Julio Hernández López
Felipe Calderón ha creído propicio viajar a Estados Unidos cuando la atención pública está puesta en las campañas internas para postular candidatos a suceder al catastrófico George W. Bush y cuando, obviamente, el rumbo y el panorama de la política del país vecino son naturalmente imprecisos y volubles, circunstancia ésta que multiplica las posibilidades de que actos o dichos de un político extranjero puedan ser tomados como agravios a una de las partes, apoyo a otra o, aún peor, como meros ejercicios sin trascendencia ni impacto. Al michoacano, siempre portador de precariedad política, le ha parecido, además, que este es un buen momento para constituirse en defensor justiciero de los paisanos que sin documentación adecuada trabajan más allá de nuestra frontera norte, llegando al punto de advertir al imperio los peligros y torpezas que comete al pretender cerrarse al paso de mexicanos y recordando a los políticos de Washington que les quedan pocos amigos en el mundo y México es uno de ellos.
Una colocación política tan endeble ha llevado al ocupante de Los Pinos a un saldo negativo de sus primeras intervenciones en la gira por el norte. Pero no sólo porque se hubiese tenido un mal reloj político para programar la incursión felipista sino, sobre todo, más allá de consideraciones ideológicas o partidistas propias de la política interna mexicana, porque el discurso y el manejo del michoacano parecen propios de aficionados, sin sustancia ni propuestas atendibles, mero consumo diario de tiempo y recursos sin sentido ni proyecto. Calderón ha ido a Estados Unidos a tratar de “venderse” (como dicen los especialistas en mercadotecnia que ahora dictan las rutas de la política) como un factor “latino” que ayudará a definir la elección interna del Partido Demócrata (¿dama u Obama?) y a consolidar la figura del republicano que pretende remontar el descrédito de Bush. Otro de sus objetivos es encontrarse con empresarios, pensadores y opinantes que se interesen por su proyecto de privatización supuestamente inconfesa de los recursos energéticos mexicanos. Y, desde luego, promoverse como hombre de mano y gobierno firmes que enfrenta como nadie antes al narcotráfico (si ven polvo es que estamos limpiando la casa, dijo ayer a estudiantes de elite, cual vaquero jactancioso de su pistola de cañón humeante).
Pero Calderón no ha despertado ni remotamente el interés que su desbocado antecesor (un señor alto, de bigotito, siempre de la mano de una señora ambiciosa) y sí, en cambio, ha enfrentado críticas no sólo de los segmentos sociales que siguen recordándole el origen ilegítimo del poder que ejerce, sino incluso de estudiantes de escuelas como la John F. Kennedy, en Harvard (donde actualmente da clases Luis Carlos Ugalde). Si acaso, por lo que se ve, el dato relevante de la gira desangelada es la reactivación de los ánimos políticos personales de la esposa del licenciado Calderón. Hasta ahora Margarita Zavala parecía firmemente decidida a moverse en un plano de discreción formal (que no le ha impedido intervenir o promover decisiones políticas y nombramientos de amigos o gente cercana a ella), pero la gira estadunidense le ha permitido dar el paso hacia la toma de un espacio personal. (De pifias anecdóticas como la conferencia de prensa que el equipo de Los Pinos quiso organizar a Agustín Carstens en un café neoyorquino, del que fueron virtualmente echados, mejor ni hablar.)
Astillas
Bajo la firma de Manuel V. Sola, y firmada en Vigo, el diario español El País ha publicado una nota en la que da cuenta de que “un comisionado del PRD”, Gerardo Fernández Noroña, “ha descubierto en Avión (Ourense) y Madrid documentos que podrían obligar al cese de Juan Camilo Mouriño Terrazo, número dos del presidente mexicano y actual secretario de Gobernación”. Según eso, “se trata de documentos oficiales españoles que podrían probar que Mouriño no es mexicano o que, al menos, ha falsificado su acta de nacimiento y la de su madre, María de los Ángeles Terrazo Blanco”. El reportero de El País plantea el asunto así: “Hasta 1994 la Constitución mexicana exigía que cualquier ciudadano que fuese nombrado ministro tuviese que haber nacido en México o ser nacionalizado e hijo de padre y madre mexicanos. Desde entonces, basta con que el aspirante a ministro sea nacionalizado del país y con al menos uno de sus dos padres con origen mexicano. Camilo Mouriño nació en Madrid y su padre es nativo de Vigo, pero antes del nombramiento presentó la polémica acta de nacimiento, sobre la que el PRD siempre ha discutido la autenticidad”. Ahora, con los “hallazgos” de Fernández Noroña, se “puede probar que los abuelos maternos nacieron en Avión: Camilo Terrazo (1906) y María Blanco Durán (1917); con lo que su madre no podría haber obtenido la nacionalidad mexicana con la legislación en vigor hasta 1994”. El mismo periodista español apunta en su nota: “El lío legal está servido”… Desde Oaxaca, Rubén Mújica plantea: “¿por qué un gallego necesita tener dos pasaportes? Joder: ¡porque hay que usar uno para salir y otro para entrar al país!”… Corrección: aquí se escribieron ayer datos alrevesados respecto a uno de los panistas promotores del nuevo presidente del IFE: Éctor Jaime Ramírez Barba fue secretario de Salud del gobierno de Guanajuato (con Romero Hicks) y actualmente es diputado federal (el tecleador empanizado le había retirado la curul a Éctor y lo había sentado en un despacho guanajuatense)… El pasado 7 fue desaparecida en Matías Romero, Oaxaca, Dora Ávila Betancourt, quien ha trabajado durante dos décadas con mujeres indígenas y del medio rural del istmo de Tehuantepec y de otras regiones del país. Según ha denunciado la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales, de la que Betancourt forma parte, “hombres fuertemente armados” la detuvieron cuando iba con su hija, rumbo a la escuela. Le dijeron “que tenían orden de aprehensión en su contra por daños a las vías de comunicación cometidos en 2006”. No se dio a conocer número de expediente, ni orden de aprehensión ni nada y, hasta el momento, dice la citada red de promotoras, no se sabe nada de ella… ¡Hasta mañana!
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