Luis Javier Garrido
La crisis económica y política de México parece ahondarse y un hecho aparece ya como determinante de lo que viene, pues el país no tiene un gobierno capaz de enfrentar los gravísimos problemas que aumentan todos los días.
1. México está viviendo una situación de incertidumbre a 40 años de 1968, pues el impacto de la crisis financiera de Estados Unidos empieza a golpear al país en medio de una crisis de naturaleza política derivada de las acciones equivocadas del gobierno espurio en materia económica y de seguridad pública y, sin embargo, no parece haber una reacción del grupo gobernante, que es acusado ya abiertamente de inepto desde todos los sectores.
2. La apuesta de Juan Camilo Mouriño y de Felipe Calderón de que el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, iba a sufrir un desgaste, lo que confiaban les daría manos libres para las privatizaciones, ha fracasado por completo. La marcha y el mitin del domingo 28 en la Plaza de la Constitución mostraron que hay en el país una movilización consciente y comprometida de cientos de miles de mexicanos dispuestos a impedir cualquier proyecto entreguista, y que en estos momentos de crisis lo mejor que pueden hacer las autoridades de facto es dar marcha atrás en su intentona.
3. Las vías que tiene el gobierno calderoniano para enfrentar la situación crítica no son muchas, y de no aceptar la realidad de las cosas y la circunstancia de que no tiene un sustento social para entregar Pemex a las trasnacionales ni un margen de maniobra para seguir imponiendo al país las medidas privatizadoras, se reducen a lo que al parecer van a intentar: una maniobra de fuerza legislativa para, por la vía del albazo, imponer un marco legal de simulación (que avalaran los priístas y el sector más corrupto del perredismo) que no engañaría a nadie ni podría tener viabilidad en los hechos, y que sólo agravaría a niveles impredecibles el desastre nacional.
4. La privatización de Pemex supone un negocio multimillonario, entre otros, para la trasnacional hispana Repsol YPF y para Calderón y sus amigos, y parece como un indicador de la necedad calderoniana de proseguir en esa tesitura el que en estos momentos críticos haya logrado que viniese a México para apoyarlo el último de los desprestigiados borbones, el príncipe Felipe de España, personero también de esos intereses, quien en una mascarada bochornosa pronunció el martes 30 en Morelia una alocución tratando de levantar a Calderón de su postración política y sin importarle su injerencia en asuntos privativos de los mexicanos.
5. Las dudas e indecisiones de Calderón y de sus allegados y la falta de inteligencia política en el gobierno se han manifestado como pocas veces ante la crisis económica y política que se ahonda y el repunte de la inconformidad social. Y si ante la debacle financiera estadunidense el equipo calderoniano se contradice todos los días y no halla como caracterizar la gravedad de la situación ni tiene más plan para México que aquel que le están dictando a Agustín Carstens en Washington, ante su ambición de privatizar los hidrocarburos no ve más salida que la de seguir tratando de obligar al PRI a asumir el costo de la traición a México. Y no se diga frente a la propuesta de López Obrador del día 28, que dejó pasmados a los panistas, incapaces hasta ahora de elaborar ninguna respuesta política coherente.
6. La iniciativa de López Obrador de un diálogo si no se atenta contra Pemex fue, sin embargo, muy clara, pues para que el país pueda salir adelante, les dijo, se requiere un plan anticrisis que suponga un golpe de timón en materia económica para frenar el empobrecimiento y la inseguridad de los mexicanos a que están conduciendo las políticas actuales.
7. La disyuntiva de Calderón y de quienes lo manejan es por lo tanto muy clara: consiste en aceptar dialogar o tratar de continuar imponiéndose por la fuerza. Los signos de que estas gentes, lejos de actuar con cordura, asumiendo que es imprescindible corregir el camino, pretenden, por el contrario, irse por la línea dura, como Díaz Ordaz en el 68, no hacen más que multiplicarse: la mascarada de la supuesta lucha contra el narco prosigue todos los días con nuevas deserciones y militares enfrentados a ex militares y a ex policías vueltos narcotraficantes, en un baño de sangre, mientras el mercado florece, los sistemas de salud y de seguridad social se siguen desmantelando, como el de la educación pública, y los recursos del Estado se hallan volcados más que nunca en la insensata pretensión calderoniana de imponer por todos los medios al PAN en 2009.
8. Los panistas en el gobierno no parecen haber entendido las lecciones de la Historia, y actúan tanto o peor que los priístas del pasado. En 2008, como en 1968, se gobierna por encima y en contra de la Constitución; el gobierno carece de autoridad moral y no tiene más fuerza que la del Ejército, hay decenas de presos políticos, el fraude electoral es moneda corriente y la mayoría de los medios, aunque bajo otras reglas, siguen mintiendo sistemáticamente al pueblo.
9. El gobierno de facto no ha dejado en estos meses, en que ha ido agravando la crisis por su torpeza y su perversidad, de invocar una y otra vez al Estado, al que paradójicamente ha continuado desmantelando, entregando sus recursos y sus funciones esenciales a corporaciones privadas (cuando no a entidades del extranjero), en materia de educación, salud, seguridad social e incluso de gobierno, hasta el punto de que de seguirse así, el Estado no será más que una entelequia, pues hasta las funciones de seguridad pública y de regulación bancaria las llevarán a cabo fuerzas del exterior.
10. A 40 años del 68, México sigue en una pendiente por la ineptitud, el entreguismo y la corrupción de la clase dirigente, pero algunas cosas han cambiado. Hoy existe también, como entonces, un pueblo en movimiento, pero con una mejor organización para la resistencia.
viernes, octubre 03, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario