Alberto Híjar
El más nacedor de todos llama Eduardo Galeano al Che. El 14 de junio cumpliría 80 años de no haber sido asesinado por Mario Terán, borracho e instruido por el Ejército boliviano orientado por la CIA. Volvió a nacer el Che cuando nos enteramos de que al anciano vicioso y desvencijado le recuperaron la vista médicos cubanos en Venezuela, sin saber quién era.
Ahora que Hugo Chávez proclama el fin de las guerrillas, pasadas de moda dijo él, para llamar a la paz, el Che advierte sobre los peligros de confundir el capitalismo de Estado benefactor con el socialismo, el poder de los trabajadores y la extinción del Estado que es el tránsito por construir. 40 años fueron resguardados los escritos económicos del Che y, sobre todo, su proyecto de Manual de Economía Política distinto y opuesto en mucho al editado por la Academia de Ciencias de la URSS.
Apenas conocíamos su polémica con el comandante Alberto Mora y Charles Bettelheim sobre la ley del valor y el cálculo económico al servicio de la ecuación costo-beneficio, lo cual le exigió organizarse lecciones de cálculo superior en las madrugadas para sistematizar de otra manera. Era suficiente el repudio a la forma mercancía-dinero, para advertir que la construcción del “hombre nuevo” es mucho más que una propuesta humanista cargada de moralina sino es la garantía de nuevas relaciones de producción y nuevas relaciones sociales en general. Reivindicar al trabajo y los trabajadores como reductos libertarios, es punto de partida distinto de la línea de masas con orientaciones desde arriba. El Plan como llama el Che a la planificación nacional ciertamente no resulta de asambleas, pero sí del procesamiento democrático de ellas y de las decisiones de los especialistas que por algo son responsables de la economía política como él mismo fue al frente del Ministerio de Industrias y luego de presidir el Banco Central, oponiéndose a repartir créditos a granel para contentar la falsa justicia basada en la propiedad privada de casa, vestido, sustento y negocito, como dice la prédica cristiana.
Desde el planteamiento del guerrillero como educador está la construcción de la economía política capitalista. El “más alto escalón de la especie humana” no es por la bravuconería y el sacrificio, sino porque en cada campamento guerrillero y en cada proyecto revolucionario, si lo son, está la reivindicación plena del trabajo para la especie humana con todas sus consecuencias y no para el provecho personal, tal como plantea Marx en los Manuscritos de 1844. El socialismo como asociación libre de estos trabajadores explica la práctica del Che rompiendo la división entre lo manual y lo intelectual, entre el dirigente y el pueblo, al presentarse a las tareas más rudas en beneficio de todos. Esto tiene su historia y de aquí la necesidad de biografiar a los grandes libertadores para dar a entender la disciplina personal exigida y cumplida por los mejores. Por esto incomoda tanto el Che a los intelectuales lumpen al tanto de las novedades discursivas como pretexto para ausentarse de toda práctica.
Nada de esto tiene que ver con el voluntarismo y la exaltación del sacrificio con que suele ser maltratado el Che. Tiene esto que ver con la crítica de la economía política y la defensa del Plan (la planificación integral) como garantía estricta de construcción del socialismo. Repudia la autogestión como autonomía productiva absoluta, no como ejercicio de los derechos de los trabajadores libremente asociados. Los sindicatos tienen esta importante tarea estratégica para evitar la burocratización del Estado y la conversión del centralismo democrático y las correas de transmisión como descenso desde las alturas de las decisiones de los hombres egregios, con pocas mujeres ciertamente mal reflexionadas por el Che.
Avance en el capitalismo, retroceso en el socialismo, las cooperativas y sus derivaciones en los kolhos han de ser orientadas para evitar su autocomplacencia. El Che está en las articulaciones, entre ellas que por todo el mundo intentan superar el anticapitalismo verborreico a cambio de fomentar un nuevo modo de producción que topa con el Estado. Ahí está el Che nacedor todo el tiempo en que hace falta la teoría, la abstracción del inmediatismo, la visión histórica mundial, la temeridad y claro, la dialéctica como garantía de liquidación del dogmatismo, la linealidad como progreso fatal en el que basta creer. Por todo esto, a los ochenta años de nacido, hay que nacer al Che día con día y proyecto a proyecto.
sábado, junio 14, 2008
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