Michel Balivo
(Caminar es lo que hace camino)
Los amigos que me leen dicen que hablo muchas veces de sistemas de tensiones y umbrales de tolerancia a los mismos y me piden que de algunos ejemplos. Es un tema muy simple pero a la vez bastante difícil de ilustrar. Porque en base a tensión-relajación o carga-descarga de tensiones funciona toda nuestra siquis y organismo.
Lo que llamamos dolor es un nivel de tensión y el umbral es el que automáticamente dispara acción para bajar o descargar esa tensión produciendo la distensión o placer. Lo que llamamos hambre se registra como tensión, igual sucede con el frío o con cualquier necesidad que de no ser satisfecha deteriora el organismo y pone en peligro su existencia y continuidad.
Hasta aquí el tema es bastante simple y lo por resaltar es que a cierto grado de tensión se registra dolor y de no hacer algo al respecto comienza el deterioro sicobiológico. Ese proceso es el que está viviendo un elevado número de seres humanos que se desadapta crecientemente.
Porque cada vez encuentra mayores dificultades para satisfacer sus necesidades. En este caso no se trata de problemas naturales o de producción sino de problemas históricos o humanos. Automatismos que en los momentos apropiados de cambio han operado cual resistencia dándole a la tecnología y la organización social una dirección regresiva o inhumana, que en lugar de servir a la evolución de la vida solo genera inútil sufrimiento y destrucción.
Un ejemplo que puede tal vez dar una aproximación a que todo en nuestra vida funciona en base a sistemas de tensión-distensión, podría ser el imaginarnos a una persona sin capacidad auditiva en una discoteca. Ella no ve a quien cambia los ritmos de música ni tampoco los oye, solo percibe movimientos más rápidos, lentos o momentos de detenimiento.
En este caso la música es la que genera tensión auditiva que se traduce a movimiento. No es lo mismo el movimiento que genera una música clásica, romántica o la que es puro ritmo. Otro ejemplo puede ser sacar a un originario de la Amazonia y ponerlo de repente en una ciudad como Nueva York o Tokio. Allí contemplaría mareas de personas que fluyen y refluyen por calles y avenidas, a pie o en vehículos.
Van camino a sus actividades en la mañana y regresan a su casa por la noche. Para el que ha vivido toda su vida en la selva, dedicado a actividades cíclicas simples en medio de su grupo tribal todo esto resultaría incomprensible. Porque no ha acumulado ni comparte este sistema fijo de tensiones que nos moviliza y direcciona a nosotros en las ciudades.
Sin embargo es de todos modos afectado por el cuando el clima es alterado, las selvas comienzan a ser taladas y sus tierras desertizadas, las diferentes especies emigran o desparecen. Si bien el caso no es evidentemente el mismo creo que de todos modos sería útil la comparación con lo ocurrido hace quinientos años con la llegada de los europeos a América.
En las presentes circunstancias que nos toca vivir da la impresión de que el sistema de tensiones acumulado ha llegado a umbrales que resultan intolerables a la vida. Esto no solo se expresa en una reacción creciente de los seres humanos sino también del ecosistema alterado. Podrán decir que mi afirmación no es científica, que no hay nada que compruebe que sean los sistemas de tensión y sus umbrales lo que está disparando esta reacción general. Pero entonces que digan que es lo que lo hace y que le pongan el nombre que más les guste, porque lo cierto es que de todos modos está sucediendo y no le pide permiso a nadie.
Yo creo que cualquiera que esté bien informado hoy en día sabe y sobre todo siente que hemos llegado a un punto sin retorno. En otras palabras el futuro esta aquí y ahora y ya no hay más tiempo. Hasta hoy hemos vivido lanzados hacia el futuro. Mañana será otro día, mañana todo habrá pasado. Pero hoy eso ya no parece funcionar más.
Los traficantes del futuro han usado nuestro temor para crear toda una serie de dependencias innecesarias y convertirnos en esclavos del consumo. Como muchas veces digo al llegar a ciertos umbrales el temor se repolariza y resulta imposible seguir repitiendo las conductas que hasta entonces daban resultado.
