Luis Linares Zapata
La foto familiar con el Papa urgía a los estrategas de Calderón. El presidente oficial abandonó un país asediado y partió canturreando a la Europa de todas las legitimaciones derechistas. La imagen de un Ejecutivo al frente de la lucha sin cuartel contra el crimen organizado se adelgaza con preocupante velocidad a través de las noticias cotidianas, aun las de mayor obsecuencia con el oficialismo. Un retoque mediático de sensibilidad y recato personal se vio como urgente asunto de Estado. ¡Qué bonita familia mexicana la que reflejan los esposos y niños Calderón rodeando a "su santidad" Benedicto XVI! Sin duda quedará gravada en las retinas de los clasemedieros de urbes gigantescas y pequeñas localidades de provincia. Hombres y mujeres temerosos de Dios, apegados a las sanas costumbres heredadas de antepasados silenciosos, la inagotable reserva del panismo tradicional.
Toda la clase política nacional está de manteles largos mientras su guía emergente se dispone a continuar la, sin duda, triunfal gira por los salones más influyentes del poder mundial. Para esa tarea lleva hasta titulares de noticieros nocturnos, cuyos tiempo de aire se dedican, casi por entero, a narrar, al detalle, tan relevante travesía para los destinos de México. El roce internacional con esas esferas tan estilizadas por siglos de rutinaria elegancia, buen gusto e inteligencia darán el escenario deseado a los comunicadores del oficialismo. Calderón retornará a la patria con los galones de un triunfo merecido por la sobria conducta, donde se combinan los sentimientos personales, las emociones íntimas y las arraigadas creencias religiosas, con los deberes y el protocolo republicano. Bastaba más. Una rotunda victoria de Calderón y su equipo de estrategas (los tres de tres) apenas salido de esa otra batalla contra los demonios de su propio partido.
El enfrentamiento contra los yunquistas, comandados por Espino y secundados por el ranchero rencoroso de Guanajuato, esposa y ex subordinados, fue extenuante. Los recursos de la Presidencia se emplearon a fondo y Espino, el bravucón de la pequeña historia, quedó boqueando sangre. Pero se ganó la trifulca facciosa. El grupúsculo de fudamentalistas quedó enredado en sus propias cortedades. No resistió el embate de la tropa calderoniana, ahora comandada por César Nava, mosquetero valiente que, por lo venidero, tiene despejado el camino hacia la cima del blanquiazul. A continuación seguirá la andanada de todos a una en pos de las reformas estructurales, empujadas desde hace más de 20 años por el Fondo Monetario y el Banco Mundial, instrumentos del acuerdo de Washington.
En esta revisión de victorias del panismo incrustado por la fuerza en Los Pinos no se pueden soslayar las reformas a la Ley del ISSSTE ante las cuales, más de medio millón de amparos, no impedirán, ¡qué va!, su aplicación a rajatabla. Los pocos agitadores (como los llamó en alarde racista un diario capitalino) ya pueden continuar con sus protestas callejeras, tan alocadas como inútiles. De lo que ahora se trata es de reparar los servicios del ISSSTE de manera urgente y sanseacabó. Un corto periodo de 90 días es suficiente para tal hazaña calderonista. Sólo resta, como anticipó el banquero español Rodrigo Rato (FMI) seguirse de frente con las demás reformas pendientes: la hacendaria, la energética y, de paso, hasta la laboral. Una lección de trasteo político impecable, ejecutada sin traspiés en las pensiones, según se apreció por su veloz paso por un Congreso sin remedio voluntario.
Y qué decir de la vapuleada ley Televisa. Una acabada obra del prianismo ya curado de espantos y traiciones donde Calderón (junto a Madrazo) fue, y sigue siendo, pieza clave en el tablero de la mediocracia. Sin el auxilio de las televisoras no lo sacarían adelante el 2 de julio de 2006, según alegaron con hombría de bien sus allegados. La Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha encargado, sin mucho esfuerzo, de transparentar los trastupijes de coordinadores parlamentarios y demás agentes de colocación de anuncios que actúan, aún ahora, como diputados y senadores de la República. Los multimillonarios regalos a los concesionarios, posesionados del espectro radioeléctrico del país, parecen, como adelantaron los ministros, sujetos probables de fuerte palo desde la Suprema Corte, muy a pesar del empuje de los abogados panistas y de Fox, aquel ranchero rupestre, usufructuario de favores, otorgados en generosos adelantos, para su dorado retiro.
Estas y otras más son las grandes victorias de Calderón. A los sostenedores de la imposibilidad del fraude electoral, los que gritan por una solitaria prueba de las trampas de hace casi un año, bien harían asomándose a lo que el mismo secretario general de gobierno de Guanajuato ha dicho frente a los delegados federales en ese estado, cuando afirmó, según versión de diarios locales no desmentidos, haberle dado el triunfo a Calderón al meterle un millón de votos adicionales. Ese sí que fue un crucial triunfo en urnas embarazadas.
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