viernes, mayo 11, 2007

Geometrías en oposición

Gabriela Rodríguez


La geometría política
del país se muestra en círculos concéntricos que se sobreponen entre sí. Con una semana de distancia y como pares polares se representan plásticamente dos ritos y prácticas masivas: una en el Zócalo de la capital de México y otra en la Plazuela del Carmen en la ciudad de Oaxaca. Una dirigida por el fotógrafo Spencer Tunick y otra por líderes del Espacio Feminista del DF y del Colectivo Huawyacac. La primera confirma la atmósfera de libertad que se respira en el Distrito Federal; la segunda denuncia la política represiva que priva en el estado de Oaxaca y en el gobierno federal.

Sobre la siempre sagrada piedra del Zócalo capitalino, en el espacio del plantón de resistencia al fraude electoral que tanto escandalizó a los moderados, el ritual fotográfico del 6 de mayo rechazó las vergüenzas de Adán y Eva en el paraíso. Se recuperó la experiencia estética del cuerpo y el valor que se atribuía a su contemplación y a la toma de decisiones, antes de que nos impusieran la cristianización. En la ciudad con más católicos del mundo, 19 mil ciudadanos desnudos gritaron: "Voto por voto, casilla por casilla" y muchas de las mujeres agregaron : "Aborto, sí", como si se buscara dar un nuevo sentido a la identidad mexicana, más lejos de la Iglesia y más cerca del México profundo. El efecto estético recreó el lago de la gran Tenochtitlán enmarcado por los muros de edificios coloniales, rodeado de seres posmodernos, individualistas y colectivos, minimalistas y plurales. Para humanizarnos, para soñar que todos somos iguales, como en el principio de los tiempos, antes de que el vestido fuera expresión de pudor y culpa, y de que marcara la distinción de clase, de género, de región.

En Oaxaca la circunstancia exige lo opuesto. El 27 de abril pasado se organizó un encuentro de Movimientos de Mujeres en Resistencia para reconocer la lucha que ellas han dado ante la grave crisis de represión y para mantener la mirada en la entidad, ejemplo de política represiva local y federal que siguen gobiernos impuestos al responder a quienes se atreven a demandar justicia con balas, cárcel, persecución y el asesinato de los activistas y defensores del pueblo.

Participaron más de 200 líderes de 10 estados, invitadas de siete países y emigrantes de Estados Unidos, incluyendo mujeres del Frente Popular en Defensa de la Tierra, de Resistencia Creativa contra el Fraude Electoral, del Comité por la Libertad de Presas de Atenco, activistas por los derechos sexuales y reproductivos, por los derechos de los migrantes, otras víctimas de la violencia y la impunidad del Estado como las de Zongolica, de Ciudad Juárez, Chihuahua, y Castaños, Coahuila, donde han ocurrido casos de feminicidio y violaciones sexuales por parte de militares.

Al término del acto, el 28 de abril se organizó una marcha y la Calenda de la Tlayuda, ritual que recupera la tradición religiosa a lo oaxaqueño, salimos a la calle con música de banda, flores, tlayudas pintadas con consignas, y muñecos gigantes, mojigangas que bailan con la gente. Desplegando esa estética tan mestiza se llegó al Zócalo en lo que fuera la primera manifestación pública desde el pasado y trágico 25 de noviembre, día de la gran represión. Entre las principales consignas se escuchó: "¡No que no, sí que sí, ya llegamos hasta aquí!" "¿Qué queremos las mujeres? ¡Ser felices sin Ulises! "¡Mi cuerpo es mío, mío mío!" "Somos malas, podemos ser peores, y al que no le guste ¡se jode!" "¡Aborto legal, derecho fundamental!" Al llegar a la Plazuela del Carmen las participantes, en su mayoría indígenas, hicieron una representación de El Mundo que soñamos las mujeres en la que recrearon y actualizaron al contexto actual algunos de los mitos de origen. Ahí se leyó la Declaración de Oaxaca, en la cual se pide la cabeza de Ulises Ruiz y se acusa al Estado Mexicano de alta traición y al presidente impuesto, representante de la derecha lacerante que pretende amputar nuestras libertades, sustituir la legitimidad por la mano dura y fortalecer una política que criminaliza y reprime a los movimientos sociales.

El fin del acto confirmó la gravedad de la situación y detonó un nuevo acto de represión: mientras se realizaba la Calenda de la Tlayuda fue allanada la casa de una de las participantes, le robaron dinero y le sustrajeron su pasaporte (estaba por viajar a una reunión internacional de derechos humanos). Aline Castellanos Jurado -ex presidenta de la Liga por la Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh) y actual colaboradora de Consorcio para el Diálogo Parlamentario en Oaxaca- es una activista social y defensora de los derechos humanos a quien se le imputan desde hace dos años delitos que no cometió. Tiene orden de aprehensión por despojo agravado y su hogar ha sido allanado en dos ocasiones anteriores para extraer documentos de defensoría de los derechos humanos. La primera vez en el contexto de la demanda de aparición con vida de indígenas loxichas, y la segunda después de la presentación colectiva del informe sobre el estado de los derechos humanos en Oaxaca, en agosto de 2005.

Aline no está sola: organizaciones locales e internacionales han reaccionado en demanda de garantías para que continúe con su trabajo y se frene la persecución política. En conferencia de prensa, la actual presidenta de la Limeddh, Yessica Sánchez Maya, dijo que pedirán para Aline Castellanos medidas cautelares y acompañamiento internacional, y responsabilizó al gobernador Ulises Ruiz de cualquier atentado contra la integridad física y sicológica que pudiera volver a sufrir Castellanos Jurado.

La sociedad mexicana enfrenta hoy a un Estado represor con prácticas que combinan la lucha por decidir en el espacio público y privado, y con rituales estético-políticos. En modalidades muy versátiles nuestros cuerpos se expresan desde universos locales y federal, y como la luz y las sombras, como la Luna y el Sol, en oposición dual, coexisten esas tensiones y contradicciones territoriales en un mismo país que ya no se deja.


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