■ Romero Deschamps llegó cuando los golpeadores, a punta de pistola, habían desalojado a inconformes
Un líder disidente despachó un rato en el STPRM; lo sacaron a tubazos
■ “Me voy a asumir como dirigente nacional interino ”, había dicho Omar Toledo en la oficina del líder petrolero
■ Con 40 seguidores tomó por dos horas la sede gremial... hasta se duchó en el baño privado
Un líder disidente despachó un rato en el STPRM; lo sacaron a tubazos
■ “Me voy a asumir como dirigente nacional interino ”, había dicho Omar Toledo en la oficina del líder petrolero
■ Con 40 seguidores tomó por dos horas la sede gremial... hasta se duchó en el baño privado
Un grupo de trabajadores petroleros, representantes de 36 secciones del STPRM, encabezados por Omar Toledo Aburto, ocuparon durante más de una hora las oficinas de Carlos Romero Deschamps. Afirmaron que la intención fue “recuperar” el gremio del que se apoderó el dirigente, al que acusaron de “gánster del sindicalismo”. Foto Jesús Villaseca
Alrededor de las 6 y media de la mañana, Carlos Romero Deschamps llegó a la entrada del edificio marcado con el número 17 de la calle Zaragoza, en la colonia Guerrero, sede del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
Para entonces, medio centenar de golpeadores, armados con tubos y pistolas al cinto, ya habían recuperado las oficinas del gremio que horas antes fueron tomadas por un puñado de disidentes que no aceptan la reciente “relección fraudulenta” del líder, quien ya cumplió 17 años en el cargo.
Romero Deschamps subió a sus lujosas oficinas por el elevador privado, así no tuvo que ver los manchones de sangre que aún quedaban en las paredes y la escalera donde se escenificó buena parte de la reyerta entre la disidencia que encabeza Omar Toledo y un piquete de hombres visiblemente entrenados para golpear y ostensiblemente alcoholizados.
Así, sin sueño, fresco, el líder se apersonó en sus oficinas para sentarse en el mullido sillón de piel y maderas finas, cobijado por su séquito de seguridad. A esa hora, el inmueble ya estaba resguardado por más de 200 de sus “incondicionales”, número que fue aumentando luego de que se enteraron que la sede sindical había sido tomada por los trabajadores inconformes, al filo de las 3:40 horas.
Omar Toledo y no más de 40 petroleros disidentes ingresaron al edificio forzando con barretas y tubos la cortina del acceso principal del búnker que alberga la sede del STPRM.
Ahí estaban dos veladores, pero no opusieron resistencia y dejaron pasar al grupo, que subió forzando los accesos de cada piso hasta llegar al cuarto nivel, donde se encuentra el complejo de oficinas en que despacha el líder, quien asumió el poder en 1991 apoyado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Asombro por el lujo
“¡Es como un sueño! Jamás hemos estado aquí!”, comentaron asombrados los trabajadores que se apersonaron en las ostentosas oficinas de Romero Deschamps, luego de forzar la puerta.
Muebles de maderas finas, monedas de plata con la figura del líder petrolero, prendas de vestir empaquetadas en vistosos estuches de regalo dirigidos a él por dirigentes de secciones sindicales del STPRM; había otro obsequio enviado por Carlos Juaristi, ex director corporativo de administración de Pemex.
Pinturas enmarcadas y artículos alusivos a las actividades de los trabajadores petroleros eran revisados con curiosidad por los “intrusos” que recorrían asombrados el lugar.
Ante la presencia de unos cuantos medios de información que llegaron al lugar alertados por el reporte policiaco de que el edificio había sido tomado, Toledo Aburto, sentado en el sillón de Romero Deschamps, improvisó una conferencia de prensa rodeado de sus colaboradores más cercanos.
“Nosotros ya no le tenemos miedo (a Romero Deschamps). Por primera vez queremos respirar libertad sindical, porque queremos un gremio democrático”, exponía ante los insistentes cuestionamientos sobre el futuro de su movimiento.
“Me voy a asumir como dirigente nacional interino de los más de 97 mil trabajadores petroleros, en tanto se realizan elecciones”.
Emocionado por lo que calificó como “un hecho histórico”, aseguraba que mientras él dirigiera el sindicato no habría “cacería de brujas” y que el proceso de “democratización” del gremio es irreversible.
Por dos horas no hubo incidente alguno; incluso, Toledo aprovechó el tiempo para darse una ducha en el baño privado del despacho, mientras sus compañeros recorrían con calma el lugar revisando los cuadros que colgaban de las paredes y veían las esculturas de águilas, caballos y búhos que miden casi un metro altura y estaban dispersas en el lugar.
La calma se rompió a las 5:50 de la mañana. Se escucharon gritos, golpes, insultos y el golpeteo de objetos metálicos que provenían de la planta baja.
“¡Llegaron los golpeadores!”, gritaban los disidentes mientras infructuosamente intentaban contener el ingreso de decenas de hombres que, amenazadores, forzaron la entrada y a golpes se abrieron paso al interior del edificio para tomar estratégicamente el lugar. Piso por piso, las instalaciones fueron recuperadas dejando tras de sí rastros de la reyerta: vidrios rotos y charcos de sangre.
Sorprendidos, Toledo y sus acompañantes se encerraron en la oficina principal de Romero Deschamps.
“¡Ya se los llevó la chingada!”
Una horda de golpeadores con fajillas en la mano y pistolas en el cinto insultaban a los disidentes: “¡abran! ¡Ya se los llevó la chingada!”, gritaban mientras trataban de forzar la puerta.
Fueron 20 minutos de golpes, mentadas de madre y corretizas.
