domingo, mayo 06, 2007

Decadencia y beneficiarios

José Agustín Ortiz Pinchetti

Banxico y la Secretaría de Hacienda ajustaron a la baja las previsiones de crecimiento para 2007. Este año México ha caído en índices del producto interno bruto, niveles de empleo y redistribución del ingreso. Perdió 10 lugares en la tabla del FMI. Todas estas no son novedades. México vive desde hace 25 años en decadencia. En otra ocasión habría que pensar por qué y cómo salir de ella.

Nos hemos empobrecido a un ritmo desconcertante para los observadores extranjeros, que no entienden cómo podemos desaprovechar una mano de obra excelente, recursos petroleros y la cercanía con Estados Unidos. No sólo está mal la economía, la inseguridad pública es patente, el gobierno está perdiendo una guerra sangrienta contra el narcotráfico. El estado de derecho está vulnerado por la influencia y el dinero. La corrupción de la época del PRI se extendió al régimen de Fox. Las revelaciones escandalosas de las semanas recientes no obligarán a rendir cuentas. Y qué decir de la democracia. Es un cambio tortuoso, manipulado por políticos sin escrúpulos. No hay certeza ni parcialidad en las elecciones. No se ha producido prosperidad ni equidad, justificaciones de la democracia.

No todos los mexicanos pueden quejarse. La oligarquía sindical y empresarial prospera. Mario di Costanzo ha demostrado que los nueve grupos más importantes llegaron a acumular una fortuna de 72 mil millones de dólares el año pasado. No es gran mérito: no pagan impuestos e imponen a su gusto precios excesivos. El Banco Mundial dice que los monopolios tienen capturada la actividad económica y son responsables de la desigualdad. Rompen toda posibilidad de desarrollo.

Mientras el Estado pierde cada año cohesión, recursos y prestigio, la oligarquía ha construido un poderoso instrumento de hegemonía política. Ante la torpeza de los políticos, sus acciones parecen cada vez mejor organizadas y coordinadas. A mediados del siglo XX fueron órganos de consulta obligatoria para el Estado. Después influyeron en forma decisiva en las leyes y en la administración pública. Hoy interfieren en las elecciones presidenciales y controlan al Poder Ejecutivo para que administre al país en su beneficio. Carecen de un programa ideológico. Su fin es fortalecer su capital, mantener sus impunidades e influir para ocupar una posición exclusiva y predominante. Su estilo de vida se caracteriza por el boato y el despilfarro. El creciente descontento haría pensar en su capacidad de renunciar a algunos de sus privilegios. No funcionan con esa lógica. Con excepciones notables, no tienen responsabilidad social ni patriotismo. Carecen de espíritu emprendedor. Son una elite depredadora de raza blanca semejante a la colonial. Miran al país y a su gente como una mina a la que hay que expoliar.

Economía y política no pueden disociarse. La codicia de estos grupos no se contenta con el dinero; quieren poder. Lo han conseguido y lo piensan retener. Son enemigos feroces de la democracia y de la competencia política. Se opondrán con todo a cualquier alternativa que intente sacar a México de la decadencia, reactivar el crecimiento y asociarlo con un mejor reparto del ingreso.

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