Ana María Aragonés
De acuerdo con los datos que ofrece el Consejo Nacional de Población (Conapo), la migración seguirá siendo un fenómeno presente en el país en los siguientes 25 años, por lo menos, y suponiendo que se diera un crecimiento de 6 por ciento anual que permitiría generar unas 600 mil plazas anuales. Aun en ese supuesto, el crecimiento sería insuficiente debido a que cada año se incorporan al mercado laboral un millón 200 mil buscadores de empleo, y si sumamos los que se han ido rezagando, sería claro que para revertir la tendencia habría que crecer a 12 por ciento, impensable incluso para países como China.
Si bien son consideraciones que hay que tomar en cuenta, sobre todo porque vienen de un organismo tan serio como Conapo, yo las cuestionaría, pues no hay que olvidar que, según estimaciones del Pew Hispanic Center, 50 por ciento de los migrantes que se dirigen a Estados Unidos tenían un empleo. Esta es una muy importante observación que cambia la perspectiva futura de los flujos migratorios. Es decir, no sólo se requiere un importante esfuerzo en lo que a generación de empleos se refiere, sino fundamentalmente debe incrementarse la calidad de los que ya se han generado porque la mayoría de los mexicanos perciben salarios de miseria.
Alianza Global Jus Semper define un salario digno como aquel que "utilizando la misma lógica del convenio 100 de la OIT otorga igual paga por trabajo de igual valor entre el norte y el sur en términos del poder de compra (PPC)". Un salario digno se destaca en lo que se refiere a alimentos, ropa, salud, educación, transporte, ahorros, esparcimiento, lo que es finalmente considerado por diversos organismos internacionales un derecho humano.
En México un trabajador gana sólo 15 por ciento de lo que percibe su similar en el país vecino por el mismo trabajo, por tanto, para que disfrutara de un poder de compra equiparable debería ganar 16.32 dólares en lugar de los 2.50 dólares por hora. La diferencia es la brecha salarial que los patrones perversamente se guardan para incrementar las utilidades. En 2004 México era el país que presentaba el peor salario real en paridad de compra con una brecha salarial de 85 por ciento, pues inclusive Brasil muestra una brecha menos dramática: 65 por ciento.
Sin embargo, esta situación es reversible, pues en los últimos 29 años naciones como España y Corea del Sur eliminaron o redujeron en forma extraordinaria la brecha salarial homologada en PPC; en contraste, México transitó en sentido contrario. Es decir, en 29 años Corea del Sur, con un desarrollo muchísimo menor que el nuestro, y cuya brecha salarial era el doble que la mexicana, la redujo a un nivel cercano a la de Japón hoy sólo es de 27 por ciento , en tanto México en ese mismo número de años la aumentó de 70 por ciento a 85 por ciento con respecto a Estados Unidos, incrementándose la exclusión de gran parte de su población por un mercado laboral con salarios de miseria y, por lo mismo, ausencia de generación de demanda agregada.
En general todos los países asiáticos arrojan salarios nominales mayores y brechas salariales menores que en México. El caso de España es interesante al pasar de expulsor a receptor de migrantes.
Revertir la tendencia migratoria pasa por la posibilidad de que la población mexicana acceda a un salario digno: no sólo hay que generar empleos, sino elevar su calidad. Pero la política de gobierno no pasa por ahí, aun cuando Felipe Calderón insistió en llamarse "el candidato del empleo", cantaleta repetida durante toda la campaña. Hoy Calderón es presidente de México por obra y gracia de su antecesor, quien utilizó recursos ilegales para apoyar esa campaña, y de los empresarios que hicieron lo ilegalmente conducente, así como por una campaña que dirigió un personaje ligado a la derecha española y es lamentable que esos espots continúen transmitiéndose sin piedad como una forma de adoctrinamiento social, pensando en que la repetición hará que por arte de magia las cosas se produzcan y salgamos de nuestra penosa condición de país subdesarrollado sin dar pasos concretos para cerrar la brecha salarial que ya se perfila irá en aumento, pues el incremento a los salarios mínimos parece que se situará en un miserable 3 o 4 por ciento.
Al hartazgo que producen los espots, que en nada ayudan a Calderón, agréguese el costo que deberemos pagar los contribuyentes a los dos grandes consorcios televisivos, únicos beneficiarios de esos anuncios.
De seguir así, ni siquiera lograremos conseguir pastorcitos para nuestros nacimientos, ya que hasta ellos tendrán que emigrar.
Esperamos que quienes aun ven televisión tengan un límite de paciencia y ya no prendan esa porquería que sólo los martiriza con spots de que, por si no se habían enterado, ya tenemos presidente, espurio sí, pero con presupuesto para hacerse sus anuncios, además de que los convierten en borregos consumistas sin posibilidad alguna de desarrollarse como seres humanos.
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