejan a su ancestro porfiriano. El traslado de más de 160 oaxaqueños a centros penitenciarios tan lejanos como los ubicados en Nayarit o en Tamaulipas, nos recuerdan las acordadas dispuestas por Porfirio Díaz.
Terminó su gobierno, señor Fox, y deja usted una estela de sufrimiento y violencia en Oaxaca. Concluyó su administración, y la violación a los derechos humanos no fue la excepción sino la regla: fue una forma de ejercer el poder.
Lo ocurrido en Oaxaca lo seguirá el resto de sus días; los agravios que ha recibido nuestro pueblo de parte de su gobierno no serán olvidados, don Porfirio Fox; espero que muy pronto sea usted enjuiciado por los delitos de lesa humanidad cometidos en contra de mineros, de hombres y mujeres dignos de Atenco, de indígenas de Oxcum, de Viejo Velasco, y por la barbarie sufrida por las gentes sencillas, que en Oaxaca, señor Fox, la historia no perdona y tampoco el pueblo.
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