Arturo Alcalde Justiniani
Treinta mil trabajadores profesionistas y técnicos de Petróleos Mexicanos (Pemex) participan en la operación de plantas, refinerías, complejos petroquímicos, de gas, oficinas administrativas, plataformas y hospitales; son los ingenieros, economistas, administradores, médicos y demás especialistas que ocupan una amplia gama intermedia entre directivos y trabajadores operativos. Su labor es altamente calificada y estratégica para el desarrollo de la empresa, sin embargo históricamente ha sido devaluada. Se piensa que la mejor política es desplazarlos para reducir costos. Este equívoco se ha hecho evidente, por ejemplo, en la Cuenca de Burgos, donde se han sustituido, sin justificación, más de mil trabajadores con personal subcontratado por la trasnacional Repsol; también con el intento, hasta ahora fallido, de modificar su contratación individual con la aviesa finalidad de suprimir su estabilidad laboral.
El proceso organizativo de este sector exhibe los obstáculos que viven los trabajadores para agremiarse libremente en nuestro país; son incontables los esfuerzos para lograr ser escuchados en sus planteamientos laborales y profesionales; la constante ha sido la represión. En este largo andar hacia la organización colectiva, destaca la formación de la Asociación de Técnicos y Profesionistas Petroleros iniciada en 1973 en las oficinas centrales de la paraestatal. Su experiencia facilitó, un par de años después, su integración como sección dentro del sindicato petrolero con 15 mil miembros. Su reconocimiento gremial duró tan sólo 14 años; poco después del golpe al sindicato, encabezado en aquel tiempo por Joaquín Hernández Galicia, La Quina, en 1989, el gobierno federal impuso la desarticulación de esta sección en tres vías: los profesionistas serían considerados personal de confianza, una parte de los técnicos se mantendrían en el sindicato y 5 mil trabajadores se irían a la calle.
Un nuevo periodo se abrió a principios de los años 90 con la formación de la Asociación Nacional de Trabajadores Petroleros (ANTP), provenientes mayoritariamente de las refinerías de Tula y Salina Cruz. Entre 1992 y 2004 surgieron otros intentos de organización como Todos por Pemex. En 2001, el Sindicato Gremial de Médicos dio la batalla para su registro por cerca de dos años, hasta que en enero de 2002 le fue negado por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) alegando absurdas formalidades contrarias a la ley. Ese mismo año nace la Organización Nacional de Trabajadores de Confianza de la Industria Petrolera (ONTCIP), quizá la más cercana a su reconocimiento legal al ser vista con simpatía por el nuevo gobierno panista, ya que varios de sus dirigentes militaban en este partido; después de promesas y engaños por parte de la STPS, bastó un manotazo de Carlos Romero Deschamps, secretario general del sindicato petrolero, para que les fuera negado de inmediato su registro. Su litigio por la vía del amparo avanzó en su favor, pero la empresa logró convencer a los principales dirigentes de aceptar su jubilación anticipada, con una previa y jugosa promoción escalafonaria, a cambio del desistimiento de su solicitud de registro sindical. A pesar de los años, convendría aclarar esta penosa experiencia que exhibe el verdadero rostro de la política laboral del llamado “gobierno del cambio”.
Es de destacar la formación en el año 2002 de la Unión Nacional de Trabajadores de Confianza de la Industria Petrolera (UNTCIP), bajo la forma de asociación civil, encabezada por personajes de gran prestigio y entrega, David Eduardo Cortés Bastidas y Felipe de Jesús Díaz González, quienes generosamente dedicaron sus últimos años de vida en favor de la promoción y defensa de los trabajadores petroleros. En estos días de profunda controversia sobre el futuro de la industria petrolera convendría rescatar sus análisis y previsiones que hoy se cumplen a cabalidad. Esta asociación evolucionó hacia la forma sindical como la UNTCIPM buscando su reconocimiento legal, que como era de esperarse, fue reprimida; no se olvida el 21 de junio de 2004 cuando Pemex lleva a cabo el despido masivo de su dirigencia en un intento por arrancar de raíz la ilusión de la asociación libre y democrática. Finalmente, las autoridades laborales, haciendo causa común con la paraestatal, les negaron toda posibilidad de reconocimiento legal alegando su supuesta condición de personal de confianza, a pesar de que nuestra legislación les reconoce expresamente el derecho de asociación sindical, con la única condición de que no formen parte del sindicato que agrupa al resto de los trabajadores.
Como muestra del tesón y la valentía de este sector de trabajadores, el pasado 18 de marzo, precisamente aniversario de la expropiación petrolera, renovaron su esfuerzo organizativo. En las instalaciones de la Cámara de Diputados, ante la presencia de numerosas organizaciones sindicales y de la sociedad civil como testigos de honor, se constituyó la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTyPP), encabezada por Didier Marquina. Su declaración de principios ratifica el compromiso con la defensa de sus derechos laborales y el desarrollo eficiente de la paraestatal como palanca fundamental de una política en favor de todos los mexicanos.
La UNTyPP es heredera de muchas luchas y esfuerzos en favor del reconocimiento al derecho de asociación en Pemex. Si bien es cierto que la formación de cualquier organización gremial democrática es de celebrarse en nuestro país, tratándose de los técnicos y profesionales de nuestra principal industria, de la cual depende en buena parte la suerte de las futuras generaciones, adquiere especial trascendencia; más ahora, que está en juego el destino de este recurso energético propiedad de todos los mexicanos.
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