Francisco Luna Kan
A fines del año pasado comenzó una escalada de precios no sólo en los productos de la canasta básica, sino en forma generalizada, afectando drásticamente la economía familiar, con mayor incidencia en los núcleos de clase media y gente depauperada que se estiman en 40 millones de afectados por la pobreza extrema.
Cualquier programa de gobierno requiere en su aplicación la colaboración ciudadana; pero malamente pueden hacerlo los habitantes que no participan de una vida con mínimo de satisfactores en vista de las pocas oportunidades para emplearse, en una sociedad que no genera empleos favorecedores de estabilidad en la estructura comunitaria.
Por más ángulos de observación personal que pudieran ilustrar sobre la oferta de trabajo, se comprueba que no ha sido posible satisfacer la demanda de la población económicamente activa. En consecuencia se aumenta el círculo vicioso de "ignorancia, desempleo, enfermedad, merma productiva y pobreza". La parte poblacional afectada continúa siendo no sólo la que sufre directamente sus carencias; también otros sectores resienten los efectos.
El presidente Calderón ofreció ser el abanderado del empleo, pero hasta la fecha, a año y medio de su gestión pública, no parece haber incrementado los puestos de trabajo que reclama la gente al llegar a la edad productiva.
Con el petróleo en ascenso de precios, al igual que la electricidad, se explica la reproducción en todos los órdenes de la economía nacional. Los alimentos no pueden ser la excepción. Se encarecieron por su poca presencia en el mercado y en vez de inclinarnos por el incremento nacional, apoyando los factores que intervienen en su producción, insumos, tecnología, créditos y subsidios a los productores agropecuarios, el gobierno tomó el camino de abrir las fronteras al mercado exterior donde, según pensó, no era difícil encontrarlos. Los efectos llegaron al extremo en que el presidente salió a la Televisión para informar la congelación de precios de 24 productos con diferentes nombres comerciales, mismos que días antes los habían elevado.
Si llegara a prevalecer la tesis de privatización de Pemex, se estaría sentando las bases para la total dependencia económica y política del país. Por eso el tema ha reclamado la participación ciudadana. La situación se haría más compleja si en la consulta popular programada para realizar en varios Estados y municipios, el mes de julio venidero, la opinión pública se mostrara adversa y la determinación que se tomara en el Congreso de la Unión, al momento de discutir la iniciativa presentada por el titular del Ejecutivo Federal.
Ahora se comienza a pulsar el problema del agua. Publicación reciente de La Jornada (16-06-08) nos hizo saber que en la ciudad de Saltillo, Coahuila, el sistema de abastecimiento del líquido vital es operado por una organización empresarial denominada Aguas de Saltillo (Agsal), sociedad mercantil, registrada en ese Estado, pero nadie conoce a sus asociados, aunque la población piensa que "son políticos muy importantes en Coauhila, porque a los habitantes no les permiten ver el documento constitutivo". Todo indica que en la actualidad ni el gobierno estatal ni el municipal de la capital permanecen en el Consejo de Administración.
Las tarifas del servicio de agua en Saltillo fueron aplicadas con base al nivel económico de los habitantes de la ciudad que originalmente se dividió en 16 estratos económicos, pero pronto se redujeron a 10. La empresa Agsal se comprometió a respetar los precios del servicio con base en el índice inflacionario, pero "en 2007 la inflación reportada fue del 6% y la empresa elevó las tarifas en más de 20%".
La anterior es una muestra de que si el Estado Mexicano permite la privatización del servicio de agua en otros Estados y ciudades, quedaría al arbitrio de las empresas el otorgamiento de un servicio básico para la salud y la misma vida de los habitantes.
La experiencia en el Estado norteño debe llamar la atención de todos los habitantes de la República, porque en algunas naciones, como consecuencia de la elevación de precios en los energéticos, se ha reducido el bombeo de agua para abastecer permanentemente a la población. Los refranes rancheros no tienen pierde, hay que recordar que "cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar". Aquí opera la generalidad y ni los "lampiños" escaparán a una medida para racionar el servicio y consumo de agua.
La introducción de los sistemas de potabilización del agua de bebida en Mérida y otros 7 municipios fue iniciada en el sexenio del gobierno de Agustín Franco Aguilar (1958-1964) y continuada por 3 años más, en la administración del Profr. Luis Torres Mesías. Fue un trabajo arduo por cuanto nuestras tradiciones y costumbres habían configurado una mentalidad colectiva propia del terruño en el que la gente de clase media para arriba construía la captación domiciliaria del agua de lluvia que almacenada en cisternas denominadas aljibes, servía para el abastecimiento de la de bebida en tanto que para otros usos del líquido, como medio de arrastre o de riego, así como para el aseo corporal, del vestido y de la vivienda se usaba el agua de pozo en casi todos los domicilios; extraída mediante corriente eléctrica o por el aprovechamiento del aire para mover las veletas, aunque también se extraía manualmente al través del "carrillo", la soga y la cubeta.
De esta manera, colectivamente carecíamos de una necesidad apremiante en cuanto a la disponibilidad del elemento. Si a eso se le sumaba la geología del Estado, predominantemente rocosa, que para la excavación de zanjas de profundidad diversa, no bastaba el uso exclusivo de maquinaria; había necesidad de quebrar la roca del suelo yucateco, mediante el uso de cartuchos de dinamita, que llegaron a estallarse por varios cientos diariamente.
La negligencia de la compañía constructora que no tendía con rapidez las tuberías del sistema, hacía muy tardado el tránsito citadino, habiéndose dado el caso de un VW pequeño que cayó en las excavaciones y causó gran malestar de una parte de la sociedad meridana. Por otro lado las noticias sobre estos acontecimientos adquirieron proporciones alarmantes; "calentaron" a los organismos empresariales y una comisión de ellos fue a Campeche a entrevistar al presidente Díaz Ordaz, que hacía una gira de trabajo en el vecino Estado.
Enérgico como era, Don Gustavo, en un acto público, pidió disculpas a los campechanos porque un grupo de impertinentes yucatecos reclamaban se les atendiera disminuyendo el tiempo que el Presidente había planeado dedicar a los mexicanos del Estado de Campeche. Las palabras fueron pronunciadas ante el público y para terminar les dijo: "Si no desean la introducción del agua potable que tomen caldo de microbios".
En ese momento entregó la frase que usó como bandera el PAN en la campaña, que para la Presidente Municipal de Mérida, se efectuaba. El PRI, teniendo como abanderado al Sr. Lic. Nicolás López Rivas, fue derrotado. La ganó el Lic. Víctor Manuel Corre Rachó. Pero las obras del agua continuaron y el sistema ha cumplido su cometido, ampliándose progresivamente.
Habría muchísimo más sobre el asunto, pero no alcanzaría el relato en un solo artículo. Sólo deseo señalar: ¡aguas con la privatización del agua potable! La merma en el consumo de alimentos ya es un serio problema de estabilidad social. Si por la carestía se redujera el consumo del agua, no faltaría alguien que imitando a una Reina de Francia proclamara: si no hay agua, qué problema; que tomen champagne. A la soberana le cortaron la cabeza, guillotina de por medio. ¡Aguas con el agua!
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