Carlos Fernández-Vega
Amenaza Larrea con cerrar un negocio que representa 64% de sus utilidades
Ningún empresario medianamente cuerdo estaría dispuesto a sacrificar la tajada mayor de su negocio y sus ganancias en un histérico arranque para “demostrar” la “ilegalidad” de una huelga estallada por los trabajadores por él contratados. Mucho menos lo haría público.
Ni uno tomaría esa ruta, pero Germán Larrea Mota Velasco, el zar del cobre y presidente del Grupo México, pretende convencer a propios y extraños que él sí procederá en tal sentido y que está dispuesto a cerrar Mexicana de Cananea (la otrora paraestatal, obsequio del régimen de la “solidaridad”) por la “ilegal” huelga que desde junio pasado mantienen los mineros y que desde agosto un juez federal declaró legalmente válida.
Muchos diagnosticarían oligofrenia en Germancito, hijo de El Azote Jorge Larrea, porque Mexicana de Cananea no sólo es uno de los yacimientos cupríferos más grandes del mundo en poder del Grupo México, con 82 años más de vida útil, sino que representa el 64 por ciento de sus utilidades potenciales, medidas a través de las reservas de mineral que el consorcio tiene en territorio mexicano, y 42 por ciento si se consideran sus propiedades en Sudamérica, por medio de la Southern Perú Cooper Corporation.
Ningún empresario, tampoco, echaría al bote de la basura 64 por ciento de un negocio que en el año más reciente reportó espectaculares incrementos. Por ejemplo: al cierre del tercer trimestre de 2007 las utilidades del consorcio sobrepasaron 16 mil millones de pesos (33 por ciento más que en igual periodo de 2006), las ventas superaron 61 mil millones (20 por ciento más), los activos totales 134 mil 800 millones (18 por ciento más) y el capital contable 65 mil millones (32 por ciento más). ¿Alguien deja un negocio de estas proporciones sólo porque se aferra a la “ilegalidad” de la huelga y se niega a negociar con los mineros?
Como la respuesta es rotundamente negativa, el “anuncio” que Grupo México, con Germán Larrea Mota Velasco a la cabeza, divulgó ayer (“posible cierre de operaciones de Mexicana de Cananea y liquidación de los trabajadores”) a través de los medios impresos no es más que un chantaje, por lo demás práctica recurrente en el hijo de El Azote y el consorcio que preside.
Entonces, ni empresario de excepción ni oligofrenia como diagnóstico: simplemente chantaje del barón del cobre, que mantiene presión sobre un gobierno pro empresarial, su secretario del Trabajo (quien se mete en todo menos en lo que le toca, y que en un año de estancia en la susodicha dependencia pública ha contribuido a echarle más tierra encima al “accidente” de Pasta de Conchos y a cargarle la mano a los mineros en defensa del Grupo México) y su secretario de Economía (encargado de las concesiones mineras, que ya es conocido como El Mudo, porque de este tema, que es de su competencia, no dice ni pío).
El imperio Larrea surge como tal tras la adquisición (léase regalo de Salinas) de la otrora Compañía Minera de Cananea, hoy Mexicana de Cananea, de la que han salido carretadas de dólares que a Germán le han permitido ampliar territorios y fortuna. Sin ella, Forbes nunca lo hubiera considerado.
Los chantajistas “anuncios” de Larrea y su Grupo México son norma, no excepción. Armó un numerito similar a principios de mayo de 2006, cuando el propio barón “advirtió sobre la posibilidad” de cerrar uno de sus centros productores (San Martín, en Zacatecas, la mayor mina subterránea del país), a consecuencia de un paro de labores desde febrero del mismo año. Lo anterior, de inmediato, disparó el precio internacional del cobre a un máximo en ese entonces de 8 mil 110 dólares la tonelada en el principal mercado de metales del mundo (Londres), con lo que el de por sí jugoso negocio de Grupo México adquirió dimensiones exorbitantes.
Larrea y su Grupo México lograron el objetivo: se disparó el precio de su principal producto, el cobre; “extinguió” un movimiento laboral “incómodo” y clausuró una mina que tarde que temprano cerraría, de acuerdo con sus propias estimaciones, porque la vida útil de San Martín (explotada desde 1555) no llegaría a 2009, mientras minas más generosas, como las de Perú, les garantizan casi 70 años adicionales de explotación, tanto de minerales como de mineros.
Toca el turno a Mexicana de Cananea, también con un movimiento laboral “incómodo”, pero con 64 por ciento de la utilidad potencial de Larrea y su Grupo México y (cálculos del propio consorcio privado) una vida útil de 82 años.
Según el Grupo México “las huelgas (mineras) pretenden extorsionar a la empresa con 80 millones de dólares por supuesto daño moral para el líder del SNTMMSRM, Napoleón Gómez Urrutia, y obtener otros 7 millones de dólares para sus gastos legales; a eso se le llama usar las huelgas para extorsionar al gobierno federal y a Minera México, en beneficio personal de Napoleón Gómez Urrutia y sus más cercanos colaboradores… La empresa se verá obligada al cierre de estas operaciones mineras y a la liquidación de sus trabajadores en estricto apego a la ley”.
En el peor de los casos sería machetazo a caballo de espadas, y en el mejor el burro hablando de orejas. Lo único cierto es que en medio está el empleo de miles de mineros, mientras Larrea mantiene la política de sólo mis chicharrones, recoge utilidades e impone condiciones a un gobierno que le da por presumir que en el país el “panorama (es) verdaderamente distinto”.
Las rebanadas del pastel
Cierto es que Hugo Chávez no la libró (“por ahora, no pudimos”) con su reforma constitucional, pero muy lejana está la versión sobre una “aplastante derrota” y un “apabullante rechazo”. Cinco años le quedan en Miraflores, tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y cuenta con amplio margen para fortalecer su proyecto. Los que ahora cantan “victoria” pueden quedar roncos.
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