Jorge Camil
Entre tantas declaraciones, mentiras, contrasentidos, e insultos a la inteligencia de los mexicanos, el chinogate solamente arroja una cosa en claro: corrupción, corrupción ¡y más corrupción!
Corrupción y mentiras, porque el asunto nos fue revelado con jactancia, entre grandes titulares, para celebrar triunfalmente los primeros 100 días del nuevo régimen. Nos dijeron que mientras unos mexicanos dormíamos, y otros celebraban en Palacio Nacional la toma del poder el primero de diciembre de 2006, las fuerzas de seguridad irrumpían en una casa de Lomas de Chapultepec para efectuar "el mayor decomiso de dinero sucio en la historia de la humanidad". Era -se nos hizo creer- fruto de la "guerra" contra el crimen organizado; la prueba de que el embate de 30 mil efectivos militares en ocho estados de la República le había asestado finalmente un golpe de muerte al crimen organizado. Y aunque curiosamente la "guerra sin cuartel" no había arrojado en esos 100 días arrestos espectaculares, ni cierre de operaciones ni destrucción de canales de distribución, el gobierno aseguró que se apuntaba con el operativo una victoria contundente.
No obstante, a partir de ese momento se desenredó la madeja y el gobierno comenzó a tropezarse con sus propias mentiras. En un "decomiso" que la prensa estadunidense aseguró desde un principio que fue realizado con información y activa participación de la DEA, el gobierno mexicano se atribuyó el éxito, aunque cuatro meses después continúe cantinfleando sobre la ubicación del dinero.
Primero se dijo que "por razones de seguridad" había sido depositado en el Banco del Ejército, como si las instituciones de crédito privadas no estuviesen habituadas a guardar millones de pesos. Posteriormente, dando por seguro que somos una caterva de ignorantes, se afirmó que el dinero, "como estaba en dólares", se había depositado en la reserva federal de Estados Unidos o el Bank of America, y que en unos cuantos días había generado intereses por más de un millón de dólares. Hoy, según las últimas declaraciones, la historia de este dinero peregrino y misterioso nos trae de regreso a las arcas del Banco de México, donde supuestamente fue incautado para ser distribuido entre la PGR y otras dos entidades de gobierno.
Más allá de las ridículas declaraciones de los abogados de Zhenli Ye Gon, destinadas a negociar, o a defender su inocencia en tribunales estadunidenses, cabe preguntar: ¿por qué las contradictorias declaraciones del gobierno mexicano sobre el caso y la ubicación del dinero? ¿Quién le advirtió a Zhenli del operativo?
Aunque México afirmó que desde el decomiso existía una orden de captura internacional en su contra, Zhenli fue detenido por la DEA apenas ayer, para enfrentar un proceso iniciado en Estados Unidos desde abril (La Jornada 25/7/07). Antes que eso habría qué preguntar: ¿cómo se convirtió en cinco años en ciudadano mexicano, asesor del Senado, constructor de una planta de 14 mil metros cuadrados de productos químicos, propietario de un grupo corporativo y el mayor importador de sustancias controladas? ¿Quién hizo posible que este chino inteligente y seguro de sí mismo, que hoy mantiene en jaque al gobierno de Felipe Calderón y al partido en el poder, haya podido importar toneladas de seudoefedrina, fabricar cantidades industriales de drogas sintéticas y efectuar enormes transferencias al exterior, que según las autoridades estadunidenses podrían ser parte de la mayor operación de lavado de dinero de los tiempos modernos?
Todo a la vista de nuestras autoridades; todo con la complacencia o colaboración de funcionarios hacendarios, aduanales, migratorios y de salud. ¡Vaya!, pasando por las narices mismas del presidente Vicente Fox, quien le entregó en propia mano su certificado de nacionalidad en una emotiva ceremonia oficial.
Este chino misterioso, que atravesó sin ser detectado todos los radares del gobierno mexicano, amenaza la estabilidad del régimen mientras nuestros complacientes legisladores decidieron "posponer hasta septiembre próximo" la investigación del caso. En otros países estas historias se convierten en leyenda: ¿quién no ha escuchado del hombre que llegó con 10 pesos en la bolsa para construir un emporio industrial o comercial? En México, en cambio, la historia de Zhenli es un espejo que refleja nuestra realidad: hasta dónde puede llegar un hombre inteligente y sin escrúpulos en el mundo de corrupción e impunidad de nuestro sistema político. (¿No tuvimos suficiente con Carlos Ahumada?)
Este chino rozagante de mirada inescrutable aparece en los medios para contar con desenfado una historia que la prensa nacional ha calificado de "cuento chino", pero que todos conocemos de sobra; la historia de una corrupción que se extiende como mancha de aceite y alcanza en forma inexorable a todos los partidos políticos y a todos los niveles de gobierno.
El mensaje de Zhenli es claro y muy preciso: "así es como el crimen organizado ha llegado a los niveles que ustedes conocen". Un mensaje que se puede resumir en la frase que él mismo hizo famosa: "copelas o cuello".
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