Esta frase es la que nos pierde, cuántas veces la hemos escuchado en boca del pueblo. Nada de que "no queda más que aguantar", no queda más que luchar por la transformación. Ya hemos aguantado mucho, si seguimos así, estaremos tan débiles que no podremos combatir pacíficamente y estallará un conflicto de proporciones fatales.
René A. López, corresponsal
Villahermosa, Tab., 2 de octubre. A las tres de la madrugada del 30 de septiembre, Pablo Pérez Reyes, pastelero de la colonia Gaviota Sur desde hace 38 años, abandonó su vivienda y “a la primera llamada” fue a los albergues de parque Tabasco.
Apenas se enteraron de que “podía venirse de nuevo el agua”, este hombre de 56 años y su familia no esperaron el desalojo que anunció el gobierno del estado. “No lo pensamos mucho porque ya aprendimos que el agua no avisa. Recogimos nuestros trastos, estufa, ventilador y otras cositas. Un vecino nos hizo el favor de acomodarlas en la segunda planta de su casa; alquilé una camioneta en la que me traje a mi gente y algunas ropas”, relató.
En la inundación ocurrida a principios de noviembre del año pasado su vivienda de lámina y madera quedó cubierta por el río Grijalva. Durante un mes Pablo Reyes y su familia estuvieron refugiados en una escuela de la colonia Atasta.
“En aquella ocasión las autoridades también avisaron por la radio y con carros de sonido, pero nunca pensamos que se fuera a inundar así La Gaviota. Por eso tardamos en salir”, contó.
Pablo, su esposa, Flor Correa Domínguez; su hijo Ramiro, de 24 años, su nuera y una nieta de cuatro años viven en la colonia Gaviota Sur, nuevamente amenazada por las aguas.
“La otra vez nos confiamos y la inundación nos agarró dentro de la casa. Por suerte fue como a las 6:30 de la mañana y pudimos salir, porque si hubiera entrado el agua cuando estábamos con el sueño pesado, no la contamos”, recordó.
La familia de Pablo Pérez es una de las 558 que reciben atención en el albergue de la nave número 3 del parque Tabasco, donde se encuentran 2 mil 20 afectados.
Sentado en un camastro, Pablo cuenta que su hijo, albañil, se quedó sin trabajo.
“No nos queda más que aguantar. Esperamos en Dios que esta vez no se inunde la colonia y podamos regresar pronto a nuestra casa a trabajar, a seguir vendiendo mis pasteles, que es a lo que me he dedicado durante 38 años.”
Hoy se observaron algunas sonrisas entre los refugiados cuando una vecina comentó en voz alta una noticia que escuchó en la radio: “Parece que las lluvias se están calmando. Hoy hubo solecito todo el día. Algunos ríos van para abajo y dicen que no llovió en la sierra”.
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