viernes, julio 27, 2007

Tengo cáncer

Y pensar que cierta persona calificó, no ha mucho, a este destacado periodista como "cualquier bloguero". (Como casi siempre habla sin ton ni son)...En lo personal tengo escasos meses leyéndolo a menudo. Sin saber el historial que aquí nos manifiesta se ganó mi simpatía por sus planteamientos siempre certeros sobre la situación que vivimos en México. Sin duda son escasos esta clase de escribidores. Mis respetos y deseos de buena salud para este caballero del periodismo. He aquí una entrevista que vale la pena considerar. (Sabio)

"Tengo cáncer", Revela Fausto Fernández Ponte

Por Manuel Hernández Ortiz

El jueves de la semana pasada, el legendario escritor y periodista Fausto Fernández Ponte recibió los resultados de un estudio médico, el cual reveló que padece cáncer en la próstata.

Una segunda ronda de análisis establecerá si hay metástasis y otras partes de su cuerpo están de igual forma afectadas y con ello dar un diagnóstico sobre la gravedad de su estado de salud actual.

Desde su última recaída del 17 de junio, don Fausto ha perdido 25 kilos de peso.

Está por cumplir 71 años este incansable fundador de periódicos, así como corresponsal de guerra de Excélsior en tres continentes distintos, donde sobrevivió al fuego cruzado. Ahora don Fausto libra una batalla más, esta vez contra el cáncer.

Pese a esta realidad, no cesa su buen humor, ríe a cada momento, aunque --como a todo periodista-- no le gustan las fotos y se pone serio ante la cámara.

--Siempre estuve del lado del círculo rojo toda mi carrera, inclusive dentro de Excélsior, en lo que era la vida interna de la cooperativa, pero mi carrera la empecé en México... Yo empecé a escribir para el diario "La Opinión" de Minatitlán. Tenía quince años y me publicaban crónicas deportivas... para eso déjame decirte que Coatzacoalcos no tenía diario y el centro cultural era Minatitlán, además de que todo lo político se concentraba en este lugar, por los petroleros.

¿Cuándo piensa en irse?

--Cuando me fui a estudiar a Xalapa. Ahí me di cuenta de que yo no tenía nada que hacer en Derecho, no era mi llamado. Fui a estudiar Derecho a Xalapa, pero dije 'esto no es lo mío'.

Así ha pasado con grandes periodistas, cursan otra carrera y terminan en el periodismo...

--Mira yo no creo que uno nazca con una vocación determinada. Las vocaciones son consecuencia de la conjunción de ciertos sectores, consecuencias y circunstancias... Mi madre, por ejemplo, escribía poemas, y mi abuelo era una anarquista español, gallego, era un hombre muy inquieto, le gustaba escribir y leía mucho. Mi padre, a su vez, le gustaba mucho leer, aunque no escribía y se concentraba en el ambiente intelectual de Coatzacoalcos, pero su papá era todo un ideólogo y de igual forma arrastraba la pluma.

¿Sintió que le quedaba chico Veracruz?

--No fue eso, simplemente no había opciones. Laboré algún tiempo en el Diario de Xalapa, también en El Dictamen, además de que no había escuelas de periodismo hasta que se fundó la escuela Carlos Septién. Yo decía en dónde estudiaba periodismo: pensé en Francia, pero no sabía francés. La ventaja fue que yo hablaba inglés muy fluido, porque me lo enseñó un jubilado gringo que vivía en mi tierra, era jubilado de la Marina, se llamaba el profesor Hunter, entonces yo le ayudaba con los mandados y así fue como fui aprendiendo a hablar el inglés.

¿Y dónde estudió periodismo?

--En la universidad de Minessota. De hecho, tengo dos títulos y además una maestría, aunque la otra no tenía nada que ver con el periodismo. Inicio la carrera en Estados Unidos con una beca, me enteré de la beca que daba la embajada, yo estaba en la sección deportiva de un diario y me llegó el telegrama: entonces fui y me empezaron a hacer todo tipo de pruebas, y me dieron mi boleto de avión.

