Gustavo Leal F.*
Mientras en el mundo buena parte de las reformas de salud y seguridad social que emprenden los gobiernos eficientes activan largos y persuasivos consensos dotados de adecuada información, en México la tercera fuerza nacional, el PRI -vía el diputado Samuel Aguilar-, le quitó el golpe al Ejecutivo de Calderón e impuso en el ISSSTE una fantástica "reforma integral", técnica y políticamente inviable, que -como ya ocurrió con la que Zedillo le recetó al IMSS en 1995- nace muerta y se dirige directamente al fracaso.
Con la misma política económica de hace 20 años a rastras -que no genera crecimiento ni empleo formal suficiente, pero sí abundante pobreza, profundiza la desigualdad y es terreno fértil para el narcotráfico y la migración-, una iniciativa prácticamente inconsulta (apoyada en dos "recomendaciones" del Banco Mundial y una "propuesta" del tecnócrata hacendario Francisco Gil Díaz que se tradujeron en dos amagos parlamentarios: primero el de Joel Ayala y luego el de Samuel Aguilar Solís), más los votos de 281 diputados, Calderón "reformó" la Ley del ISSSTE.
Mientras en Alemania la gran coalición entre democristianos y socialdemócratas evalúa la posibilidad de elevar la edad de retiro de 65 a 67 años, aunque acompañándola de la Iniciativa 50+, que preservará activos a los mayores de 50 años, el Reino Unido retrasa su reforma para seguir buscando fórmulas que disminuyan el impacto sobre la población. La última propuesta prevé establecer un sistema nacional de ahorro por el que cada empleado debería destinar 5 por ciento de su salario a su futura pensión, del que uno por ciento procedería de desgravaciones fiscales, al tiempo que la empresa aportaría 3 por ciento adicional. Unicamente el restante uno por ciento correspondería directamente al trabajador. También se estudia incrementar gradualmente las pensiones del Estado, al tiempo que se retrasa gradualmente la edad de jubilación.
Por su parte, Francia ha detenido el debate sobre la edad de jubilación después de la reforma 2003 -que se alcanzó vía un extendidísimo consenso-, que puso fin a las diferencias entre pensiones de los sectores privado y público. Ahora sólo a partir de los 65 años una persona puede ser jubilada contra su voluntad. Existen excepciones para quienes hayan comenzado a trabajar entre los 14 y 16 años, pues en su caso los 40 años cotizados pueden alcanzarse antes de los 60 de edad. Cada año trabajado de menos de los 40 o 41 exigidos reducirá, a partir de 2013, 5 por ciento la pensión, y sube 3 por ciento anual hasta los 65 años. Y aunque en Italia se prolongó en 2004 la vida laboral (la edad de jubilación para los hombres subirá a 60 años), la reforma que empezará a aplicarse en 2008 mantuvo a las mujeres en el sistema antiguo, y quien haya cotizado un mínimo de 40 años podrá jubilarse, sea cual sea su edad. Además, la reforma incluye un estímulo económico a quien trabaje más allá de la edad de jubilación. En 2008, los jubilables que permanezcan en el puesto verán añadido a su salario un tercio de la suma aportada por la empresa a la Seguridad Social.
Y en Argentina, Kirchner entierra la privatización pensionaria de Menem (1993), para sustituirla por un sistema mixto, donde la previsión pública tiene un papel creciente.
No sorprende que en este contexto, hasta los roqueros que arañan los beatlenianos 64 años presionaran para que el estado de Nueva York aprobara una ley que ya redirige los montos acumulables del impuesto a los alimentos y bebidas, en clubes de jazz, hacia los fondos de retiro de los músicos ejecutantes.
Pero en México Calderón, sirviéndose del PRI, ha decidido incrementar las cuotas de los trabajadores para su retiro, disminuirles el monto de su pensión jubilatoria y aumentar sensiblemente los requisitos para alcanzarla.
Calderón ha decidido penalizar -sólo por el pecado de ser jóvenes- a las generaciones que vienen: les impone, sin otra opción, el fracasado sistema de cuentas individuales para su retiro. Y de paso, pondrá a pagar a los contribuyentes cerca de 25 mil millones de pesos anuales adicionales vía el Presupuesto de Egresos de la Federación ya para el próximo año y durante 10 o 15 años más. A decir del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, se trata de un "reforma" bien cara: más de 250 mil millones de pesos.
Calderón también ha decidido trasladar durante 36 meses al Pensionissste las comisiones de los trabajadores al servicio del Estado -favoreciendo los cacicazgos sindicales del SNTE y la FSTSE, que empujaron la "reforma"-, para previsiblemente abrir después un jugoso mercado potencial de 2 y medio millones de cuentas individuales al sistema Afore.
Claro que Calderón y el PRI no consultaron a nadie. Votaron "su" reforma en sólo 13 días: ¡un tiempo récord de autoritaria "mayoría aritmética"!, y el Ejecutivo la promulgó ¡un sábado! (Diario Oficial de la Federación, 31 de marzo).
Así que lo que sigue será reformar no una sino dos fallidas "reformas" tecnocráticas: la zedillista del IMSS y la calderonista del ISSSTE, tal y como sucede hoy día en Chile. Pero antes, el calderonismo enfrentará intensas protestas, un sinfín de amparos individuales y colectivos, así como una controversia de inconstitucionalidad que a cualquier gobierno eficiente le hubiera requerido aceptar que equivocó rotundamente la ruta y que, tarde que temprano, será obligado a corregirse.
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
Es hora de que los trabajadores tomen su futuro en sus manos y exijan justicia. No claudicar.
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