Del correo, un estupendo mensaje:
Cuando el “presidente” felipe calderón aseguró que la reforma a la ley del ISSTE buscaba “salvar” a la institución de la quiebra financiera, le envié una RECETA PARA GOBERNANTES y le recordé que del mismo modo se buscó “salvar” al IMSS y que con el mismo agandalle se busca “salvar” a PEMEX y a la INDUSTRIA ELECTRICA y añado que también se quiere así reformar la ley laboral y hacer la reforma fiscal etc., etc…
Decía en mi mensaje que todos sabíamos cómo salvar al ISSSTE, al IMSS, a PEMEX, a la INDUSTRIA ELÉCTRICA y que me asombraba que sólo el “presidente” no lo supiera.
“Señor presidente-gerente, le dije: TODO, TODO se salvaría emprendiendo un combate sin tregua ni distinción contra la corrupción generalizada de los funcionarios del gobierno a todos los niveles y, claro, comenzando por usted”.
Pero ¿alguien cree que el presidentito va a tomar en cuenta esto cuando lo único que quiere es quedar bien y favorecer a sus patrones, a los empresarios, a los televisos, a los buitres del mundo financiero, a los banqueros, al capital extranjero y a sus parientes y amigos? Por supuesto que no.
A él y a los panistas de toda laya, a los yunquistas y a los doctrinarios, no les importa que haya 60 millones de mexicanos en la pobreza, que no haya empleo, que no haya seguridad social, que los trabajadores al final de sus años de labor no cuenten con una pensión digna, que los pocos empleos sean miserablemente pagados, que los campesinos tengan que emigrar a las ciudades formando cinturones de miseria o que tengan que ir a exponer su vida y a ser humillados a los Estados Unidos; que la salud sólo esté al alcance de los ricos, que la educación básica sea tan deficiente y que no alcance para todos, ¡y tantas y tantas desgracias que acosan y es la vida cotidiana de la mayoría de los mexicanos!
Y se dicen cristianos… pero no lo son. Son católicos que rinden culto al becerro de oro, pues las enseñanzas de Cristo son para ellos letra muerta, sólo bellas historias que se cuentan a los niños en las clases de catecismo.
Así, de ese modo, estos yunquistas-panistas NO CRISTIANOS, no tienen empacho en enriquecerse a costa de la pobreza de muchos, pasando por encima de los niños que mueren de enfermedades curables, por encima de las precarias viviendas de UN SOLO CUARTO en las que tienen que vivir millones de mexicanos, por encima, e incluso alentando, la prostitución y la drogadicción de los jóvenes, valiéndoles una chingada y dos con sal convertir a México en un país maquilador a punta de negar apoyo a la educación básica, media y superior, a la investigación y a la cultura.
Y hoy… ¡ESTAN DESMANTELANDO A LA PATRIA, ACABANDO DE VENDER AL PAÍS, CONVIRTIÉNDOLO EN COLONIA DEL CAPITAL EXTRANJERO, GRINGO O ESPAÑOL! ¡Pero qué importa, qué les importa la miseria de 25 millones de familias o más, si ellos, 100 familias, son católicamente prósperos!
Y claro, para poder seguir siéndolo, tenían que joder la elección del 2 de julio. ¿Qué no hubo fraude, dicen? ¿Qué Andrés Manuel es un loco que no acepta la derrota? ¿Qué ya no tiene seguidores y que su movimiento está desvaneciéndose? ¡Ni madres!
¡Por supuesto que hubo fraude! Y no sólo porque hayan manipulado el resultado de la votación, el conteo de los votos. O ¿cómo se llama a todas las cochinadas que hicieron antes del 2 de julio: el desafuero, los spots por radio y tv calumniando a Andrés Manuel, las entrevistas en las que sólo se le insultaba, las grotescas intervenciones de fox apoyando al candidato del partido azul, etc. etc. Y ahora, tratan de loco a AMLO, lo consideran un pobre diablo al que ya nadie le hace caso, se refieren a él despectivamente como el autonombrado “presidente legítimo”, cuando no hacen falta dos dedos de frente para ver que no se autonombró, sino que lo nombraron algunos millones de mexicanos. Los mismos, o más ahora, que repudian al espurio, que rechazan al que católicamente se robó la elección con ayuda de sus ricos acólitos, los empresarios, los televisos, los políticos corruptos cuya máxima representante es la nefasta elba ester gordillo.
Porque sí, hay muchos, habemos muchos que estamos seguros de que un cambio es posible, pero un cambio verdadero, no sólo cosmético. Habemos muchos que creemos que Andrés Manuel es un hombre honesto, no un mesías, no un caudillo, sino alguien que no le ha dado la espalda a la gente y con quien queremos trabajar por una nueva república, por una revolución de las conciencias, por la convivencia solidaria; por la honestidad a prueba de cañonazo$; por nuestro México, pues; por el México de los obreros, de los campesinos, de los indígenas y sus tradiciones, de los estudiantes, de los profesionistas, de los hombres y mujeres que queremos dejar atrás los egoísmos y las sumisiones ancestrales y levantar la cabeza con orgullo de ser mexicanos libres, amigos solidarios de todos los pueblos del mundo empezando por nuestros hermanos de Latinoamérica.