¿Qué recuerda de los periódicos en los que trabajó en Estados Unidos?

--Todos me trataron muy bien, estuve en el The Lacrosse, que es un diario que está muy cerca del río Mississipi. Ahí me asignaron y parte de la beca era que tenía que hacer un internado y ahí empecé. Para mí fue muy fácil escribir en inglés, casi igual que el castellano, pero eso te lo da la práctica, el oficio. Yo me siento más identificado con el castellano porque es la lengua materna, que la lengua aprendida. Estando en la Universidad te ofrecen trabajar en 3 ó 4 periódicos, es como en el deporte: van a las escuelas buscando mano de obra, entonces terminas y te vas derecho.

¿Trabajó usted en el Philadelphia Enquirer?

--Es un periódico muy grande, tenía como 400 reporteros, era un mundo, y ahí no te firmaban la nota por política de la empresa, eran las reglas del periódico, sólo te daban crédito en las notas exclusivas que hacías o en las notas muy trabajadas. Una nota de las llamadas "notas cajoneras", como les decíamos en Excélsior, ésas no te las firmaban, así que casi todas mis notas en ese periódico se fueron sin crédito, pero recuerdo que firmé un reportaje sobre los Voladores de Papantla que llegaron a Filadelfia. Hice una nota de color, me mandaron porque era yo de Veracruz, pero la verdad es que era la primera vez en mi vida que veía a un "volador" de Papantla.

¿Cómo se sentía siendo mexicano en periódicos de aquel país?

--Siempre encontré gran camaradería, aunque son lugares donde hay la cultura de jungla, de sálvese quien pueda, pero encontré mucha camaradería de los jefes de Información y de Redacción, o de los similares, ya que allá no existe esa figura, así como de las "fuentes". En un tiempo me asignaron el área judicial, el área judicial gringa es compleja, claro, era la municipal, pero era muy compleja.

Se le ubica por ser un periodista de izquierda, ¿allá lo ejerció?

--Me viene de nacencia: mi abuelo era anarquista, comunista, es más, fue uno de los fundadores del Partido Comunista mexicano en el sur de Veracruz; él organizaba cooperativas pesqueras antes de que Cárdenas las organizara. Cuando finalmente regresó a España fue en la guerra civil y pues, bueno, yo creo que la pasó muy difícil allá, nunca más lo volvimos a ver, debe estar en una fosa del franquismo. El origen que uno tiene no nos lo podemos quitar.

¿Conoció usted a Bob Woodward y Carl Bernstein del caso Watergate?

--Los conocí ya siendo corresponsal en Washington. Son personas que primero te las encuentras en algunos lugares, pero ya luego tratas de tener una relación con ellos. Bernstein es, en mi opinión, un hombre muy inestable. Woodward es, en mi opinión, más sólido. Ambos revolucionaron el periodismo gringo en el aspecto de las "fuentes", la confidencialidad de las "fuentes". Todavía hay quienes piensan que Garganta Profunda no existió, aunque luego ya apareció alguien diciendo que él era Garganta Profunda y pues, bueno, ya luego al paso del tiempo la historia la cotejas y te das cuenta de que los dos le atinaron como en un sesenta por ciento, quizá un poco menos del 60% a lo que era la realidad, pero ese tanto por ciento era tan pesado que por eso hicieron lo que hicieron.

Pero ellos eran reporteros como cualquier otro compañero de usted...

--Así es, la relación más cercana era con Woodward, yo no diría que estrecha, pero sí cercana, porque yo soy fundador de un periódico allá y lo invitamos a que nos diera una plática, la cual se prolongó hasta altas horas de la noche y la madrugada, y luego cuando estaba yo en El Financiero, de igual forma lo invitamos a que estuviera en El Financiero, dio algunas pláticas, cosas de ese estilo.

