viernes, octubre 03, 2008
DESDE SIEMPRE, SIN importar ya cual sea el partido en el poder –lo mismo da que sea el PRI, el PAN o el "achuchado" PRD-- , la impunidad es una característica sine qua non del sistema político mexicano. Aquí, el que no la hace la paga. Y quien lo hizo, recibe recompensas.
Gustavo Díaz Ordaz, responsable político de la matanza del 2 de octubre de 1968, recibió en su momento el premio diplomático a su enemistad con Luis Echeverría, otro de los ejecutores del genocidio que, 40 años después, aún se mantiene exento de castigo.
José López Portillo, en efecto, designó a Díaz Ordaz su embajador plenipotenciario ante el reino español, a la reanudación de relaciones con el país ibérico.
Díaz Ordaz brindó entonces una conferencia de prensa. A las preguntas "de cajón" –recuérdese que para mediados de los 70’s del siglo anterior la prensa, igual que sucede con ciertos medios ahora, aún mantenía una sujeción fiera a la Administración en turno--, se sumó, de repente, la interrogante planteada por un joven reportero: mi amigo y colega Héctor Moctezuma de León, sobre la participación del ex Presidente en los trágicos hecho de Tlaltelolco.
Enfurecido, rabioso, Díaz Ordaz respondió, mutatis mutandi:
-- Muchachito, si no fuera por las decisiones que se tomaron en 1968, usted no estaría aquí haciéndome esa pregunta.
Díaz Ordaz pensó, hasta su muerte el 15 de julio de 1979, que había salvado a la Patria de los nocivos efectos de "ideas exóticas", como les llamaba, que por aquel entonces campeaban entre los jóvenes de todo el mundo.
En la Wikipedia, al teclear el nombre de Díaz Ordaz, aparece lo siguiente: "Sobre el control férreo que ejerció sobre los medios de comunicación durante su mandato, dice el periodista Jacobo Zabludovsky:
"-- Le voy a contar una anécdota personal que refleja en gran medida el carácter de Díaz Ordaz, más que muchos libros o testimonios: el día 3 de octubre [de 1968] me llamó por teléfono. Fue la única vez que Díaz Ordaz me llamó por teléfono, aunque habíamos conversado en otras ocasiones. Me habló para preguntarme por qué la víspera había yo aparecido en pantalla con corbata negra. Le dije: 'Señor presidente, yo uso corbata negra desde hace unos años. No tengo otra, más que negra'. Él estaba muy disgustado."
En cuarenta años poco ha cambiado en el terreno periodístico. Si acaso, ahora, hay más Héctor Moctezuma. "Muchachitos" y ya no tan "muchachitos" que aún luchan por un ejercicio pleno de la libertad de expresión y que, por desgracia, aún pagan cara tamaña "osadía".
El discurso engañabobos de que "hoy hay más libertades" ya no engaña a nadie. Hay notas censuradas. Eventos como los de AMLO, donde se reúnen miles de personas, pasan desapercibidas. Y conductores de televisión suspendidos, por sacar "al aire", sin consultar, una declaración del fiscal italiano que hace un par de semanas señalara que el crimen organizado es otro de los factores reales de poder que en México han puesto presidentes de la República.
Díaz Ordaz, empero, murió convencido de haber garantizado las libertades de los mexicanos…
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