Si todo señala a que si no corregimos la presente dirección de nuestros hechos no habrá ningún mañana, entonces el temor al futuro se convertirá necesariamente en acción transformadora hoy. Eso tampoco debe tener base seguramente en nuestra sicología social pero como esta no incluye y no sabe nada del cambio es lógico que así sea.
Por tanto es seguro que a la brevedad empezaremos a ver el desmoronamiento gradual pero creciente de todas esas actividades innecesarias, artificiales y de relleno y todo comenzará a volver a lo necesario prescindiendo de lo inútil. No estaría demás preguntarnos para que necesitamos las actividades de distracción, ¿de que tenemos que distraernos?
Por un lado necesitamos decidir si serán las corporaciones transnacionales las que sigan concentrando capital y poder de decisión sobre nuestras vidas. Haciéndonos cada vez más difícil satisfacer nuestras necesidades, teniendo que trabajar el doble o el triple para mantener lo mismo cuando tenemos la fortuna de conseguir trabajo.
O si ponemos un punto final a tal dirección y exigimos que el estado nacional o la organización social como sea que la concibamos, comiencen a cumplir realmente la función para la cual fueron concebidos.
Distribuir crecientemente los excedentes de producción económica para lograr una sociedad inclusiva con las mismas oportunidades para todos y donde sobre todo se garantice que cada ser humano nazca con la satisfacción de sus necesidades y derechos garantizados.
Más allá de discusiones de los modos en los cuales realizarlo es imperativo el revertir en los hechos aquí y ahora esa dirección regresiva, inhumana, para bajar este elevado nivel de tensión que de seguir creciendo no puede sino expresarse como explosiones de violencia incontenibles y en cadena.
Las circunstancias de tal transición las pone el mismo escenario histórico y sus sistemas de intereses, sus relaciones de dominio-sumisión. Porque todos sabemos que hoy en día no hay problemas de producción, que con la tecnología disponible podemos perfectamente atender las necesidades básicas de todos los seres humanos, así como su salud y educación.
Por tanto es evidente que lo que se necesita cambiar es el sistema de intereses regresivos que siguen postergando lo que dado nuestro nivel de evolución tecnológica ya es un derecho ganado para toda la especie. Corregir esta dirección así como la del deterioro y agotamiento del ecosistema es prioridad absoluta que no admite discusiones ni postergaciones.
Como ya sabemos esta no es una tarea solo nacional sino que implica el apoyarse entre todos los países para sacudirse el yugo de 500 años y todos los hábitos y creencias que eso ha dejado cual herencia y carga en nuestra conciencia colectiva. No creo que haya prioridad mayor que esta y no podemos distraernos de tal logro por motivos secundarios.
O lo logramos todos juntos y para todos o no lo logramos ninguno, y en esto no hay discusión posible. Este no es un tema abstracto, es necesario comprender que el ganar nuestro lugar en el escenario mundial de naciones implica el que las desarrolladas tengan que concebir nuevas formas de mantener sus formas de vida ya que no podrán seguirnos explotando.
No se puede seguir pensando en términos nacionales y localizados, ahora es un tema estructural, simultáneo, humano, mundial, que nos implica a todos y cada uno, que significa cambios para todos. Y además es necesario lograrlo con la menor violencia posible, con la comprensión de que no hay otro futuro posible que el de la colaboración solidaria entre todos.
Más allá de esto es necesario abrir la mayor posibilidad de participación protagónica del pueblo. Pero a mi modo de ver un gobierno centralizado no puede lograr el funcionamiento apropiado de una sociedad, no podemos seguir con los sistemas de premio-castigo y creer que estamos construyendo una sociedad mejor.
Somos nosotros los que tenemos que exigir y apropiarnos de los derechos que se nos asignan por constitución y leyes y comenzar a comportarnos éticamente. No hay otro modo de que una sociedad mejor venga a ser sino mediante el cambio de las conductas que hasta aquí nos han traído. Y esto requiere un ejercicio autoconciente de decisión que no va a suceder mañana.
Lo que mis años de experiencia social me han enseñado es que no se avanza discutiendo interminablemente posibilidades, sino poniéndose de acuerdo para hacer juntos en las direcciones que compartimos para superar las limitaciones comunes que hoy enfrentamos.
