Enrique Calderón A.
Hace unos cuantos días nos enteramos por la prensa y la radio de que el gobierno había vendido la empresa de aviación Aeroméxico a un grupo de inversionistas asociados a Banamex, es decir a Citibank, por algo así como 250 millones de dólares. Varias dudas me surgieron de inmediato. ¿Cuál es la razón de esa venta? ¿El gobierno necesitaba ese dinero de manera urgente? ¿Por qué en ese precio y no otro? ¿Qué hará el gobierno con el dinero que reciba? ¿Servirá acaso para atender alguno de los graves problemas nacionales? Las preguntas son relevantes, y ciertamente de interés público, pero seguramente no serán respondidas, pese a todos los aspavientos de transparencia realizados por el gobierno, tal como ha sucedió con los bancos, los ferrocarriles, las carreteras, con Telmex y con los ingenios vendidos, con el argumento de los enormes beneficios que traerían al país, aunque nunca entendimos cuáles fueron éstos.
En particular, el monto fijado para la operación parece extraño: la empresa posee una flota muy moderna, en la que se incluyen al menos tres aviones Boeing 767, con un valor superior a 20 millones de dólares cada uno, y dos 757, de 12 millones de dólares. Cuenta también con más de 15 equipos Boeing 737, de más de 8 millones de dólares cada uno, y cerca de 20 aviones MDg, que en total deben costar más de 100 millones de dólares.
En la nota de la venta no se informa si ella incluye otras líneas subsidiarias como Aerolitoral, que pudieran incluir otros activos.
Si a estos activos físicos incluimos otros relacionados con equipos altamente especializados de prueba y mantenimiento de los aviones, equipos de oficina y vehículos, nos encontramos ya con un valor superior al precio en el que se vendió la empresa.
Sin embargo, el valor que debería tomarse en cuenta es otro, mucho más elevado, que incluye las certificaciones internacionales que tienen sus aviones para operar, las licencias para volar en más de 120 rutas nacionales e internacionales, la experiencia real acumulada de sus pilotos, de sus mecánicos, de sus directivos y mandos medios, y finalmente su prestigio como una de las compañías más seguras y prestigiadas del mundo, y la más importante de Latinoamérica.
Cuando se hacen transacciones de compraventa de empresas, todos estos factores son tomados en cuenta, al igual que los del crecimiento potencial y los negocios complementarios que la empresa puede lograr en el futuro. Un valor ocho o 10 veces más alto de lo que las inversionistas van a pagar resulta razonable, y representa las utilidades reales de la operación.
Sin embargo, todavía existen otras cosas que se debieran aclarar, como por ejemplo, con cuánto dinero en efectivo cuenta la empresa, porque esa cantidad, más algunos créditos que la misma empresa pueda adquirir, hará que los nuevos dueños tengan que pagar de sus carteras cantidades significativamente menores que las acordadas formalmente.
Aunque los resultados financieros de Aeroméxico no son del dominio público, es claro que se trata de una empresa con utilidades importantes, que el gobierno puede usar para proporcionar servicios públicos y realizar inversiones. ¿Por qué era necesario o conveniente tomar esa decisión? Y si tal era el caso, ¿por qué vender por tan poco algo que vale mucho? Las respuestas seguramente no las sabemos, y tampoco debemos sorprendernos si en los próximos meses nos enteramos de que los nuevos dueños vendieron sus acciones a precios 10 veces más altos de los que ellos pagaron.
Las respuestas son muy fáciles de inferir: la política neoliberal conduce a privatizar todo lo que pertenece a la nación y el gobierno espurio tiene que gratificar a quienes le apoyaron para usurpar el presidencia, no nos hagamos weyes.
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