Jaime Martínez Veloz
Después de algunos retrasos, por fin se ha podido publicar un libro que contiene textos, reflexiones y posturas sobre uno de los temas que nuestra nación no ha podido resolver: la relación del Estado con los pueblos indios de México. El título del libro es Chiapas: la paz inconclusa y el subtítulo Había una vez una Cocopa, y fue publicado por Editorial Gernika, bajo el cuidado en la edición de María de los Angeles Collado, mi buena amiga Angelita.
El libro contiene diferentes elementos que describen momentos del proceso de negociación, así como referencias y descripciones del contexto en el cual se ha desarrollado el conflicto chiapaneco. Es una versión de lo que se ha debatido sobre el tema, desde el Poder Legislativo, algunos entretelones con el Poder Ejecutivo, pero, sobre todo, de las vivencias con la propia realidad chiapaneca.
Desde luego, es un texto inconcluso como es hasta ahora la solución sobre el mismo, donde las instituciones de la República no han entendido, o no han querido entender, la importancia que tiene el tema para el fortalecimiento de la nación.
La reforma del Estado, tan socorrida en los discursos oficiales y ahora convertida en objeto de una ley de la que presume el Senado, excluye este tema que cimbró a nuestro país y que recurrentemente lo seguirá haciendo. No hay lugar para los indígenas en las grandes definiciones políticas del país.
No es una obra con grandes pretensiones, simplemente es una recopilación de una serie de textos, cuya importancia radica en haber sido expuestos y defendidos en el momento y circunstancias que quizá hoy ni siquiera existan en el imaginario colectivo. Relata el papel que desempeñaron los protagonistas de la primera Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), en la cual participaron Heberto Castillo (QEPD) en su última gran lucha de su vida rebelde, don Luis H. Alvarez, Rodolfo Elizondo, Juan Guerra, Fernando Pérez Noriega, Benigno Aladro, Pablo Salazar, Oscar López Velarde, Marco Antonio Michel, Guillermo del Río Ortegón (QEPD), Oscar González Yáñez, José Narro Céspedes, Juan Roque Flores, Juan Carlos Gómez Aranda y Roberto Domínguez. Posteriormente me correspondió compartir los trabajos de la Cocopa con compañeros como Carlos Rojas Gutiérrez, Javier Guerrero García, Felipe de Jesús Vicencio Tovar, Mauro Huerta, María Luisa Calderón Hinojosa, Emilio Ulloa, Jorge Antonio Morales Messner, Raymundo Toledo, Arely Madrid y Rutilio Escandón.
En esta etapa de la vida nacional, el papel que jugó la Comisión Nacional de Intermediación (Conai), con la figura de don Samuel Ruiz al frente, fue definitivo en favor de la paz. Lo logrado en las negociaciones de paz no fue poco y ahí la Conai tuvo destacadísima participación. El incumplimiento del gobierno no es responsabilidad más que del propio gobierno.
El libro es también el reconocimiento a un grupo de hombres y mujeres de Chiapas, que han dedicado su vida a defender una de las causas más nobles de México. Hoy en muchos círculos, incluso de la izquierda, es común la denostación hacia la figura de Marcos, hablan de una causa nacional, como si fuera una moda, y olvidan que los problemas de fondo no han sido resueltos. La vida me permitió conocer de cerca a los zapatistas, saber de su lucha, entender las dificultades de todo tipo a las que se enfrentan; no la tienen ni la han tenido fácil. Cualquier acción que realizan les cuesta un trabajo enorme, pero gracias a su organización y tenacidad han salido adelante.
Después de años de lucha, es obvio que han sufrido un natural desgaste y muchas cosas cambiaron en el país, pero ni su causa se ha desgastado ni su organización se ha mermado. Su estructura militar y sus organizaciones de base tienen la solidez que nace de sus propias convicciones. Su rechazo a cualquier acción que pueda tipificarse como terrorista les ha traído el reconocimiento nacional e internacional a su lucha y a sus causas. Las juntas de buen gobierno son instancias que funcionan y resuelven problemas comunitarios. A muchos cabildos les serviría conocer la forma en que los zapatistas procesan sus diferencias.
Hoy el Estado mexicano está en deuda con ellos, y mientras no reconozca esta realidad el sustento del Estado mexicano seguirá siendo endeble, voluble y discrecional. No basta hacer llamados a la cordura y la reconciliación, si no existen hechos, actitudes y acciones que avalen una necesaria redefinición de la relación de las instituciones de la República para con los pueblos originarios de México.
Hoy los nuevos actores tienen ante sí la disyuntiva de hacer un relanzamiento del proceso de paz en Chiapas. Si lo hacen, nada será fácil, pero también nada es imposible cuando hay voluntad política, pero si no lo hacen nadie deberá decirse sorprendido ante nuevos acontecimientos.
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