Entrevistó en exclusiva a Bill Clinton...

--Así es, dos veces, la primera fue cuando era candidato (fue para El Financiero)... Le dije al director: "Oye, ¿por qué no concertamos una entrevista con Bill Clinton a propósito del TLC?" Me preguntó ¿tú crees que la puedas conseguir? "Yo creo que sí, déjame intentarlo, nada se pierde". Yo tenía una sección que se llamaba Relaciones Bilaterales, que hablaba de la relación entre México y Estados Unidos, la entrevista se realizó por ratitos, de pausas cada cinco minutos, por lo ocupado que estaba el candidato, pero se dio la entrevista. Le pregunté qué era el TLC, si estaba de acuerdo o no en su aplicación y me dijo que quería estar más empapado del tema, porque no estaba de acuerdo, aunque ya luego como Presidente cambió esa postura, (fue en la segunda entrevista), pero como candidato nunca estuvo de acuerdo. Yo sentí que se oponía para proteger al sector laboral de Estados Unidos, pero como candidato pedía el voto de los trabajadores.

¿Cómo es en persona Bill Clinton?

--Es como un hombre de poder. Yo estoy convencido de que un hombre de poder es un actor, su espontaneidad es muy estudiada, yo lo sentí más espontáneo como candidato a la Presidencia. La entrevista que le hicimos fue en una mesa enorme, con el Jefe de Prensa y Seguridad.

¿Asusta hacer entrevistas de ese calibre?

--No, yo cubría la Casa Blanca desde hace muchos años; fui amigo de Nixon, me distinguió con su amistad desde que yo era estudiante y él era abogado.

¿Cómo era Nixon?

--El organizó una entrevista en su despacho, en ese entonces era abogado, había reporteros de distintos países del mundo, entonces cuando nos fuimos presentando preguntó que de dónde venía yo y le dije: "Yo de México", y dijo: ¡Ah, México! Resultó que le gustaba mucho México, vivió algún tiempo en Acapulco y resultó que contó que su hija Trisha era mitad México.

O sea, que vino a hacer picardías aquí...

--Así me dijo, fui con el único con el que se detuvo a platicar por ser de México, se vino de luna de miel y tenía muchos recuerdos, entramos a la una a la entrevista y salimos a las 2. Ya cuando nos íbamos, se dirigió a mí y me dijo: "Te invito el sábado a mi casa (era un lunes), no faltes", me dijo, pero era todo un dilema para mí, porque estaba muy lejos su casa, tomar un taxi hasta allá era carísimo, pero me las ingenié y llegué, porque estábamos muy lejos de la ciudad de Nueva York.

¿Y que pensó luego de él, con el escándalo?

--Déjame decirte algunas cosas de Nixon: era un hijo de la chingada, pero era un hombre que tenía un lado humano, su lado endeble, pero para la política era un hijo de la chingada. ¿Cómo decirlo? Me tocó el tener amistades con personajes que luego, en el futuro, fueron cuestionados, porque, por ejemplo, yo de igual manera fui muy amigo de Gustavo Díaz Ordaz, me tocaron de amigos, así fueron las cosas, pero la amistad con Nixon me permitió muchas veces la entrada a la Casa Blanca, lo cual incluso me ocasionaba problemas, me pasó con Julio Scherer en Excélsior. Le dije: "Oiga, Nixón me da una entrevista exclusiva en La Casa Blanca". ¡No, esas entrevistas son para el Director! Así me dijo. "Bueno ¿y qué hago?", le pregunté. Cancélela y que me la den a mí. Hablé entonces con el Jefe de Prensa y me dijo que no, "no puede ser, en primera porque es una decisión personal de Nixón, a ti te la dio porque es tu amigo, y segundo, tendríamos que investigar a Julio Scherer y eso dura seis meses por los servicios de Seguridad". Yo estaba acreditado, la conseguí con el Presidente Johnson y fueron como seis meses de investigación, te investigan de todo. Entonces le hable a Julio y le dije y me salió con que era una cosa mía... pero me la hizo también con Fidel Castro, esa entrevista me la consiguieron los de Prensa Latina y Castro dijo que sí. Le dije a Julio que me tenía que ir a la Habana para hacer la entrevista y de nueva cuenta me dijo que esas entrevistas eran para el Director General, que la haría él. Les dije a los de Prensa Latina y dijeron que le iban a comentar al Comandante, pero Castro, dijo: "Con ese mocho no quiero nada".

