miércoles, enero 16, 2008
La agenda nacional
De modo sorpresivo para muchos y esperable para otros la dirigencia política del Frente Amplio Progresista me designó como su Coordinador general. Las reacciones se desataron al instante. Desde las más benevolentes y alentadoras hasta las más corrosivas y descalificadoras. El hecho no pasó desapercibido y se le sobrecargaron anecdotarios políticos, generalmente de tono menor.La longevidad de la actuación política permite a los adversarios de hoy colorear su tinta con los denuestos de ayer. Existe un archivo acumulativo de improperios y falsedades sobre toda personalidad relevante. En mi caso provienen invariablemente de la derecha y de las envidias domésticas, que han servido -voluntaria o involuntariamente- como cómplices de aquéllas. El costo de luchar a contracorriente es alto pero la recompensa es larga. Lo que algunos llaman todavía "transfuguismo" es aquello que los historiadores coinciden en calificar como rupturas históricas definitorias en la transformación del régimen político. Mientras los miopes sólo reparan en los vuelcos que la batalla implica, los analistas destacan la congruencia de una campaña inacabada por la transición sustantiva del país.Reviso estos días el primer tomo de la Historia Oral, conjunto de entrevistas que hace cerca de veinte años me hiciera el profesor James Wilkie, de la Universidad de Los Angeles. Destaca el hilo conductor de una vocación política surgida en la adolescencia y la permanencia de una visión ideológica, de carácter generacional. Subraya sobre todo la preocupación central de vincular la reflexión académica con la docencia, el debate y la acción práctica. De eso se trata una vez más en esta nueva encomienda.Acotemos la naturaleza del encargo y los desafíos que conlleva. Algunos han hablado de "golpe de timón", cuando sólo se trata de una sucesión estatutaria. Otros de "radicalización" del movimiento con propósitos de "desestabilización nacional", cuando la tarea es armonizar sus distintos componentes y concretar, en programas y acciones conjuntas, objetivos ya definidos por reiterado consenso.El Frente Amplio es una empresa compleja. Reemplazó a la Coalición por el Bien de Todos, finalizada con el proceso electoral. A los tres partidos que la componían agregó el Consejo Consultivo, conformado por intelectuales, escritores, académicos y comunicadores progresistas. Se dio a la tarea de construir un "espacio tripartita" mediante la asociación de organizaciones sociales: sindicatos, alianzas campesinas y redes civiles. Se ha propuesto también articular acciones de militantes electos: gobernadores, senadores y diputados -federales y locales- alcaldes y funcionarios municipales.No es, sin embargo, una superestructura, sino una instancia de coordinación, particularmente difícil por la multiplicidad de los actores y la diversidad de sus identidades, autonomías institucionales y responsabilidades propias. Tampoco es una coalición electoral en términos legales y de ahí, en parte, los tropiezos que hemos incurrido en la postulación de candidatos comunes para comicios estatales.No existe, además, entre nosotros la cultura de las alianzas políticas, aunque teóricamente se las preconice como requisito para la formación de mayorías estables y único sustento posible de cambios profundos. Nos tocó protagonizar la primera del México contemporáneo en 1988: el Frente Democrático Nacional, que como acaba de sugerir Arnaldo Córdova, debimos haber preservado. Dos decenios después retomamos el propósito.Tanto entonces como ahora enfrentamos la resaca de una elección ilegítima de la que surgieron gobiernos de facto, dispuestos a fortalecerse por la combinación de intereses y la dilución del adversario. Aquél empleaba en el exceso los remanentes de un poderoso aparato oficial y éste se conforma con el uso desbordado de la fuerza pública y el beneficio de hegemonismo mediático, parapetado detrás de un ensamblaje de complicidades transnacionales y poderes monopólicos.Por ello resulta indispensable estimular la movilización popular y el avance electoral por la incidencia consistente en el debate público. Es menester contribuir de manera determinante en la definición de la agenda nacional. La edificación de una genuina democracia exige la reconstrucción de la "polis", entendida como confluencia entre la sociedad, la inteligencia y el poder. Ese es hoy el mandato cardinal de la izquierda.Enfrentamos la agresión de la mentira sistémica y la falsificación deliberada de las propuestas políticas. La deformación aberrante de los datos, la prevalencia de las negociaciones enmascaradas y la burda simplificación de las opciones nacionales. Quienes nos endilgan el origen de la extrema polarización del país olvidan que ellos mismos la provocaron, tanto por la defraudación electoral como por la vesania de encajarnos una etapa superior de la agenda neoliberal.Se intenta imponer una cadena de reformas de segunda generación en la misma línea que nos ha llevado a la catástrofe. Se pretende, de entrada, descalificar los argumentos del oponente y se buscan contubernios parlamentarios en un redundante estilo foxista. Sin percatarse, están perfilando un bipartidismo clásico, distinto al que pretendían. Están precipitando la dicotomía natural entre la izquierda y la derecha.Los argumentos gubernamentales, difundidos ad nauseam, respecto de los efectos del TLC sobre el campo mexicano son intencionalmente falsos, aunque machacones. Tanto por lo que hace al crecimiento económico, las exportaciones, el empleo, los salarios, las responsabilidades históricas y su relación con las oleadas migratorias. El propósito es grave porque terminaría pronto escindiendo al país.La pretensión confesa de abrir el sector petrolero a la inversión extranjera podría conducirnos a una confrontación aún más abrupta. Los alegatos son insostenibles y apenas disimulan el diseño verdadero. Ocultan las cifras reales de las reservas de hidrocarburos, las inmensas ganancias de PEMEX confiscadas por el gobierno, la disponibilidad de tecnologías en el mercado y las alianzas entre empresas públicas. Omiten la consideración de un proyecto estratégico nacionalista acorde con la emergencia de fuentes alternativas.En la preterida y manoseada de la Reforma del Estado se pervierten deliberadamente los mecanismos previstos por la Ley, se entroniza la negociación cupular en la ensaladera de Los Pinos y se escamotean los cambios estructurales. Es hora de la denuncia y la propuesta. La claridad y penetración del debate son deberes primordiales del Frente.
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