Carlos Fernández-Vega
La estirpe neoliberal instalada en Los Pinos desde finales de 1982 está satisfecha con lo alcanzado, aunque la ambición de sus representados no tenga llenadera, porque han logrado colocar al país en la tercera posición internacional, en lo que se refiere al peso específico de sus multimillonarios.
En esos cinco lustros el costo social y económico ha sido espeluznante para la nación, pero a juicio de los cinco inquilinos que ha tenido la residencia oficial en ese periodo, bien ha valido la pena el esfuerzo, porque los titulares de las 20 grandes fortunas que del país han hecho su negocio particular (especialmente Carlos Slim) sólo son superadas por sus pares estadunidenses y británicos, y se alejan cada vez más de japoneses, franceses y brasileños.
Felices, pues, multimillonarios y gerentes en Los Pinos, por mucho que en México "el patrón de concentración de la riqueza obstaculiza la competitividad y el crecimiento en la economía. En general, en los casos en los que el control oligárquico familiar de las actividades económicas es alto, el crecimiento es más bajo, empeora el nivel de salud, la calidad del gobierno y la desigualdad del ingreso crece... Aunque los multimillonarios mexicanos en general no heredaron su riqueza, la ganaron mediante conexiones políticas y acceso privilegiado a los mercados, y no por la innovación y el esfuerzo competitivo que se asocian con el crecimiento. Asimismo, algunas formas de concentración de la riqueza se asocian con un extenso control, que distorsiona el funcionamiento de los mercados y el diseño de políticas", como lo subraya el Banco Mundial en su estudio Gobernabilidad democrática en México: Más allá de la captura del Estado y la polarización social, divulgado ayer. El organismo financiero no descubre nada; sólo sintetiza una realidad lacerante para millones de mexicanos y para el futuro nacional, que ningún integrante de la citada estirpe parece interesado en modificar.
En su análisis subraya que aunque entre las características comunes de una serie de países en desarrollo se encuentran las economías no competitivas y los deficientes servicios sociales, ''lo que separa a México de otros países en desarrollo que sufren de problemas de política similares, son sus raíces políticas e institucionales. En pocas palabras, muchas de las distorsiones que se observan en diferentes sectores en México resultan del papel de los intereses creados en la captura del aparato de diseño de políticas. En muchos casos, aunque no todos, son los mismos grupos de interés que gozaban de acceso privilegiado a las rentas públicas durante la época del gobierno de un solo partido. Aunque el fin de la existencia del sistema unipartidista inspiró expectativas en torno al debilitamiento de las posturas privilegiadas de estos intereses creados, y del inicio de una nueva era en la que se compartieran más ampliamente los beneficios de las políticas gubernamentales y el desarrollo económico, esto aún no ha sucedido" ("cambio" con "continuidad").
El Banco Mundial rehuye dar nombres y apellidos (aunque son de todos conocidos y por todos padecidos), pero si reseña la complicidad: "una serie de grupos de interés media, y muchas veces captura, la relación entre el liderazgo político y los ciudadanos en general (en su capacidad de votantes), lo que afecta el suministro de bienes y servicios públicos. Su influencia se debe en parte a su capacidad de intervenir en el proceso de diseño de políticas públicas, en especial en lo relacionado con la capacidad de atacar u obstaculizar funciones o fuentes de ingreso que son clave para el Estado. Elecciones libres y competitivas deberían ser un buen medio para que el público en general se convirtiera en contrapeso de estos intereses especiales. Sin embargo, se detecta una serie de obstáculos que limitan la capacidad de los votantes para demandar la rendición de cuentas de los políticos por su desempeño, con lo que se les permite seguir atendiendo estos intereses creados, en muchos casos, a costa de los intereses del público en general".
Más de la connivencia: una de las principales fuentes del débil crecimiento en México es la falta de competitividad, debida en gran medida a la concentración de las estructuras en sectores clave de la economía... Cuando ciertas políticas públicas habrían abierto las estructuras de estos sectores, haciéndolas más competitivas, la decisión del gobierno tendió a favorecer la concentración del mercado... Los ganadores (de la privatización) son el reducido número de miembros de la elite económica, de gran tamaño y sólidamente establecida, mientras que los perdedores son los consumidores en general, quienes se ven obligados a afrontar mayores precios. De igual modo, pierden las empresas pequeñas, que deben enfrentar mayores costos para sus insumos con respecto a los que habrían prevalecido "si el proceso de privatización hubiera sido menos amigable para los miembros de la elite económica de México".
Otro patrón sorprendente del caso mexicano es el activo papel de los empresarios "emergentes", surgidos durante la restructuración del sector privado durante los años ochenta en el entorno de la nacionalización de la banca y el auge del mercado de valores (Roberto Hernández y Alfredo Harp, por ejemplo). "Algunas de sus posiciones se afianzaron aún más mediante su participación activa en estas grandes transacciones del proceso de privatización y, por lo menos en algunos casos, la protección gubernamental que ofrecían estas mismas transacciones luego de la adquisición de los activos".
Las rebanadas del pastel
Felicidades por el logro: México, en resumidas cuentas, ya es un país altamente desigual desde una perspectiva internacional, pero ocupa la tercera posición mundial en lo que se refiere al peso específico de sus multimillonarios.
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