Triunfadores, los seguidores del líder petrolero sacaron uno a uno a quienes osaron desafiar a Romero Deschamps.
Humillados y golpeados, los seguidores de Toledo Aburto salieron del lugar despojados de sus carteras, teléfonos celulares y documentos que horas antes enseñaron a los medios de información para demostrar el fraude en la cuarta relección consecutiva de quien dirige el destino de los trabajadores petroleros.
El mismo “ejército” que antes golpeó a los trabajadores limpiaba con cepillos y jabón las huellas de la zacapela, para que cuando llegara Romero Deschamps el templo de su ego estuviera en orden.
Para entonces, medio centenar de golpeadores, armados con tubos y pistolas al cinto, ya habían recuperado las oficinas del gremio que horas antes fueron tomadas por un puñado de disidentes que no aceptan la reciente “relección fraudulenta” del líder, quien ya cumplió 17 años en el cargo.
Romero Deschamps subió a sus lujosas oficinas por el elevador privado, así no tuvo que ver los manchones de sangre que aún quedaban en las paredes y la escalera donde se escenificó buena parte de la reyerta entre la disidencia que encabeza Omar Toledo y un piquete de hombres visiblemente entrenados para golpear y ostensiblemente alcoholizados.
Así, sin sueño, fresco, el líder se apersonó en sus oficinas para sentarse en el mullido sillón de piel y maderas finas, cobijado por su séquito de seguridad. A esa hora, el inmueble ya estaba resguardado por más de 200 de sus “incondicionales”, número que fue aumentando luego de que se enteraron que la sede sindical había sido tomada por los trabajadores inconformes, al filo de las 3:40 horas.
Omar Toledo y no más de 40 petroleros disidentes ingresaron al edificio forzando con barretas y tubos la cortina del acceso principal del búnker que alberga la sede del STPRM.
Ahí estaban dos veladores, pero no opusieron resistencia y dejaron pasar al grupo, que subió forzando los accesos de cada piso hasta llegar al cuarto nivel, donde se encuentra el complejo de oficinas en que despacha el líder, quien asumió el poder en 1991 apoyado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.
Asombro por el lujo
“¡Es como un sueño! Jamás hemos estado aquí!”, comentaron asombrados los trabajadores que se apersonaron en las ostentosas oficinas de Romero Deschamps, luego de forzar la puerta.
Muebles de maderas finas, monedas de plata con la figura del líder petrolero, prendas de vestir empaquetadas en vistosos estuches de regalo dirigidos a él por dirigentes de secciones sindicales del STPRM; había otro obsequio enviado por Carlos Juaristi, ex director corporativo de administración de Pemex.
Pinturas enmarcadas y artículos alusivos a las actividades de los trabajadores petroleros eran revisados con curiosidad por los “intrusos” que recorrían asombrados el lugar.
Ante la presencia de unos cuantos medios de información que llegaron al lugar alertados por el reporte policiaco de que el edificio había sido tomado, Toledo Aburto, sentado en el sillón de Romero Deschamps, improvisó una conferencia de prensa rodeado de sus colaboradores más cercanos.
“Nosotros ya no le tenemos miedo (a Romero Deschamps). Por primera vez queremos respirar libertad sindical, porque queremos un gremio democrático”, exponía ante los insistentes cuestionamientos sobre el futuro de su movimiento.
“Me voy a asumir como dirigente nacional interino de los más de 97 mil trabajadores petroleros, en tanto se realizan elecciones”.
Emocionado por lo que calificó como “un hecho histórico”, aseguraba que mientras él dirigiera el sindicato no habría “cacería de brujas” y que el proceso de “democratización” del gremio es irreversible.
Por dos horas no hubo incidente alguno; incluso, Toledo aprovechó el tiempo para darse una ducha en el baño privado del despacho, mientras sus compañeros recorrían con calma el lugar revisando los cuadros que colgaban de las paredes y veían las esculturas de águilas, caballos y búhos que miden casi un metro altura y estaban dispersas en el lugar.
La calma se rompió a las 5:50 de la mañana. Se escucharon gritos, golpes, insultos y el golpeteo de objetos metálicos que provenían de la planta baja.
“¡Llegaron los golpeadores!”, gritaban los disidentes mientras infructuosamente intentaban contener el ingreso de decenas de hombres que, amenazadores, forzaron la entrada y a golpes se abrieron paso al interior del edificio para tomar estratégicamente el lugar. Piso por piso, las instalaciones fueron recuperadas dejando tras de sí rastros de la reyerta: vidrios rotos y charcos de sangre.
Sorprendidos, Toledo y sus acompañantes se encerraron en la oficina principal de Romero Deschamps.
“¡Ya se los llevó la chingada!”
Una horda de golpeadores con fajillas en la mano y pistolas en el cinto insultaban a los disidentes: “¡abran! ¡Ya se los llevó la chingada!”, gritaban mientras trataban de forzar la puerta.
Fueron 20 minutos de golpes, mentadas de madre y corretizas.
Triunfadores, los seguidores del líder petrolero sacaron uno a uno a quienes osaron desafiar a Romero Deschamps.
Humillados y golpeados, los seguidores de Toledo Aburto salieron del lugar despojados de sus carteras, teléfonos celulares y documentos que horas antes enseñaron a los medios de información para demostrar el fraude en la cuarta relección consecutiva de quien dirige el destino de los trabajadores petroleros.
El mismo “ejército” que antes golpeó a los trabajadores limpiaba con cepillos y jabón las huellas de la zacapela, para que cuando llegara Romero Deschamps el templo de su ego estuviera en orden.
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