¿"Mocho" significa lo mismo allá que aquí?

--Sí, y platiqué con Fidel para no cortar el compromiso, pero no la pude publicar, fue una conversación larguísima hasta la madrugada, me contó muchas cosas, del espía mexicano de la CIA que estaba en la embajada de México. Estamos hablando del año de 1968 o el 69. Eran entrevistas de muchas horas.

¿Qué otras entrevistas recuerda de ese calibre?

--Clinton, Carter, Johnson, este último se encabronó conmigo, me gritó, golpeó la mesa, porque le pregunté sobre Vietnam. Un grito de ellos es como una amenaza de muerte, pero ya luego se contentó.

Entonces, ¿ser mexicano fue algo positivo?

--En algunos casos específicos, porque muchas veces me tocó la discriminación. En una ocasión estábamos en un aeropuerto y sirvieron de comer y todos tenían platos blancos y el mío era amarillo, y dije "esto es discriminación", no dije nada.

¿A Castro se le nota un tirano?

--No, más bien se le nota tener una agilidad mental que si alguien la tiene a mil kilómetros por hora, él la tiene a dos mil; él ya sabía qué le quería preguntar, por qué y para donde iba. Es un actor, debe tener fácil 500 máscaras, porque hablaba con el rostro y con los labios. Cuando lo tratas, había cierta distancia, pero ya luego se va acercando y te toma del brazo, del hombro, eso dice mucho de una persona. Yo soy lector de Martí y siento que la conversación se relajó mucho cuando cité a Martí. Entrevisté también al Presidente Carter. Ahí se dio en forma distinta porque estaba por subirse a un helicóptero y le grité: "¡Presidente, Carter!", pero fue en español, de tal suerte que volteó y me contestó en español. Le dije que quería una entrevista y dio su instrucción a su Jefe de Prensa para que la agendara. Así es como debe trabajar el periodista, las entrevistas hay que buscarlas, aunque a veces por la suerte las entrevistas caen del cielo, aunque no nos vaya a pasar como le pasó a Ricardo Rocha, que tuvo enfrente al sub comandante Marcos y no supo qué preguntarle y perdió la entrevista, lo tuvo así, mero enfrente, pero se quedó pasmado, lo impactó, y uno lo ve y se piensa que tiene oficio, pero cuando pasan las cosas, pasan.

¿El periodista es el que escribe o el que sale en la tele?

--Bueno, lo que lee López Dóriga en la tele se lo escriben, hay una redacción, por cierto que escriben mal, a menos que López Dóriga lea mal; su estilo es decir, "hoy supimos" y ese estilo se lo copian todos, mal copiado, pero se lo copian.

Es su amigo López Dóriga, ¿verdad? (en el muro hay fotos con él).

--Sí nos conocemos desde hace mucho tiempo, desde la época de López Portillo.

¿Qué periódico lo marca, el cual diga usted: "Yo estuve en..." ¿Es Excélsior?

--Mi carrera tiene dos etapas: yo siento que me marcó Excélsior porque fui parte de esa Redacción legendaria de periodistas, y además que fui corresponsal en Estados Unidos y en las guerras, yo creo que por mi conocimiento para hablar el inglés, pero ninguno de esa generación estuvo, hablamos de López Azuara, Manuel Arvizu, todos ellos veracruzanos, ni de los otros, no hablaban inglés, entonces eso nos sirvió para salir al extranjero. Estuve en Africa, Oceanía, Europa, Asia, es la mejor forma de conocer un país como reportero y no como turista.

