José Agustín Ortiz Pinchetti
Este año cumplo 20 de publicar cada domingo en La Jornada (el único de los periódicos importantes que le ha abierto brecha al cerco mediático tendido en contra de millones que intentamos cambiar al país). Un artículo cada semana, más de 500, de dos a tres cuartillas, así que si las sumáramos, llegarían a ser más de 2 mil. Al repasar mi producción, veo que es un espejo sincero, aunque no siempre lúcido, de un proceso de transición política de los más contradictorios y lentos, el cual, con una pesadez elefantiásica, contradiciéndose a sí mismo, retrocediendo para recomenzar, abarca poco más de los 20 años en que he trabajado mis artículos dominicales.
Estoy seguro que al iniciar 2007 dejamos atrás un territorio de la vida pública y entramos en otro. Queda atrás el enésimo fraude electoral en nuestra historia de fraudes electorales que se remonta al primero en 1826. Es difícil saber qué es más fuerte, si el vicio de trampear y de imponer la voluntad de unos en contra de los demás o la tozuda voluntad de los que resisten y quieren lograr la modernidad política.
La política mexicana puede confundirse con el concepto vulgar del maquiavelismo, es decir, se caracteriza por la simulación, el engaño y la felonía alejados por completo de los cánones éticos. Lo que pretendemos quienes trabajamos con Andrés Manuel López Obrador es revertir esta forma de ver, vivir y practicar la política
Tenemos la firme voluntad y la esperanza de que no será con engaños, traiciones e incumplimiento de promesas como podremos construir un sistema político que abra las puertas del desarrollo, es decir, del crecimiento económico y del justo reparto de la riqueza, lo que es la única justificación de la democracia, la que según Churchill es el peor régimen, a excepción de los demás.
Así es que a partir de ahora me propongo dejar atrás las sombras del sexenio anterior para hablar de una nueva tarea que no deja de tener destellos épicos: construir una fuerza popular lo suficientemente numerosa y coordinada para buscar el poder y cambiar las cosas para el bien de todos.
Es mi propósito renovar mis contenidos y mi estilo. Quiero decirles que no pierdo de vista la necesidad de conectarme con mis lectores, que en gran mayoría son favorables a nuestra causa, no para entusiasmarlos con un optimismo trágicamente irreal, sino para decir sistemáticamente la verdad y dar testimonio veraz de lo que nos vaya sucediendo a aquellos que emprendemos esta difícil y atractiva tarea.
Con este buen propósito inicio el año y saludo cordialmente a mis lectores, a los que están con nosotros y a los que nos descalifican y nos niegan. Recuerdo siempre lo que dijo Juárez: "Los reaccionarios también son mexicanos".
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