José Agustín Ortiz Pinchetti
La película Fraude: México 2006 de Luis Mandoki, que inició su exhibición en más de 230 cines, es un hecho insólito por varios motivos. Un largo documental (102 minutos) que ensambla materiales dispersos de camarógrafos espontáneos con el relato del propio realizador, editado después de 300 horas de filmación. Es un testimonio de una infamia perpetrada desde el poder público. Es el relato épico de un despertar colectivo, la denuncia de una manipulación mediática, sus calumnias e infundios. Una revelación de una pasión que contagia al propio realizador y lo convierte.
Mandoki estuvo ausente de México durante 18 años. Fue precursor del éxito de los mexicanos en Hollywood. Ha dirigido numerosas películas y ha tenido gran éxito comercial. No tiene antecedentes políticos. ¿Por qué se involucró en un hecho político controvertido, en un país en que tantos intelectuales prefieren disimular?
Mandoki es un humanista sensible (sus películas Gaby y Voces inocentes lo demuestran), sabía de la corrupción de la clase política de México y de su ineptitud. De regreso a su patria sabe del desafuero contra Andrés Manuel. Conoce al personaje y le impresiona su inteligencia aguda y descubre un líder orientado a servir, no a servirse. Un pacifista. Además AMLO le da toda la libertad para filmar sin condiciones.
La admiración por el personaje fue una vía para penetrar una realidad mayor: el despertar de millones a la vida política. Su ingreso entusiasta y disciplinado al escenario público. Su entrega conmovedora a la causa. Una pasión que sacude a quien la observa sin prejuicios.
Mandoki documenta cómo Fox, la oligarquía y los medios, el TEPJF, el IFE y algunos ministros de la Corte conspiran para asfixiar una esperanza de cambio. Se ajustan al consejo de Jorge Castañeda: “hay que detener a López Obrador por cualquier medio”.
Las cualidades de la película son extraordinarias. El relato mantiene una densidad emocional que atrapa al espectador. Mandoki conserva su capacidad crítica y no traiciona su propósito central: develar la verdad. Entrevista a políticos, empresarios y comunicadores, incluso los capta en destellos de humorismo involuntario que desnudan y ridiculizan sus verdaderas intenciones.
La exhibición masiva de esta película no es concesión del régimen. Cuando se trató de sabotear su distribución, las empresas responsables recibieron miles de correos electrónicos y telefonemas. Se creó una tensión social y política que obligó a permitir ver la película y conocer su verdad.
Quizás el momento más emocionante es el último diálogo entre el realizador y AMLO. El investigador penetra al personaje profundo que hay en el líder. A la decisión más difícil, heroica, replegar el movimiento y evitar la violencia. El saldo: ni un muerto, ni un herido, ni un vidrio roto. La escena final sintetiza el propósito: después de toda la amargura un manifestante nos dice con una bandera: “la lucha continúa”. En efecto: el despertar ha empezado y no habrá forma de detenerlo. El apasionado testimonio de Mandoki es un signo irrefutable.
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