Habemos pues, muchos esperanzados, pero también los hay que andan, confundidos, desorientados. Y esto último ¿por qué? Porque estamos viviendo en un mar de confusiones alimentado por la guerra sucia que continúa furiosa contra Andrés Manuel, contra sus ideas y contra sus seguidores.
La verdad es que, por un lado, están aquellos a quienes todavía no acaba de caerles el veinte de quiénes son los perversos a los que deben su vida de pobreza, de carencias y de humillaciones porque muchos aún no se sacuden la ignominia del colonialismo aplastante que supuestamente había muerto en 1821; y por otro lado, están los que sabiéndolo, se embelesan con los cantos de sirenas que predican las bondades de una “izquierda moderna, moderada, préctica, conciliadora, en fin, gatopardista”, o bien los que se aturden con los gritos estridentes de los radicales que quisieran YA, la REVOLUCIÓN ARMADA y que se dicen, ambos, la izquierda auténtica.
En el ambiente suenan voces diversas, palabras que enloquecen: están las de los “sabios” y las de los furibundos, y también las que dicen que el PRD, el partido de AMLO (hasta ahora), le está dando la espalda, haciéndole el vacío, negándose a reconocerle algún mérito. Y además, para colmo, están las voces de los zapatistas, las de “la otra campaña” con cuyos ideales comulgamos, pero que están siempre e inoportunamente haciendo sombra al que con mala leche llaman “caudillo”, “iluminado”, en vez de unir fuerzas contra el verdadero enemigo.
¿A quién, pues, hacerle caso? ¿Por qué deprimirnos en la desesperanza?, ¿por qué clavarnos en ser únicamente nidos de angustia?
Mejor, antes de sucumbir ante la desesperanza y caer en la inacción, hay que detenerse a pensar dos simples cosas:
1. Quién o quiénes son los perversos, perfectamente identificables, pero en verdad, perfectamente identificables que están jodiendo a la gente, y una vez identificados, hay que dejar de escuchar las voces que pretenden convencernos de que esos son los buenos. Y
2. Mientras no sea posible identificar y deslindar otras voces que meten ruido y confunden (porque no es fácil hacerlo), habría que dedicar todos los esfuerzos a preparar la tierra.
Pero ¿qué clase de locura o insensatez es esto? ¿Preparar la tierra?
Sí.
Para fundar la nueva república, pueden hacerse grandes cosas y cosas pequeñas, ambas importantes, pero no todos podrán realizar las grandes hazañas; entonces, hay que hacer las pequeñas, las que, en realidad son verdaderamente el principio de la revolución de las conciencias, del nacimiento del ser humano nuevo.
Estas pequeñas cosas son muchas veces las más difíciles de llevar a cabo porque con frecuencia nos estorban el amor propio, los resentimientos o la envidia o bien porque nos gana la indolencia, la desidia; y, sin embargo, son precisamente estas cositas, las más inmediatamente necesarias, del mismo modo como es necesario e indispensable preparar la tierra antes de que la semilla de un nuevo cultivo vaya a ser introducida en ella para que se alimente y crezca. Porque la nueva república que queremos es el nuevo cultivo; la tierra que hay que preparar somos nosotros mismos inmersos en nuestra cotidianeidad individual y social.
Es bueno ir a las marchas y manifestar nuestro repudio o nuestro apoyo, según sea el caso; es magnífico participar en foros de discusión; también es bueno colaborar económicamente o con trabajo para la Resistencia o aportar nuestras ideas en grupos de creación artística.
Pero, cuando nos reintegramos a la vida propiamente personal, ¿cuál es nuestra actitud?, ¿cómo somos, cómo tratamos a los demás, ya se trate de miembros de la familia o de vecinos o de compañeros de trabajo o de personas con quienes nos cruzamos en la calle? ¿Sabemos saludar y sonreír o solamente nos encanta despotricar contra cualquiera que nos parezca diferente?
¿Damos el asiento en el metro a las personas mayores o nos hacemos los dormidos para no dárselos? ¿Cuidamos de no tirar basura en la calle y de reclamar en nuestra delegación que los pasos a desnivel de peatones siempre están asquerosos y exigimos que se limpien? Si tenemos mascota, ¿recogemos las heces que ensucian los jardines o los andadores en las unidades habitacionales? ¿Cómo vemos a los servidores públicos: al cartero, al que barre las calles, al que cuida los jardines, a los niños que se ganan unos pesillos con una franela, a los cargadores de la Merced, a los y las indígenas que venden sus artesanías en las aceras, etcétera, etcétera? ¿Los vemos como personas o los despreciamos con la palabra “nacos”?
Hay que renovarnos en nuestra vida diaria para poder considerarnos sinceros renegados, eficaces resistentes, auténticos REPUBLICANOS.
Las muestras de civilidad, todas esas pequeñas cosas, son las que abonan el terreno para las grandes transformaciones. ¡Y podemos hacerlas ya y así dejar de ser sólo unos escépticos desesperanzados!
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