Arturo Alcalde Justiniani
Otra vez, como hace muchos años, el sector insurgente de los trabajadores tomará las calles este primero de mayo para hacer sentir su voz y protesta frente a un mundo que de manera acelerada los excluye. Asistiremos a una jornada de disidencia organizada en la que se expresarán consignas y reclamos por libertad y democracia sindical, y más salario, combinando agendas generales y particulares. En fin, un acto en el cual daremos rienda suelta a la imaginación para mostrar la indignación.
A pesar de que la mayoría de la población somos de una u otra manera trabajadores, unos en el empleo formal, otros en el subempleo, unos de cuello más o menos gris, otros francamente oscuro, y aun cuando en la actividad laboral cotidiana ocupamos la mayor parte de las horas del día para satisfacer nuestras necesidades personales y familiares, el tema del trabajo no ocupa la centralidad que merece en la agenda nacional. Ampliar la visión sobre la vida democrática hasta las zonas oscuras, más allá de los límites que el sistema político pretende imponernos -atendiendo a las reflexiones del politólogo Guillermo O'Donnell-, permitirá encontrar algunas explicaciones a esta marginación.
Una respuesta deviene de nuestra precaria democracia y el modelo económico que se resiste a cambiar, de una añeja cultura corporativa que cedió al Estado la protección y control de los trabajadores; fomentó instituciones, formas organizativas y liderazgos contrarios a los intereses de los hombres y mujeres que viven de su trabajo y, más tarde, fueron parcialmente cedidos a los empresarios que hoy manejan las riendas de estos mecanismos de subordinación. Por ello existen tantas resistencias para abordar la agenda en favor de una nueva política salarial; la transparencia y rendición de cuentas en los gremios; el acceso a la contratación colectiva legítima; el voto secreto; la fiscalización del comportamiento empresarial por parte del Estado; admitir un cambio en los sistemas de justicia laboral mediante jueces imparciales que hagan respetar los derechos de los trabajadores y den cauce a sus exigencias en favor de un cambio.
Estará presente en las marchas a lo largo y ancho del país la indignación por la reciente aprobación de la Ley del ISSSTE, dictada por un Congreso que actuó en las sombras con la falsa excusa de salvar esta institución de seguridad social. En ningún país del mundo una legislación de esta importancia hubiera sido aprobada en el curso de una semana, sin debate, sin explicación y sólo atendiendo consignas de un acuerdo cupular que pone en manos de las aseguradoras privadas los magros recursos pensionarios de los trabajadores. Se trató de un descontón al viejo estilo, claramente confesado por un diputado panista que apurando el proceso legislativo señaló: "urge que aprobemos la ley antes de que los trabajadores se organicen en nuestra contra". Tan rechazada ha sido la ley que ahora, ya aprobada, mediante una campaña mediática pretenden justificarla, cuando era elemental un proceso inverso. El colmo es que festejen el despojo como un triunfo de la primera reforma estructural.
Lo cierto es que nunca podrán explicar de cara a los trabajadores por qué los condenaron a un modelo de pensiones inciertas, que por su diseño tenderá a la baja y los llevará a la penosa condición de verse obligados a negociar de manera individual, con un bono en la mano, con poderosas corporaciones privadas que siempre buscarán apropiarse de buena parte de sus ahorros de la manera más ventajosa. Los análisis actuariales realizados a la ley a posteriori así lo demuestran. Convendría que los verdaderos autores de esta reforma asistieran a las múltiples asambleas que hoy se realizan en todo el país para organizarse mediante la presentación de amparos o diseñando acciones para reclamar, a unos días de aprobada la ley, un cambio a la misma. Impresionan las filas de trabajadores en los juzgados de distrito presentando estas demandas, incluso quienes lo escriben a mano.
Motivo de movilización es también la lucha en contra de los contratos de protección patronal, que coartan a la mayoría de los trabajadores del país el derecho a negociar con sus patrones las condiciones de trabajo. Por ello, una demanda será eliminar el privilegio empresarial de firmar con mafias de traficantes estos convenios fundamentales. Esta penosa institución representativa de nuestro modelo laboral destruye toda posibilidad de modernización, porque la concertación respaldada en el diálogo informado y responsable es el centro de cualquier sistema de relaciones laborales sustentables.
Las y los sobrecargos de Mexicana de Aviación, hermanados con otros trabajadores del sector aéreo, ratificarán la denuncia al intento de despojo de su contrato colectivo que busca reducir a la mitad sus magros ingresos, apenas suficientes para satisfacer necesidades elementales. Expondrán el procedimiento amañado de un tribunal parcial, que ha dejado evidencias claras de su incapacidad para actuar con autonomía. También estarán presentes trabajadores del campo exigiendo soberanía alimentaria, tema que a todos importa, en la medida que la calidad de vida de la población depende en buena parte de este reclamo.
Defender el trabajo supone enlazar las agendas de los distintos sectores de trabajadores, especialmente aquellos que carecen de un empleo para sobrevivir y de los millares que laboran en la pequeña y la mediana industrias. Es imperioso influir como expresión organizada del trabajo en el diseño de las políticas públicas. Para la justa exigencia de un mayor gasto social se requiere luchar por una reforma fiscal redistributiva que ponga énfasis en evitar la evasión que realizan las grandes empresas mediante un sofisticado sistema de exenciones y regímenes especiales, que muchas veces ha contado con la complacencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Sumémonos a esta movilización en favor de una vida digna; no dejemos que el mundo del trabajo siga secuestrado.
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