Carlos Fernández-Vega
Pobre criatura. Nadie quiere asumir su paternidad, ni responsabilizarse por su nacimiento y manutención, pero a la clase política se le queman las habas por los voluminosos recursos que ella aportaría y que, una vez más, saldrán de los estrujados bolsillos de los consumidores.
En el tradicional juego de aventarse la pelota, y en medio de un sinfín de originales catafixias, Ejecutivo y Legislativo se lavan las manos por la paternidad del impuesto “especial” a gasolinas, diesel y gas automotriz (independiente del aumento mensual), y, en el intento, de nueva cuenta han logrado que el engrudo se les haga bolas en ese engendro que gustan llamar “reforma” fiscal”, lo que da una idea de la irresponsabilidad con la que “conducen” el país. Así, la discusión y eventual aprobación de la “reforma” fiscal queda para “más adelante”.
En el jaloneo, y de forma por demás descuidada, los priístas se fueron de boca y presentáronse como los “mejoradores” de la propuesta original (la de Calderón y sus neocientíficos); de hecho se animaron a decir que “ya tenemos el pollo y falta ahora ver qué dice la cocinera”. Recularon en cuestión de horas, tras que los panistas los felicitaron por tan valiente actitud.
Poco después, los propios blanquiazules asumieron efímeramente la paternidad del referido impuesto “especial”; en tribuna presentaron la respectiva iniciativa y le pusieron proporción: 5.5 por ciento de gravamen al precio final de gasolinas, diesel y gas automotriz, siempre con la idea de encubrir al autor original (ídem), pero al darse cuenta que a ellos se les pasaría la factura política, de inmediato se lavaron las manos y dijeron que siempre no. La cereza fue cortesía del cavernario presidente nacional del PAN, Manuel Espino, quien, jabón en mano, aseguró: “el gravamen no es iniciativa del partido, sino una respuesta a las propuestas de los gobernadores del país”. A su vez, los mandatarios estatales dicen que no, que de ninguna manera ellos son los responsables del engendro… Y así por el estilo.
Sólo les falta afirmar que la paternidad del impuesto “especial” corresponde a los consumidores, quienes, tercos como siempre, exigen que se les clave un nuevo gravamen para que cada día paguen más por litro de gasolinas y demás combustibles involucrados en esta nueva andanada contra sus bolsillos, amén del impacto inflacionario.
¿Y en Los Pinos? Silencio sepulcral, a pesar de que la propuesta calderonista enviada a la Cámara de Diputados señala textualmente: “la presente iniciativa contempla la posibilidad de que las entidades federativas graven con impuestos locales únicamente la venta final de gasolina y diesel, así como el consumo final de tabacos labrados y cervezas, habida cuenta que estos bienes permiten el establecimiento de contribuciones de fácil administración local y que implicarán un alto impacto recaudatorio para las entidades federativas, lo que a su vez redundará en el fortalecimiento de las haciendas públicas locales y se traducirá en obras de infraestructura y programas de desarrollo social tendientes a disminuir la pobreza y mejorar el nivel de vida de sus habitantes”.
Además, es menester recordar la explicación que sobre el particular hiciera el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, el pasado 20 de junio: “… buscamos rediseñar el federalismo fiscal para que estados y municipios tengan más recursos propios, ya que los gobiernos locales son los que atienden mejor las necesidades cotidianas y más cercanas de la gente. Esta propuesta busca un replanteamiento del pacto federal atendiendo los problemas más relevantes que viven los estados y municipios en sus relaciones fiscales con la federación.
“Para eso se propone: 1. Ampliar las facultades tributarias de los estados y municipios, dándoles mayores incentivos para utilizarlas. Lo anterior, sin mermar las finanzas públicas federales y evitando que exista una proliferación de impuestos locales; 2. Simplificar y mejorar los incentivos de las fórmulas de las transferencias, tanto para las participaciones como para las aportaciones incluyendo el sector educativo. Esto bajo la premisa de que no se disminuiría el valor nominal de las transferencias actuales para ningún estado. Para expandir las facultades tributarias de los estados y municipios se propone permitir a los estados introducir un impuesto a las ventas finales de aquellos bienes o servicios que la Federación grave con un impuesto especial…”
Lo anterior requería de modificaciones constitucionales, y dado lo engorroso del procedimiento y la premura para sacar adelante el bulto, se les hizo fácil “arreglarlo” directamente en San Lázaro, y el PRIAN actuó en consecuencia, encubriendo al inquilino de Los Pinos. Sólo faltaba el porcentaje: el PRI propuso 5 por ciento y el PAN 5.5 por ciento, y asunto resuelto. Calderón tendría su “reforma”, los gobernadores “su” dinero y los dos partidos su gruesa factura política. De allí que siempre no son los padres de la criatura.
Y como en feria de pueblo, las catafixias están a la orden del día. Entre ellas: te aumento, vía fiscal, el precio de gasolinas, diesel y gas automotriz, pero te reduzco (sólo para industriales) las tarifas eléctricas; me apruebas la “reforma” y te desaparezco la tenencia vehicular, pero en 2009 (año de elecciones intermedias); me apruebas la “reforma” electoral y te palomeo la “reforma” fiscal, y así por el estilo, mientras el impuesto “especial a tabacos labrados y cervezas, misteriosamente”, desapareció de la discusión y del texto final.
Las rebanadas del pastel
Addio, Luciano. Grazie tante.
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