No alcanzan los ideales y buenos propósitos para avanzar, es necesario superar las circunstancias que se van presentando. Cada circunstancia exige respuestas apropiadas, específicas, que es imposible imaginar.
Exige ir cayendo en cuenta de nuestros comportamientos erróneos que producen siempre los mismos resultados, violencia y destructividad. Si en esos momentos somos capaces de reconocer y rectificar entonces si daremos pasos superadores.
Y cuando lo hacemos eso no tiene vuelta atrás, porque brotó de nuestra conciencia y no está referido a premios ni castigos. No está sujeto a cosas por obtener sino a la conciencia de que actuar así resulta gratificante y me reconcilia con la gente y con el mundo. Esa ha de ser la base real del cambio porque nos lleva más allá de lo acomodaticio.
¿De qué nos sirven todas las buenas intenciones y planes estratégicos si ante el menor inconveniente los que suponíamos nuestros líderes o representantes se venden felices de obtener un nivel superior de vida y pasar a formar parte de las clases superiores? Dicen que la unión de las clases pobres asegurará el triunfo de la revolución.
Pero la revolución bolchevique llevó obreros e intelectuales al poder solo para convertirlos en nueva clase opresora del pueblo. El Partido de los Trabajadores o el Frente Amplio así como la generalidad de los sindicalistas no están demostrando ser una excepción a la regla. ¿y dónde están los supuestos cambios? ¿Dónde la supuesta conciencia de clase?
Todas esas queridas concepciones nuestras podrían terminar no siendo más que construcciones abstractas, intentos sustitutivos y compensatorios a la carencia, a la imposibilidad de acceso a las experiencias deseadas. Por tanto como los hechos lo demuestran se disuelven como azúcar en el agua al lograr acceso a tal gratificación sensual.
Yo por mi parte con la experiencia he aprendido a confiar en la sensibilidad humana para con las necesidades de sus iguales, y sobre todo en la práctica más allá de las palabras. Es una condición natural que algunos poseen y que todos podemos desarrollar si nos damos cuenta que es parte de nuestra naturaleza y que es el único modo de crecer y tener paz de conciencia.
Por eso siempre digo que creo en los hechos y no en las bonitas palabras. Por años de intentos y logros tengo la certeza de que el cambio si es posible, trabajoso pero posible. Pero no sucede mágicamente, hay que dar el ejemplo y tener enorme paciencia, hay que estar dispuesto a dar no una sino mil veces la oportunidad cuando hay sincera intención. Y sobre todo hay que saber que tal cambio implica inevitablemente una ampliación y desarrollo de la conciencia más allá de la inmediatez de los intereses personales y su ensimismamiento.
Es más o menos lo que uno haría por sus hijos sabiendo que les falta experiencia y que no importan las apariencias en el fondo son buenas personas. A veces les resulta más fácil y otras más difícil, pero al final tenemos la certeza de que lo mejor en ellos aflorará y valdrá la pena toda la paciencia y esfuerzo.
Porque no hay nada más valioso y hermoso que un ser humano expresando plenamente su humanidad. Yo me atrevería a decir que esa es la joya y el destino de toda la historia, no los logros tecnológicos ni las instituciones por maravillosos que sean, sino la expansión del corazón que se produce cuando ves y sientes actuar a un ser humano con grandeza, generosidad.
Tal vez sea justamente la ausencia de eso esencial a lo humano, lo que nos ha llevado a buscar distracciones para nuestro vacío y hastío haciéndonos sentir la vida tan aburrida y fastidiosa. Lo que ha trasladado nuestro centro de gravedad hacia el temor y la posesión compensatoria de cosas, que en definitiva no tienen el menor sentido y solo son una carga.
Tal vez la imagen más revolucionaria de todas pudiera ser entonces la del ser humano como el mayor fruto viviente de la historia, corona de toda la evolución. Tal vez a ello se refieran todas las tradiciones con el nuevo ser humano sin el cual el nuevo mundo no sería posible. El futuro se construye y trae a ser en unidad de corazones puros y voluntades nobles.
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