Los mexicanos, a punta de granadas, debemos entender que la patria mexicana está otra vez colonizada. No nos bastó para entenderlo con el nombramiento de Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación del usurpado Poder Ejecutivo. Y, ni modo, se ha visto obligada la derecha mexicana fascista a hacérnoslo entender de manera más drástica.
Por María Teresa Jardí
Hemos sido condenados a repetir la historia lamentable de las dictaduras que enlutaron a nuestra América, la que nos duele, la Latina, de la que somos hermanos los mexicanos, la del Sur del continente al que pertenece México, la del idioma castellano, el chile y las tortitas de masa, la de los colores similares y la música de protesta, que nos iguala, la del boom literario con el que se denunció a los dictadores, la del Centro que, también al Sur pertenece, como pertenecemos los mexicanos…
Pero en México sabemos dónde está la punta del iceberg de la colonización y esa punta se llama Fobaproa. En el Fobaproa, ese atraco contra la sociedad entera, afectando a varias generaciones al grado de cancelarnos la posibilidad de vida digna, que cometieron los políticos y los empresarios de derecha en contra de la nación. En el Fobaproa que debe abrirse para establecer las responsabilidades correspondientes y para juzgar a los que haya que juzgar, si se quiere construir un México diferente, aunque sea a cuentagotas, está la posibilidad todavía de cambiar de narcoestado a Estado a secas.
En el Fobaproa, ese atraco cancelador de la viabilidad de México como país independiente, está la punta de lanza de la investigación que los asesinados, en Morelia y en el resto del país, exigen y demandan.
Se empieza por legalizar el fraude y se llega, para acabar con la menor posibilidad de que México siga siendo una república, por aplicar el choque terrorista del PLAN MEXICO, que pasa por el corte de cabezas, la ejecución de albañiles y el hacer estallar granadas en medio de la única fiesta cívica que a los mexicanos nos quedaba.
Sin reabrir y establecer la responsabilidad de los autores del Fobaproa, ya por todos conocidos, Roberto Hernández y Gil Díaz, a la cabeza, el Estado no puede limpiarse y al no limpiarse se está condenado a México a seguir siendo un narcoestado y a los mexicanos a sufrir la violencia inaudita que en los narcoestados se promueve, desde la cabeza, en el caso mexicano usurpadora del Ejecutivo, justamente para poder atracar con los Fobaproa y de mil maneras más entre las que ya se llegó aquí al estallido de granadas encima del pueblo que debe “aprender” a no reunirse en asambleas ciudadanas.
A la par que defendemos el petróleo debemos exigir que se abra el FOBAPROA y que castigue a sus autores.
A Bush no se lo han permitido los permisivos congresistas gringos porque no todos los pueblos tienen el aguante que tiene el nuestro.
En el mundo se dice que no hay otro país capaz de aguantar, como si nada pasara, la corrupción de los cuerpos policiacos, el abuso de los políticos y de los empresarios, entre ellos convenientemente mezclados, el desarme ético de sus instituciones, las asesinadas impunemente en Juárez y en otros lugares, los impunemente ejecutados, los impunemente secuestrados, los gobernantes que de manera pública se llaman “preciosos” con denunciados pederastas… Una larga lista que no tiene fin porque cada día se suman varios más a los que demuestran que se puede pasar, de un país con una educación adecuada, a un país de analfabetas, en tan sólo medio siglo y sin que nadie se ocupe de analizar qué ocurre con el magisterio, un país que pasa, de serlo de contrastes más o menos aceptables, a país con los más ricos del mundo y con más millones de pobres, de miserables, de paupérrimos…
Podemos todavía rescatar el Estado, aunque sea a secas, pero eso pasa necesariamente por abrir el Fobaproa y castigar aunque sea a los más visibles impulsores del atraco contra la nación que define el México del siglo XX que tiene cancelado el futuro en el XXI.
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