Ricardo Andrade Jardí
Los vientos de cambio impregnan a una buena parte del Continente. Los Estados soberanos y con gobiernos de voluntad popular deciden cumplir con su labor y retoman la rectoría de aquellos asuntos estratégicos que las políticas neoliberales han abandonado a su suerte o entregado a las manos usureras de banqueros y criminales empresarios que no han hecho más que exprimir al máximo las economías familiares generando minoritarias y vergonzosas riquezas, al tiempo que reproducen una miseria mayoritaria.
Las derechas continentales se oponen a perder sus inmorales privilegios y, financiadas por el imperio de Bush, impulsan sus políticas raciales contra la voluntad popular; el conservadurismo y la ignorancia son las armas de la derecha para golpear sistemáticamente los vientos del cambio.
En Bolivia las oligarquías se pretenden intocables e inician una guerra civil contra el electo y refrendado “indio” que llegó al poder, jugando bajo las reglas de la democracia burguesa y con un enorme apoyo social.
Mientras la derecha, en Argentina, en un periodo pequeño de tiempo, ha desmantelado casi el aparato cultural de la que en otrora fuera la capital del arte y la cultura de Iberoamérica, dando paso a la inmovilidad del confort clasemediero y a una rápida penetración transcultural de la chatarra que hoy se multiplica por todos los barrios de Buenos Aires.
La estrategia de fondo es clara: “si la cultura hace hombres libres, aplastemos los procesos culturales, imposibilitemos el acceso al desarrollo cultural”, parecería ser la premisa con la que el conservadurismo oligarca inicia la defensa de su decadencia, frente a un mundo que curiosamente se organiza al margen de la cultura, o cuando menos al margen de lo que nos venden e importan como “su cultura”.
Son los imaginarios de la mediocridad y la mentira, respaldados por el poder económico y financiero global (que no es más que otra mentira), enfrentados contra el resurgimiento de nuevas o viejas subjetividades de lucha y resistencia, que empiezan a cultivar una cultura popular que se encuentra totalmente fuera de las manos del control opresivo de las oligarquías, que hasta hace poco intervenían, controlaban y “ordenaban” los procesos y las formas de organización de la vida política, social y económica del Continente.
Es una marcha imparable que, más pronto que tarde, cambiará las formas hasta hoy establecidas en el Continente, no importa cuántas imposiciones fraudulentas o golpes (militares) financieros o políticos, intenten dar. La esperanza nacida de estas resistencias continentales se reproducirá con velocidad, aunque las clases medias (las más enajenadas) tarden en darse cuenta y aunque las oligarquías vociferen su miedo. El inicio de un mundo posible, justo y digno para todos está en proceso.
¡Ni un voto a los traidores! ¡Ni un voto al PRD en 2009!
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