Mi nombre es Julio Alejandro Peyro. Soy de Durango, Dgo. y durante ya un año he estado colaborando, de las formas que me son posibles, con el movimiento que lidera Andrés Manuel López Obrador, desde el 20 de Noviembre pasado como presidente legítimo de México.
Algo que he observado en la mayoría de los medios alternativos, sobre todo en los blogs, es que mucha de la información y sobre todo los contenidos son reciclados o compartidos por muchos websites, esto me parece correcto cuando se trata de colaboraciones de gente con gran liderazgo moral como Elena Poniatowska o Lorenzo Meyer, o líderes del FAP como Pablo Gómez, pero creo que es mucho mejor como medio de vinculación con la gente en la internet y de cohesión y organización, fomentar que los lectores no sólo consulten los blogs, sino que colaboren, que participen activamente. Soy consciente de la imposibilidad de que todos los comentarios sean publicados, pero también pienso en la diversidad de ideas y la creatividad es una de las mejores fórmulas para combatir el cerco informativo.
Por lo pronto, me pongo a sus órdenes y les envío un escrito de mi autoría, si no lo consideran para postearlo, al menos espero que su lectura sea de utilidad.
Un abrazo.
¡Sólo los cobardes se quedan con el fraude!
Julio Alejandro Peyro
El poder y lo normal.
Algunas de las voces que más se escuchan, tanto en los círculos sociales “ilustrados” como en la, a veces, exasperantemente despolitizada juventud universitaria en nuestro país, han manifestado a lo largo de estos últimos dieciocho meses vituperios y burlas continuas contra el líder de la izquierda y presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador.
Una de las más recurrentes, y que se ha incluido de plano en el repertorio de “ironías incruentas” en el lenguaje popular, es aquello del “compló”; que se refiere (en este momento) a los planes de “las fuerzas oscuras” de bloquear a AMLO y su movimiento civil. Ya en tonos más serios (o al menos en discursos con tal propósito), los cientos de repentinos expertos y analistas políticos hacen la -según esto- punzante pregunta: “¿Y quién está detrás de este compló? ¿Cuáles son según AMLO los que están detrás de Calderón, de Fox, del PAN?” Y afirman: “El peje es un paranoico” o “usa eso del compló para engañar a los ingenuos.”
Y con este argumento, se pronuncian todo tipo de adjetivos hacia AMLO, todos refiriéndose a sus ínfulas mesiánicas, y descalificando a sus seguidores como enajenados o masas ignorantes (piojosos, nacos y parásitos, según las descripciones más radicales). Pero cabe aquí una pregunta que ningún iluminado derechista me ha podido contestar hasta ahora: ¿De dónde viene el poder de López Obrador? ¿Por qué a pesar del supuesto fracaso electoral, de su rechazo al poder establecido y a las instituciones “que nos hemos dado”, del reiterado llamado de los medios de comunicación a no seguir a “líderes radicales y violentos”, miles de personas responden a su convocatoria, se organizan y realizan tan apasionado activismo? ¿Es toda esa gente de verdad tan ingenua, enajenada o estúpida?
Los medios de control (que difunden en general los consorcios informativos y de entretenimiento –la tele, la radio y los periódicos- y los grupos de poder afines como la Iglesia Católica) construyen la percepción de que el anhelo más profundo de los “ciudadanos” es la tranquilidad de la rutina, la vida de siempre:
- Entretenimiento vacío en contenidos pero rico en parafernalia.
- Una vida de trabajo, “productiva”. Lo que ignoran (o prefieren ignorar) muchos orgullosos trabajadores productivos es que sólo reciben una pequeña parte ( muchas veces insultante) de lo que producen, lo suficiente para que puedan seguir trabajando y siendo despojados del logro de sus esfuerzos. “Ponte a jalar”, es en el norte del país una frase muy popular, que se le dice a quien se queja de su condiciones de vida en algún aspecto, invitándolo a que no se queje y trabaje.
- Libertad total para expresar lo que se quiera en tanto no comprometa al poder y a quienes lo detentan; y si esto ocurre, someter al “inadaptado”, “radical” o “violento” no a procesos judiciales y cárceles, sino a la exclusión, el aislamiento o el ridículo.
- Libertad también para adquirir los productos y servicios que se desee; limitada, claro, sólo por la libertad que también tienen los poderosos de imponer los precios que les dé la gana, y también por el poder adquisitivo de cada individuo; y como éste es insultantemente desigual, las diferencias se vuelven obscenas: unos pocos lo tienen todo y la gran mayoría sólo aspira a la supervivencia o al riesgo mortal de emigrar, de convertirse en vagabundos buscando una vida mejor en una tierra extraña pero también excluyente y hostil.
- Y más entretenimiento vacío: Los servicios noticiosos convierten (¿o pervierten?) los fenómenos sociales en espectáculos que condicionan las emociones de las personas. La gente se indigna, se conmueve, se asombra y se ríe de las venturas y desventuras de los “ejemplos de vida” que los audaces reporteros aderezan con música de fondo y ediciones de imágenes impactantes, y los llamados periodistas los presentan ufanos como “el México real”.
- De tal manipulación, surgen “las buenas causas”. Fundaciones creadas o afines a los consorcios de medios “solucionan” los problemas de los sectores sociales vulnerables, y suplican por la conmiseración y la caridad (mediante generosas donaciones económicas) de las buenas conciencias.
- Y mucha gente, de buena fe, pensando que contribuye, que pone su “granito de arena”, perpetúa la desigualdad, la dependencia y la exclusión: “nosotros, los ayudamos a ellos”.
- Así, se nos vende la idea (terriblemente torcida y negativa) de unidad. La unidad de “juntos pero no revueltos”. La tolerancia falsa del “cada quien en su lugar”. La ignominia del célebre “todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”.
Y el control se ha establecido. Citando una película de culto: “La gente vive presa aquí. Pero es una prisión en extremo sutil. Es una prisión que no se puede ver, oler o tocar. Una prisión para las mentes. Para las conciencias. Una prisión a la que muchos se aferran con toda su fuerza, e incluso morirían, matarían por defenderla”.
Es este control, su origen y sus efectos, el que ha desafiado Andrés Manuel López Obrador. Más allá de su surgimiento como actor político en la izquierda electoral, ha comprendido su deber histórico. Miles, tal vez millones de personas se organizan no para encumbrar un líder, sino por concretar una oportunidad. No se trata de ingenuos, enajenados, parásitos sin trabajo, nacos o piojosos. Se trata simplemente de gente que ha dicho no más. “Ya no queremos vivir así”. Queremos igualdad de verdad, queremos derechos civiles para todos sin excepción de ningún tipo, queremos solidaridad y respeto, no caridad; queremos un México en paz, pero...¡una paz sin dignidad ni justicia es opresión!
Algunos tomamos la pastilla roja... otros la azul. Con la roja no hay regreso, con la azul vives con el dulce encanto de la apatía.
Gracias Alejandro por la colaboración.
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