Carlos Fernández-Vega
Unos 200 millones de desempleados en el orbe
Jóvenes, los más afectados
Casi 200 millones de desempleados deambulan por el planeta en pos de una ocupación remunerada. En la última década, de economía "moderna" y globalizada, unos 40 millones de personas se han incorporado al ejército de reserva, sin perspectivas de cambios en el panorama.
En Davos, donde anualmente se congregan, los genios de esa economía "moderna" debieron escuchar, obviamente con fastidio, la queja de un grupo de dirigentes sindicales, quienes no sólo reclamaron por la creciente desocupación y subocupación que genera el sacrosanto modelo impuesto cinco lustros atrás y venerado en dicha población suiza, sino por la ausencia de "empleos decentes" que impulsen el crecimiento y generen condiciones de bienestar a la población.
América Latina es una de las regiones del mundo donde más ocupación "indecente" se genera, y en términos de la Organización Internacional del Trabajo el problema más serio es el de la baja calidad del empleo, ya que 80 de cada 100 nuevos trabajos se han creado en la economía informal, dibujando un panorama laboral con un mercado en que casi uno de cada dos ocupados sobrevive en ese sector. Lo realmente preocupante de este panorama de alto peso de la ocupación informal es que gran parte de la gente se ocupa en actividades de muy baja productividad e ingresos que no permiten satisfacer necesidades básicas y en donde sus posibilidades de acceder a la formalidad y legalidad son mínimas. A ello se agregan los problemas de la ilegalidad que caracteriza a un sector significativo de las actividades informales (principalmente comerciales), a niveles que en muchos casos colindan con los ilícitos del contrabando, la piratería y la venta de productos robados.
Este desempeño insuficiente, fallido del modelo económico ha tenido efectos adversos en el mercado de trabajo, donde no se han creado los puestos suficientes (en cantidad y calidad) para atender las necesidades del crecimiento de la fuerza laboral. Por ello, en los últimos 10 años las tasas de desempleo abierto en Latinoamérica se han mantenido en el orden de 10 por ciento como promedio regional.
Nada grato el panorama, y la propia OIT señala que el mundo enfrenta un déficit de trabajo decente, que se manifiesta en la forma de desempleo y subempleo, trabajos de escasa calidad e improductivos, trabajo peligroso e ingresos inseguros, negación de derechos y desigualdad de género. Muchos trabajadores migrantes son particularmente vulnerables a ser explotados, a la falta de representación y voz, protección inadecuada contra la pérdida de ingresos a causa de enfermedades, discapacidad y vejez.
Algunos indicadores del déficit de trabajo decente: la mitad de los trabajadores del mundo no tienen la posibilidad de levantarse a sí mismos y a sus familias por encima del umbral de la pobreza de dos dólares al día por persona; en gran parte del mundo hay una importante brecha de género tanto en la calidad como en la cantidad del empleo. Las mujeres tienen mayores probabilidades que los hombres de trabajar en la economía informal, con poca o ninguna protección social y alto nivel de inseguridad; en el mundo hay más de 88 millones de jóvenes (entre 15 y 24 años) sin trabajo. Constituyen cerca de la mitad de los desempleados, aunque representan sólo 25 por ciento de la población en edad de trabajar; la migración laboral aumenta. Hay más de 86 millones de trabajadores migrantes en el mundo, de los cuales 34 millones están en las regiones en desarrollo; el crecimiento de la economía mundial está fallando cada vez más en la creación de nuevos y mejores trabajos que llevarían a la reducción de la pobreza.
Y todavía hay quien se sorprende porque la población rechaza los resultados de la democracia empresarial.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría, los pasaportes, el servicio exterior y la terapia: "hoy traté de sacar un pasaporte en Austin, Texas, en preparación de un viaje a Italia. En primer lugar, el pasaporte lo venden en 120 dólares y dura cinco años. Sólo para comparar, el pasaporte estadunidense cuesta 60 dólares y también dura cinco años (el trámite se hace por correo y te devuelven todos los papeles que envías como prueba de tu ciudadanía; así lo hizo mi esposa antes de viajar a Brasil). Arribé esta mañana temprano (7:45 horas) al consulado de México en Austin, Texas. Abrieron a las ocho, sólo para anunciar que 'por su propio bien les voy a decir lo siguiente: hoy no atendemos a nadie si no es por cita; si quieren hacer una cita, les voy a dar un teléfono'... Hmmm, ¿será por nuestro propio mal? Naturalmente ayer no daban ese número para hacer la famosa cita. Hoy ya lo dan en la grabación inepta que tienen. Llamo al numerito ese y contesta una atarantada agresiva: '¿en qué puedo servirlo?' (cómo en qué; marqué el número dos que dice 'si quiere renovar su pasaporte'... naturalmente debe saberlo). Finalmente le dije: 'tengo todos los papeles para renovar el pasaporte, de acuerdo con sus instrucciones grabadas'...Y me contesta, en tono elevado: 'le estoy preguntando que cuándo venció su pasaporte'. Le dije: tengo todos los papeles de acuerdo a sus instrucciones.... ¿Y qué pasó? Hay otras instrucciones... Resulta ser que si el pasaporte tiene más de un año de vencido tienes que volver a empezar, como si no hubieras sacado nunca un pasaporte. Total: tres horas perdidas, 95 kilómetros recorridos y todo totalmente inútil. Eso es el Servicio Exterior Mexicano: extremadamente caro, inepto y tratan con sus extremidades a todos los mexicanos, la gran mayoría humildes y con muy poca es-colaridad" (Dr. Ricardo Garres Valdez, drgarres@yahoo.com).
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