El gobierno neoliberal mexicano, intenta borra de la memoria del ciudadano el recuerdo de la Revolución social de 1910, debido a sus profundas raíces populares.
Darío Arredondo |
Con el argumento de evitar "puentes", algunas fechas históricas pasan olímpicamente al cesto de la basura burocrática para ser sustituidas por productos anodinos de un eficientismo sin mucha justificación. El tradicional desfile del 20 de noviembre, sufre la podadora burocrática y se convierte en una fecha y evento sin mucha trascendencia.
El solo recuerdo de las luchas del pueblo mexicano contra la oligarquía terrateniente y el dictador Porfirio Díaz, parece provocar dolores estomacales a la actual clase gobernante emanada del neoliberalismo. Los gobiernos neoliberales en México han tratado con relativo éxito de difuminar la línea divisoria entre el espacio público y el privado, desnaturalizar al Estado y transferir muchas de sus funciones al mercado, en condiciones que desmienten el carácter social de la economía y la buena práctica económica previa a las instituciones de Washington, tras la segunda guerra mundial.
La desmemoria convertida en estrategia de dominación, permite que los gobiernos en la órbita imperial desarticulen la cultura local y los valores que dan unidad de propósitos a los planes y programas de gobierno como la acción del Estado en la economía y la política nacionales. La transnacionalización de la economía y la política supone un elemento de sustitución cuyos costos pueden ser fatales para la soberanía nacional y el desarrollo de los pueblos bajo sus propias expectativas de progreso.
La pérdida de identidad nacional aparejada al sentido de sus transformaciones, genera un producto manipulable que, por la fuerza de atracción que ejerce el polo dominante de la economía mundial, permite la difusión de supuestos que nos persuaden de que la vida como colonia agro exportadora es mejor que la de ser un país independiente con una industria incipiente, deficiente, poco competitiva pero propia y en vías de mejorar, merced al esfuerzo nacional.
En el caso particular, desde el tiempo de Carlos salinas de Gortari, se ha visto cómo se ataca sistemáticamente la memoria histórica de México, cómo el pragmatismo lleva al gobierno federal a un cambio de fechas en las conmemoraciones de hechos históricos fundamentales para el país. Se instaura un estilo de gobierno apegado a los designios de los organismos financieros internacionales y la ilusión de la modernidad dependiente termina por ser ruta y destino.
El día 20 de noviembre, aniversario de la Revolución mexicana que abatió la dictadura y sentó las bases del México de las instituciones que terminaron con el caudillismo y recuperaron el dominio de la nación sobre sus recursos naturales, es una fecha molesta para los agentes del imperialismo. La conmemoración del aniversario de la Revolución termina siendo políticamente incorrecto, en una nación a expensas de la inversión extranjera directa, la instalación de maquiladoras, la desindustrialización al tiempo que se pactan acuerdos lesivos para el comercio, la agricultura y otros importantes rubros de actividad económica; todo, gracias al prurito modernizador que deja de lado el progreso a cambio de las migajas que la cooperación internacional en condiciones de desigualdad, se empeña en sostener el gobierno de la derecha.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la Alianza para la Seguridad de América del Norte, son instrumentos que, junto con el llamado Plan México o Iniciativa Mérida, así como el aún no concretado Plan Puebla-Panamá, cierran el círculo de la dependencia y la calidad de patio trasero de Estados Unidos. Acuerdo o tratados que hasta la fecha no han aportado nada más allá de una absurda perspectiva de neocolonialismo explotador. La relación armoniosa entre tiburones y sardinas no puede ser concebida como posible, salvo por los efectos enajenantes de una ideología depredadora.
El 20 de noviembre debe ser conmemorado en su fecha justa, en la coincidencia onomástica del momento histórico cuyo contenido dio origen a las instituciones fundamentales del país. El colocar la celebración en cualquier hueco burocráticamente conveniente, termina por afectar el nervio, la sustancia de una gesta que debe ser recordada como ejemplo de determinación y altura de miras. Se trata de un movimiento popular que dio origen a la Carta Magna de la nación, documento que es ejemplo de justicia social y del que emanan las leyes que el Estado neoliberal quiere borrar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario