Jaime Avilés
¿Por qué desapareció desde el domingo?
¿Es verdad que rompió con Calderón?
¿Recibirá un alto cargo en el Vaticano?
¿Dónde está el cardenal Norberto Rivera Carrera? El domingo pasado no ofició la misa de 12 en la Catedral Metropolitana, donde se dijo que se había ido a "Roma para tratar diversos asuntos" (La Jornada, 23 de abril de 2007, página 44). Por su parte, una fuente eclesiástica confió ayer a este reportero que ese día, en realidad, le cedió el espacio al obispo auxiliar Marcelino Hernández Rodríguez, porque en esa fecha éste cumplía un año más de su ordenación.
A lo largo de la semana, sin embargo, circularon insistentes rumores en el sentido de que Rivera Carrera no abandonó el país sino hasta la noche del propio domingo, y que el lunes llegó en efecto a Roma, de donde "ya no regresará a México" porque, en breve, el papa Benedicto XVI le dará un importante nombramiento como alto funcionario del Vaticano.
En contradicción con lo anterior, un portavoz de la arquidiócesis primada de México, al hablar off the record con periodistas que cubren esa fuente, deslizó que el cardenal permanece en el país pero que "no está localizable" porque decidió "romper todo contacto" con la Presidencia de la República y la Secretaría de Gobernación, tras el apercibimiento que le hizo la oficina de Francisco Ramírez Acuña por la violencia de sus críticas contra los partidarios de la despenalización del aborto.
Estos son, pues, los datos que prefiguran la existencia de una crisis en el más alto nivel de la Iglesia católica mexicana: tras las amonestaciones que la Secretaría de Gobernación le enderezó la semana pasada, el arzobispo primado de México desaparece de la escena pública: no acude a la misa del domingo en catedral, donde sin proporcionar detalles específicos se informa que "se encuentra en Roma".
Lo demás, las especulaciones, las filtraciones y los rumores, abonan la sospecha de que Rivera Carrera está en el centro de un huracán cuya gravedad no es todavía ponderable, pero que abre dos líneas interpretativas. Una, que al designarlo como alto funcionario del Vaticano, el papa Benedicto XVI estaría reaccionando ante el juicio penal que se desarrolla en un tribunal de California, donde el arzobispo está acusado por encubrir al sacerdote Nicolás Aguilar, que en México y luego en Estados Unidos abusó sexualmente de decenas de niños. En otras palabras, que al hacerlo "caer hacia arriba" asignándole un cargo en el gabinete del obispo de Roma, la Santa Sede impediría que la justicia estadunidense lo sentenciara como cómplice de un violador de menores.
La segunda posibilidad -la de su "rompimiento" con Felipe Calderón y Ramírez Acuña- no tiene pies ni cabeza. No hace falta ser un observador muy agudo para advertir que desde hace varias semanas Rivera Carrera fue perdiendo progresivamente la calma, a medida que el proceso penal de California daba un giro cada vez más desfavorable a sus intereses. Tampoco se requiere de gran astucia para percibir que al emprender su ruidosa campaña contra la despenalización del aborto -o en favor del aborto clandestino que causa la muerte de numerosas mujeres pobres cada año- creyó que la pelota estaba de nuevo en su cancha y recobraría su disminuida autoridad.
Tan seguro se sentía de eso que incluso se permitió hablar contra los pederastas como si no estuviera acusado de proteger a uno de ellos. Pero su táctica, marcada por la desesperación, culminó con un sonoro fracaso. No sólo no impresionó a nadie con sus medievales amenazas de excomunión, ni pudo sacar a las calles a más de tres mil personas -en una ciudad de 20 millones de habitantes-, sino que cometió el error de involucrar al Papa en una batalla que estaba irremediablemente perdida de antemano. Y si ahora, para colmo, rompió con Calderón, ha de estar al borde mismo de un colapso nervioso.
Lo cierto es que al meter a la Iglesia en la coyuntura del aborto para tratar de recomponer su imagen pública, Rivera Carrera ayudó a la ultraderecha a entretener a la sociedad en un debate filosófico, mientras en las cámaras del Poder Legislativo el PRIAN vencía a los diputados y senadores del Frente Amplio Progresista en batallas más trascendentes, como la reforma del ISSSTE, que hará pasar de la pobreza a la miseria a millones de jubilados, o las reformas a diversos códigos penales que mandarán a la cárcel por "terroristas" a los luchadores sociales que ejerzan el derecho constitucional de protestar contra el poder. Ulises Ruiz debe estar felicísimo.
La estrategia estuvo a punto de incluir en el mismo paquete la derogación de la Ley de Neutralidad. Sin embargo, gracias a la movilización inmediata de la resistencia civil, el PRI tuvo que pintar su raya afirmando que no contribuirá a facilitar la participación de México en las guerras de Estados Unidos.
Aunque el tema no está cerrado -el PAN volverá a la carga porque la supresión de esa ley es un compromiso que Vicente Fox contrajo con WC en 2005 y el "gobierno" federal está obligado a respetarlo-, la moraleja de esta semana es obvia: mientras Rivera Carrera buscaba consuelo en Roma, José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, era vapuleado en la Cámara de Diputados por su abominable actuación en la tragedia de Zongolica.
El denominador común entre ambos personajes es que cayeron en desgracia después de apoyar tramposamente a Calderón: uno por intervenir a gritos y sombrerazos en la polémica del aborto, reviviendo el odio que desataron los pasados comicios, y el otro por hacer suya la tesis, ya insostenible, de que la señora Ernestina no fue violada por miembros del Ejército. Pero si algo coloca en relación de igualdad a Rivera Carrera y Soberanes con el titular del IFE, Luis Carlos Ugalde, máximo responsable técnico del fraude electoral, es que su permanencia en los cargos que detentan sólo le causará más y más problemas al país.
Entre tanto, Maru Guerrero, creadora del pan de caja alternativo llamado Mi General, dijo a Desfiladero que el proyecto seguirá adelante, pero fuera del PRD. "Vamos a seguir trabajando con la sociedad, pero ya no con el partido, porque no queremos que el grupo de Gerardo Fernández Noroña lo termine convirtiendo en una nueva leche Betty", se quejó... Y, cosas de la vida, en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal los mismos diputados perredistas que se cubrieron de gloria al despenalizar el aborto, están impulsando una reforma a la Ley de Espectáculos de la ciudad de México para que en las corridas de toros los jueces de plaza, que representan al gobierno de Marcelo Ebrard, queden sometidos a los caprichos de la mafia que en alianza con Televisa ha destruido la fiesta brava en esta metrópoli. Lo asombroso es que en la movida, seguramente por desinformación, está metido Salvador Martínez della Rocca, el legendario Pino. ¿Por qué?
Esa salvaje "fiesta" brava debería desaparecer o al menos darle una reformada para que no anden torturando y matando animales inocentes. Mejor conviertan la Plaza de Toros en una universidad. Basta ya de salvajismo, y no salgan con que es arte, eso no es ningún arte, como no fue arte el circo romano, sino costumbres y espectáculos de barbarie.
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