Guillermo Almeyra
Mauricio Macri, segundo en una dinastía de caballeros de industria, obtuvo en las elecciones del domingo pasado casi el 46 por ciento de los votos (en las anteriores había logrado el 37 por ciento). Ganó, sobre todo, en las zonas más ricas (Barrio Norte, Belgrano) y más pobres (Villa Lugano, Mataderos) y entre los jubilados y sacó menos votos entre los estudiantes y los jóvenes en general, los cuales, como las electoras, votaron en mayor proporción por el ministro kirchnerista Daniel Filmus.
Acudió a las urnas el 76 por ciento de los empadronados, de modo que los 21 puntos de diferencia que lo separan de éste difícilmente puedan ser anulados en las apenas dos semanas que quedan antes del segundo turno. El conglomerado de Macri (que incluye a toda la derecha), tiene 28 curules sobre 60, o sea, casi la mayoría absoluta en la legislatura porteña.
Ahora Filmus, para ganar el ballottage, deberá convencer a muchos que votaron por Macri, conquistar gran parte del casi 20 por ciento que sufragó por el actual jefe de gobierno porteño Jorge Telerman -tarea difícil porque la mayoría de esos votantes son antikirchneristas-, lograr algunos de los votos de la fragmentada izquierda (que en total no obtuvo ni el 9 por ciento de los votos y, además, dice que tanto Kirchner o Filmus como Macri "representan a los patrones") y ganar votos en el 24 por ciento que no acudió a las urnas. Teóricamente eso es posible, pero sería casi un milagro. Porque las políticas neoliberales desindustrializaron la ciudad y las grandes fábricas de hace 30 años son hoy ruinas abandonadas.
El peso moral y político de cientos de miles de obreros industriales desapareció con ellas. Sectores importantes de las clases medias pobres también se fueron a las villas miserias que circundan la capital. Esta se transformó en una ciudad de servicios, con barrios donde la oligarquía vive como en Europa y otros donde los lumpenproletarios sobreviven como en Calcuta. Esa alianza entre los que se beneficiaron con el menemismo y se benefician siempre con la mundialización y las víctimas de la misma, que hace por lo menos 20 años perdieron su condición de trabajadores, es lo que explica el macrismo. Macri, dueño de Boca Juniors, boss de FIAT, beneficiado con la privatización del correo, hasta hace poco concesionario de la limpieza urbana en una ciudad particularmente inmunda, es un Berlusconi porteño y se apoya sobre la mentalidad conservadora de la inmensa mayoría de los votantes, se sostiene porque aún están en pie la ideología neoliberal y la idea de que lo privado es mejor. Y, en particular, saca provecho del deseo de mano dura ante los delitos, multiplicados por la desocupación, porque los ricos temen los secuestros y los más pobres le tienen miedo al narcotráfico, a los robos de sus pocas pertenencias, a las violaciones y porque ambos sectores son racistas pues creen que todos los delincuentes vienen de los países andinos y destruyen la identidad nacional. Por eso Macri reúne ex ministros de la dictadura militar, a los medios de información de la derecha y al empresario Blumberg -ese cruzado de la "tolerancia cero"- y cuenta con la simpatía activa de la jerarquía católica.
La victoria actual de Macri tuvo como efecto borrar a Elisa Carrió como candidata a presidente de la República por la derecha y colocar al empresario como jefe de toda la reacción a escala nacional y hacedor del candidato derechista a ocupar la Casa Rosada en octubre. De modo que Kirchner, si ganase Macri, no sólo tendría que enfrentar la oposición del gobierno de la capital (el segundo distrito electoral) sino que también debería hacer frente a una oposición de derecha unificada, capaz de ganar un centroderecha muy reaccionario (por ejemplo, la Carrió compara a Kirchner con Ceausescu).
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el electorado de Macri incluye muchos que en octubre votarán por el kirchnerismo. En cuanto a la palabra que define a la izquierda es desastre. Patricia Walsh y el MST (que querían ser el eje de un reagrupamiento del sector) obtuvieron menos del 3 por ciento de los votos (sobre todo entre los estudiantes del centro). No es una buena base para pelear por la presidencia. En cuanto a Claudio Lozano, de la Central de Trabajadores Argentinos (que era candidata también a ese papel de aglutinador de la izquierda nacional) no superó ese porcentaje y tiene escasa credibilidad.
Otras listas de la ultraizquierda (MAS, 0.2 por ciento, o el Partido Obrero, con cerca del 1 por ciento) no son ni siquiera testimoniales... Lo más probable, entonces, es una lucha de la derecha -que ha sido reforzada por su triunfo- contra el gobierno kirchnerista, de centroderecha, lo cual podría obligar a éste, para conseguir que Filmus venza en el ballottage y que en octubre gane "un pingüino o una pingüina", como dijo Kirchner, a izquierdizarse un poco...
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