¿Vicente Leñero?

--Vicente en realidad no era parte de la Redacción. Él era amigo de Julio y estaba siempre en la oficina de Julio y luego en la revista Plural, pero siempre estaba en la oficina de Julio. Por eso muchos creemos que la novela de Los Periodistas no la escribió Vicente sino Julio, porque dice cosas que era imposible que él supiera.

Tal vez la hicieron entre los dos.

--Pues sí, pero el estilo es de Julio, él escribe muy bien, impecablemente... Una vez Rivapalacio dijo que sólo había tres periodistas completos en México: Denegri, Julio y Fausto Fernández Ponte. Lo dijo en un artículo en Internet que publicó hace como un año, entonces yo le hablé y le dije; "Oye (ah, porque de mí decía 'a pesar de sus defectos'), cuáles son esos defectos que dices", ¿pues que me sabe? Y que me dice: Ven a México, tomamos un café y ya te digo.

Oiga, usted que conoce toda la entraña, ¿qué fue lo qué pasó en el 76 con Excélsior, en verdad fue el golpe de estado del Presidente, acabando con el periódico por su línea editorial?

--Mira, ésa es una historia que la voy a contar, pero te voy a pedir que apagues la grabadora y si lo publican lo niego.

Prosigue.

--... Entonces, por eso yo no participo en la fundación de Proceso. Me invitaron, dije que no, que yo prefería seguir en mi trabajo en el Banco Interamericano de Desarrollo. Al final, Julio se quedó con todo, aunque se supone que los que se fueron con él se fueron como cooperativistas.

Un hombre con una visión como la suya, ¿a quien recomienda leer, qué actores?

--García Márquez, porque sus novelas son reportajes y a Heminway porque sus novelas son reportajes.

Pero eso a los periodistas... ¿al lector común?

--Todo lo que caiga en sus manos, incluyendo el Notiver. Lo importante es leer, leer, leer.

¿Qué opinión le merecen los políticos mexicanos a quienes ha conocido de cerca?

--Ninguno de los que conozco me inspira confianza, de plano, no he encontrado un político integro intelectualmente.

¿A usted lo han invitado a participar?

--Me invitó Cuauhtémoc Cárdenas en el 98 a ser candidato a Gobernador, y le dije que no, en primera porque no compartía la ideología política y en segunda porque le dije que nadie le iba a ganar a Miguel Alemán, siendo realistas.

Don Fausto, con una carrera así ¿cuál es el orgullo profesional?

--Todas las misiones periodísticas me han dejado algo, desde una guardia en la redacción hasta una exclusiva con un presidente.

¿En cuántas guerras estuvo?

--En cinco, incluyendo la de Vietnam que muchos la ven como la más importante, pero yo no la veo así, solo por lo político y porque fue una guerra de invasión y sin motivos reales. Estuve en el Sahara, Etiopía, Angola, me mandó Excélsior a esas misiones. Ya con El Financiero no cubrí ninguna guerra.

¿Estuvo usted en peligro?

--Sí y por eso del bloqueo mental algunas cosas no las recordaba, debido a la intensidad del momento. Una vivencia muy intensa fue una caída de un helicóptero, no fue a mucha altura porque empezaron a tirotear la nave. Yo recuerdo que me aventé pecho a tierra y caí sobre el agua que tenía el arrozal, se oían los gritos de los heridos y la balacera, hasta que pasó todo, de eso no me acordé hasta años después. Cuando terminó el desmadre estaba todo cagado y meado, a ese grado es el miedo, pero miedo en serio, pierdes el control de lo que haces...

¿Y es recompensada toda esa experiencia en el caso de la carrera?

--Si puedes vivir la vida con intensidad, vívela, sea periodismo, sea lo que sea, porque eso es lo que te da la fortaleza ante la vida, el temple, la seguridad.


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