Apenas inició la semana fue arraigado el director de la Interpol en México, Ricardo Gutiérrez Vargas, bajo la acusación de proporcionar información clasificada al crimen organizado. Concretamente al cártel de los Beltrán Leyva.
Días después fue arraigado Mario Velarde Martínez, quien fuera secretario particular de Genaro García Luna cuando el hoy secretario de seguridad era director de la AFI. También se le acusa de operar en beneficio de los Beltrán Leyva.
Sin embargo, el hecho que mejor retrata la intranquilidad que predomina en los altos mandos de la seguridad nacional es la detención de Javier Herrera Valles.
El hombre que fuera comisionado nacional de la PFP había enviado al presidente Felipe Calderón una amplia denuncia documentada sobre la corrupción en la Secretaría de Seguridad Pública.
Al no encontrar respuesta, decidió hacerla pública. La periodista Anabel Hernández dio a conocer la historia el 6 de junio ante las cámaras de Reporte Índigo. Las imágenes de Herrera Valles, avaladas por los documentos y por lo que fue su alta investidura, pusieron contra la pared a García Luna y a su Secretaría de Seguridad.
Pero la respuesta a la denuncia no tardó. El martes pasado por la noche, el ex comisionado nacional de la PFP fue detenido. Lo aprehendieron cuando se dirigía a las instalaciones de Televisa Chapultepec para presentarse en el programa de la periodista Denise Maerker.
En ese mismo programa, Herrera Valles había ratificado todas y cada una de las denuncias hechas ante Reporte Índigo. El martes ya no pudo ampliar sus denuncias en la pantalla. Fue detenido por una veintena de federales para que respondiera a una "orden de presentación".
Los policías que lo detuvieron son hombres de Genaro García Luna. Sí, el mismo secretario de seguridad cuyas denuncias por corrupción serían ampliadas esa noche en televisión.
Al mismo que ya le asesinaron a cinco de sus hombres, sin que medie explicación (en algunos casos) de las extrañas condiciones en que fueron ejecutados o acribillados.
El que negó tres veces la existencia en sus filas de la comandante Lore, la del caso del secuestro y asesinato del joven Martí. El que compró las voluntades de María Elena Morera y de México Unido contra la Delincuencia.
Al que le arraigaron a Luis Cárdenas Palomino y a Víctor Gerardo Garay. Al que ahora le detienen a su ex secretario particular por complicidades con el crimen organizado.
El mismo que busca el control de la nueva Policía Nacional. El que está abiertamente confrontado con la Defensa y con la Procuraduría General de la República.
El que no tiene fuerza o autoridad que lo amoneste, que lo reprenda, que lo someta. Juan Camilo Mouriño era su protector. Ya no más.
Por eso, si Genaro García Luna continúa haciendo y deshaciendo a sus anchas, sólo puede ser con el beneplácito de Los Pinos.
Éste es el último capítulo en la historia de quien ya tiene bien ganado el mote de "El Intocable del Presidente".
No importa quién esté en el poder. No importa de qué partido provenga. La mayoría de los mexicanos no cree en las explicaciones y verdades oficiales que suele dar el gobierno.
Y más aún cuando se trata de la muerte trágica de personajes que hayan tenido que ver con el poder.
No hace mucho que el propio presidente Felipe Calderón, en una reunión de jefes de estado en Centroamérica, reconoció públicamente el fenómeno del escepticismo de la gente hacia los políticos.
Y hay sobradas razones para que esto suceda.
Es cosa de recordar, por ejemplo, que en el crimen de Luis Donaldo Colosio, el mismo fiscal especial designado para el caso, Miguel Montes García, cambió su propia explicación en dos ocasiones, pasando de la tesis del complot a la del asesino solitario que, por supuesto, muy pocos creyeron.
Y qué decir del asesinato del Cardenal Juan José Posadas Ocampo, cuando el procurador Jorge Carpizo trató de vender la idea de que el Cardenal fue asesinado porque según él se le confundió con un narcotraficante.
O para no ir tan lejos, ¿quién no se acuerda del reconocimiento público que Vicente Fox hizo de su engaño en el asunto de Fidel Castro, cuando con el presidente cubano dio a conocer la evidencia de su conversación telefónica, la que demostraba que tanto Fox como Jorge Castañeda habían mentido?
O peor aún, cuando todavía subsiste la versión oficial de que la trágica muerte del secretario de Seguridad, Ramón Martín Huerta, y sus acompañantes, fue producto de un "accidente", mientras que la información relativa al caso fue "reservada" por 12 años?
Y más aún cuando se trata de la muerte trágica de personajes que hayan tenido que ver con el poder.
No hace mucho que el propio presidente Felipe Calderón, en una reunión de jefes de estado en Centroamérica, reconoció públicamente el fenómeno del escepticismo de la gente hacia los políticos.
Y hay sobradas razones para que esto suceda.
Es cosa de recordar, por ejemplo, que en el crimen de Luis Donaldo Colosio, el mismo fiscal especial designado para el caso, Miguel Montes García, cambió su propia explicación en dos ocasiones, pasando de la tesis del complot a la del asesino solitario que, por supuesto, muy pocos creyeron.
Y qué decir del asesinato del Cardenal Juan José Posadas Ocampo, cuando el procurador Jorge Carpizo trató de vender la idea de que el Cardenal fue asesinado porque según él se le confundió con un narcotraficante.
O para no ir tan lejos, ¿quién no se acuerda del reconocimiento público que Vicente Fox hizo de su engaño en el asunto de Fidel Castro, cuando con el presidente cubano dio a conocer la evidencia de su conversación telefónica, la que demostraba que tanto Fox como Jorge Castañeda habían mentido?
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EN REPORTE:
*El intocable del presidente
*Las palabras... se las lleva la turbulencia
*Téllez, de primera mano
*Un viaje no planeado.......
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Para ver Reporte Índigo AQUI.
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