Enrique Calderón Alzati /I
El petróleo constituye hoy, como en otras ocasiones pasadas, el tema central de atención en el escenario nacional. Razones hay para ello: no sólo la celebración del 70 aniversario de la expropiación petrolera decretada por el general Lázaro Cárdenas, también cuentan los precios del crudo en el mercado internacional, más altos hoy que nunca, y al mismo tiempo los reclamos del gobierno, de su partido y de un buen número de líderes de opinión, en torno a la necesidad de fortalecer a Petróleos Mexicanos (Pemex) con recursos privados, cuando sus ingresos están en los niveles más altos de la historia. La desinformación, la incongruencia alrededor del tema y las descalificaciones parecen ser hoy los elementos dominantes del escenario político nacional.
Varios hechos resultan evidentes en este escenario: los altísimos volúmenes de exportación de crudo, simultáneos a la importación millonaria de gasolina para el consumo interno de la maquinaria y los vehículos en operación, resultan ser una contradicción insostenible como política de gobierno. ¿La exportación misma del petróleo sin valor agregado alguno no fue una de las razones estratégicas de la expropiación petrolera, que buscaba con ello la terminación del saqueo del patrimonio nacional? Asimismo, está el destino de los excedentes petroleros, que vienen rebasando los 25 mil millones de dólares cada año, desde hace más de una década. ¿Adónde se han ido? ¿Por qué razón las naciones productoras de petróleo son en general las más ricas del mundo, mientras que en México la miseria es cada día más intensa?
¿Cuál es la razón por la que las ciudades en las que se procesa el petróleo poseen generalmente las mejores condiciones de vida, mientras que en México sean sólo verdaderos basureros insalubres? ¿Cómo explicar que, mientras en otros países, las universidades centran sus investigaciones en los problemas relacionados con la exploración, la extracción y el procesamiento del petróleo, recibiendo por ello recursos económicos importantes, en México esto no suceda?
Es claro, pues, que es mucho lo que se debe corregir en torno al petróleo, y que la responsabilidad del gobierno en toda la problemática descrita es enorme y seguramente con componentes criminales; los problemas que se requiere resolver deben ser tremendamente complejos, no sólo por sus aspectos técnicos, sino por las inmensas marañas de intereses creados y de corrupción que en ellos existen.
En el escenario de confrontación que hoy vive el país, parecen existir dos visiones totalmente opuestas que amenazan con paralizar al país, o crear situaciones de enfrentamiento cuyo desenlace poco servirá para resolver la problemática descrita.
La posición del gobierno, de su partido y, por qué no decirlo, de la derecha en su conjunto, afines a los esquemas de privatización, pero conscientes de que la Constitución mexicana constituye un obstáculo insalvable, se ubica en plantear la existencia de un problema central, la supuesta falta de recursos de Pemex, y la necesidad de recurrir a empresas y a capitales privados para rescatar la empresa y el sector entero de la crisis financiera en la que están sumidos, ignorando los demás problemas descritos y la existencia de los mecanismos que nos han llevado a la situación actual. Las campañas mediáticas, los recursos que se han puesto en operación y los argumentos utilizados dejan muy claro que el propósito del gobierno es más responder a compromisos contraídos con anterioridad, y crear nuevas oportunidades de negocio, como lo han sido todas las privatizaciones realizadas hasta ahora, que resolver los problemas mencionados y aprovechar para el país las oportunidades de desarrollo que la misma problemática entraña.
La posición contraria, asociada supuestamente con un sector de la izquierda y apoyada por grupos importantes de la sociedad, está consistiendo en rechazar cualquier propuesta referente a cambio alguno en el sector energético proveniente del gobierno y su partido, o de cualquier otro grupo que genere sospechas de colaboración con el gobierno. Esta posición entendible ante la sucesión de despojos, engaños y entregas del patrimonio y de empresas públicas a grupos privados conlleva el riesgo de parecer extrema, violenta e inmadura, opuesta a toda discusión y, sobre todo, fuera de los cauces legales, al amenazar con cierres de carreteras, tomas de aeropuertos y acciones que inevitablemente producirán enfrentamientos. Un aspecto francamente inaceptable de esta posición es que aun en el caso de triunfar, lo que implicaría es que las cosas quedaran como están, sin resolver en modo alguno la problemática existente.
En este escenario, la tercera posición, propuesta por Cuauthémoc Cárdenas en su discurso de Morelia del pasado 18 de marzo, planteando la necesidad de discutir la problemática energética en forma integral, ante la vista y el escrutinio de la sociedad toda, en el seno del Congreso, en donde se hacen las leyes y en donde están supuestamente representadas las diferentes corrientes políticas, resulta ser, al mismo tiempo, un llamado a la cordura y una posición inteligente que, aprovechando el espacio abierto en torno al tema, abre la posibilidad de acceder al fondo de los problemas y de corregir los enormes errores cometidos en las últimas décadas.
El sector energético, y Pemex en particular, necesitan cambios, pero éstos no son los que propone el gobierno, sino otros que incluyan la autonomía de la empresa, para que deje de ser su fondo de salvación, ante sus propias ineptitudes, buscando que el sector se convierta en lo que siempre debió ser, el motor de la economía y el desarrollo nacional, sin que para ello sea necesaria la intromisión de intereses ajenos.
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