Gustavo Iruegas
La semana pasada, los 192 estados miembros de las Naciones Unidas determinaron dedicar el 2 de octubre de cada año a preconizar la no violencia, y con ello promover una cultura de paz, seguridad, tolerancia y entendimiento.
Mohandas Karamchand Gandhi, renombrado también como Mahatma (Alma Grande), habría cumplido el próximo 2 de octubre 138 años. También en este año 2007 se cumplen cien años de que Gandhi inició en Sudáfrica, y continuó después en su patria, la lucha contra los colonialistas ingleses, que él mismo llamó Satyagraha, una modalidad de la resistencia pacífica que descansa conceptualmente en la fuerza de la verdad. El Congreso de India, presidido por Sonia Gandhi -viuda de Rajiv, nuera de Indira-, convocó a una Conferencia Internacional por la Paz, la No Violencia y el Empoderamiento: La Filosofía Gandhiana en el Siglo XXI, encuentro que, con este largo nombre, se realizó a finales de enero último en Nueva Delhi. Asistieron representaciones partidarias de 90 naciones (por México, una del PRD) y 122 organizaciones de la sociedad civil. Fueron los participantes en esta conferencia quienes tomaron la iniciativa de celebrar los 100 años de la Satyagraha como método de lucha y consagrar la fecha del nacimiento de Gandhi a la promoción de la no violencia. El gobierno de India llevó el proyecto a las Naciones Unidas e impulsó el apoyo internacional para la idea. Entre los respaldos que recibió estuvo el del gobierno legítimo de México, que actuó como parte interesada. La ministra del Exterior de India, Anand Sharma, promovió su aprobación por la Asamblea General y consiguió su aceptación unánime.
Mahatma Gandhi, un abogado formado en el University College de Londres, logró conformar su determinación de lucha con la motivación y la inspiración necesarias para alcanzar la victoria. La motivación le llegó directamente de la brutalidad policiaca y del ejército inglés, tanto en Sudáfrica como en India. La inspiración la encontró en antiguas tradiciones indias de no violencia y en pensadores como Henry David Thoreau, el estadunidense que apelaba a la desobediencia civil ante su gobierno por la persistencia de la esclavitud en su país y por la guerra de agresión de su gobierno contra México en 1847; y en Liev Tolstoi, el literato inconforme que buscó tenazmente los valores morales y sociales fundamentales, mismos que finalmente identificó como el amor a la humanidad y la resistencia al mal.
Quizá en nuestro medio la expresión "la fuerza de la verdad" pueda ser leída como "la fuerza de la razón" sin modificar profundamente el sentido de la idea. En nuestros días y nuestra tierra la verdad, siendo unívoca, está vulnerada por la perversión de aquellos encargados de transmitirla. Nos venden una verdad torcida y tortuosa que, mirada de cerca es siempre una mentira. Los dueños de la televisión dan a los ciudadanos en resistencia el trato de "intocables" que Gandhi aborrecía en su sociedad de castas y desvanecen en el espectro televisivo la noticia de la lucha. A ello se suma ahora la banca extranjera, que tanto dinero le ha sustraído al pueblo de México y cínicamente nos niega el servicio público al que se comprometió ("por así convenir a sus intereses"). Por sí o por encargo, esa banca mezquina y avarienta está determinada a hacer todo el daño posible al pueblo resistente. Por su parte, el usurpador, la oligarquía a la que sirve y el imperio al que obedece disponen de la información, del dinero y de las armas; pero la verdad está de nuestro lado y es muy poderosa. Nosotros tenemos la razón, instrumento formidable capaz de forzar el necesario cambio. La determinación y la tenacidad con que defendemos la verdad conforman a la vez la estrategia y el instrumento capaz de forzar, paso a paso, el necesario tránsito hacia una nueva república. La razón nos asiste, la verdad nos respalda y la ética nos guía.
Nos congratulamos por la decisión de la Asamblea General de consagrar un día a patrocinar la no violencia, porque es la manera en que nuestro movimiento ha decidido resistir la imposición, la explotación y la fuerza. Al mismo tiempo, celebramos que ese día sea el 2 de octubre, porque esa fecha está impresa en nuestra memoria y en nuestra conciencia para recordarnos la potente consigna del 68 universal: no tenemos la fuerza pero tenemos la razón. Ahora sabemos que tenemos también la fuerza de la razón.
Es evidente que no se trata de que la comunidad internacional se haya inspirado en esa fecha trágica de nuestra epopeya nacional para impulsar un método universal de lucha contra la opresión de los pueblos. Tampoco es una mera casualidad. Es, sí, una feliz coincidencia, porque vincula el aciago episodio de nuestra historia reciente con la actualidad de la resistencia pacífica que el pueblo de México hace al gobierno espurio, a la oligarquía extranjerizante y a la hegemonía imperial.
El día primero de julio estaremos celebrando en el Zócalo de la ciudad de México un año del triunfo electoral, recordando el despojo a la voluntad popular y dando una muestra de fuerza al gobierno espurio. Necesitamos la presencia y la participación de todos.
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