Octavio Rodríguez Araujo
La propuesta de Leonardo Valdés Zurita a los medios de exhibir las boletas electorales de la elección presidencial de 2006 tiene dos lecturas: fue una puntada del presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) para darse baños de demócrata que atiende un clamor popular a sabiendas de que su propuesta no ha sido canalizada ni fundamentada para que sea considerada por los demás miembros del Consejo General del Instituto, o confeccionará su propuesta para que este consejo (de mayoría ugaldista) la tome en cuenta y que dependa de sus miembros si se aprueba o no (y él se lava las manos como diciendo “que conste que yo sí quería”).
Varios de los consejeros ya han dicho que, en caso de que Valdés formalice su propuesta, habrán de analizar su viabilidad jurídica y operativa, ya que para fines legales la elección de 2006 es cosa juzgada y nada cambiará los resultados oficiales. Falta por ahí la solicitud de amparo de Sergio Aguayo, misma que fue aceptada el pasado 10 de enero, y todavía no hay elementos para saber qué pasará con ella. Lo que señala la nota de Alfredo Méndez en este diario (19/3/08) es que, por lo pronto, hay una suspensión de oficio, es decir, provisional, que impediría al IFE destruir las boletas, pues de hacerse resultaría imposible “restituir al quejoso en el goce del derecho de acceso a la información si eventualmente le concedieran el amparo”.
No deja de ser interesante la reacción del ex secretario general del PAN, José Espina Von Roehrich, cuando dijo que dicha exhibición no sólo podría violentar el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino que puede estimular a los miembros del Frente Amplio Progresista para que insistan en el supuesto fraude electoral y enrarezcan más el clima político del país. Y dije que es interesante pues, con su declaración, está dando por hecho que eventualmente se compruebe que no fue Felipe Calderón quien ganó la elección. Porque si se comprobara lo contrario no habría motivo para que se estimulara la confrontación ni se enrarezca más el clima político del país, sino que más bien los afectados directos serían Andrés Manuel López Obrador y quienes hemos sostenido que hubo fraude y una suerte de golpe de Estado ex ante.
Al margen de la intención de Valdés Zurita con su declaración, el hecho concreto es que si no la convierte en una propuesta formal quedará como un hombre de ocurrencias eventualmente irresponsables, pues lo haya querido o no ya activó el avispero. Y si actuó irresponsablemente no merece el cargo que ocupa, pues una cosa es el ciudadano Valdés (que era antes) y otra el consejero presidente del IFE que es ahora. Un funcionario de Estado no puede opinar, sin consecuencias, según el humor con que se levanta en la mañana. No es suficiente decir que es una opinión personal equivalente a la que pudiera tener, como buen conocedor de vinos, de una cosecha en comparación con otra o de un tipo de uva en relación con otros.
Por la importancia del cargo que ostenta Valdés está obligado a: desdecirse o a formalizar su propuesta. Los demás consejeros se llamaron sorprendidos de ésta y algunos han externado su deseo de conocer incluso la motivación del presidente del IFE.
Personalmente pienso que Leonardo deberá formalizar y fundamentar su propuesta, que, de aceptarse en el Consejo General, será muy sana para la nación, sobre todo en estos momentos en los que muchas cosas importantes están por definirse. Aunque he sostenido que hubo fraude no sólo en la elección presidencial, sino en el proceso completo, me gustaría saber, como a todo ciudadano interesado, si de verdad ganó Calderón o no. Sé que conocer los resultados proporcionados por las boletas, si no han sido muy manoseadas, no cambiaría legalmente lo que ya es un hecho y hasta cosa juzgada por tribunales cuestionados, pero sería importante despejar las dudas existentes y darle vuelta, definitivamente, a este capítulo que ha ensombrecido tanto al gobierno del llamado “espurio” como a sus opositores. Las incertidumbres generalizadas no son buenas para ningún país. Lo menos que provocan es apatía entre los mexicanos o, peor, una sensación de impotencia ante las imposiciones.
Posdata: El martes observé el avance del Programa de Resultados Preliminares de la elección interna del Partido de la Revolución Democrática. Apagué mi computadora y el miércoles en la mañana me entero que lo suspendieron, que dejaron de difundirse sin explicación alguna. Lo que era transparente dejó de serlo. En el PREP se notaba que en algunos estados la votación era fuera de lógica y, al parecer, lo que se quiere es analizar las razones de resultados tan aparentemente desviados.
La sensación que me queda es que los del PRD no aprenden. Un partido que se hace trampas internamente no tiene derecho a denunciar las que se han hecho en el exterior, es decir, entre otros partidos para una elección federal, estatal o municipal. Pero un partido que quiere parecer de izquierda o de centro-izquierda tiene menos derecho, pues la imagen que tiene que dar debe ser distinta a la de sus competidores de derecha, el PAN y el PRI, y no hacer lo mismo que ellos. Es una pena (ajena). Lo menos que tendrá que hacer ese partido es refundarse, ser otro, porque así como está es tan decepcionante como los otros. ¿Cómo me convencerían de votar por ellos?
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