Octavio Rodríguez Araujo
Observo un fenómeno muy curioso en los medios: hubo un operativo policiaco y murieron 12 personas. Noticia de primera plana, fotografías, artículos de opinión, seguimiento diario, videos, acusaciones, fotografías de los padres de los muchachos muertos o heridos, entrevistas, y más que probablemente se me ha escapado. Por lo que he entendido, la policía, pese a sus grandes errores en el operativo tan comentado, no fue a ocasionar muertes, no hubo esa intención, aunque la impericia de sus mandos haya provocado tal catástrofe. Las voces y plumas pagadas o subordinadas por oportunismo al calderonismo y al Partido Acción Nacional han pedido la caída del secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal; el senador panista Tamborrel ya vaticinó el costo político que pagará Ebrard por el caso News Divine (ni siquiera lo planteó como posibilidad), y los siempre enemigos del PRD y de López Obrador ya han propuesto, bajita la mano, linchamientos políticos y advertencias de lo que le pasaría a México si los perredistas llegaran a gobernar en 2012.
Leo en Reforma que en lo que va de 2008 (hasta el 20 de junio) han muerto mil 751 personas a consecuencia de la lucha de Calderón contra la delincuencia organizada (los narcos en especial). El año pasado murieron, según la misma fuente, 2 mil 275. La Jornada del martes pasado reportó que en 48 horas fueron asesinadas 37 personas. Y así es todos los días, y los mismos que piden linchamientos por la muerte de 12 personas (incluidos policías) en un operativo policiaco en un antro sospechoso de vender alcohol a menores y también drogas ilícitas han callado o han felicitado a Calderón por su aventura contra el narcotráfico demandada por el gobierno de Washington.
El operativo de Calderón es, para sus voceros oficiales y oficiosos, un acto patriótico; el operativo de la policía del Distrito Federal fue casi un homicidio (homicidio imprudencial), una tragedia por la que tendrán que pagar (ya están pagando) los funcionarios policiacos responsables. No los exculpo, que quede claro, pero ¿quién está pagando y pagará por la muerte de cientos de civiles inocentes y de policías ejecutados por el avispero que ha estado removiendo Calderón?
No estoy insinuando que se deje al crimen organizado vía libre para que haga lo que quiera, pero, si hablamos de impericia en los operativos de un jefecillo policiaco en un antro del Distrito Federal y de castigarlo, ¿por qué no hablamos de la impericia del inquilino de Los Pinos en contra los traficantes de drogas ilícitas, y también se le exigen responsabilidades por la cantidad de muertos habida? ¿Por qué no legalizar las ahora ilícitas drogas y controlar su producción y venta, además de gravarlas fiscalmente? ¿Por qué no se atiende el problema de los consumidores de drogas en México? ¿No es curioso que se dediquen más espots gubernamentales y paragubernamentales a la adicción al tabaco que a las drogas ilícitas?
Lo de News Divine se está usando para desprestigiar al gobierno de Ebrard, para evitar que se proyecte políticamente hacia el futuro, para –de paso– recargar las baterías en contra de López Obrador por el hecho de que este personaje político lo apoyó para gobernar el Distrito Federal. Huele mal.
Sí, los policías cometieron errores imperdonables, pero no son los únicos. La inseguridad en el México de Calderón, provocada por las ansias de éste por quedar bien con Estados Unidos en el tema del narcotráfico, es mayor ahora que hace dos o seis años. He hablado con policías judiciales y también con algunos uniformados y me han confesado que nunca antes habían tenido miedo –sí, miedo– como ahora, pues son más vulnerables que los soldados en los afanes de vendetta del narcotráfico.
Hubo un error de estrategia de la policía en el antro, pero también hay un error de estrategia en la “guerra” contra el narcotráfico. Pero esto último ya no es noticia y ocupa sólo páginas interiores en los periódicos, en tanto que lo de News Divine sí lo es, así como su fácil focalización en contra de un político que, aunque no me simpatice, tiene tanto derecho como cualquiera a tener aspiraciones presidenciales.
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