Ángel Guerra Cabrera
Los resultados de las elecciones venezolanas del 23 de noviembre han sido presentados como una debacle de la revolución bolivariana por la máquina (des)informativa del imperio. Desde días antes nos lo sugerían sibilinamente CNN, El País, cipayos de la Sociedad Interamericana de Prensa y sus agencias electrónicas y escritas de Venezuela. Pero faltaba cinismo por ver. Cuando el prestigioso Consejo Nacional Electoral publicó los transparentes datos de la votación, los acomodaron a sus vaticinios previos, disparando sin pausa lugares comunes de supuestos expertos, carentes de la más elemental idea de la potencialidad de una revolución popular de veras.
Con una afluencia electoral récord de 65 por ciento, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo 5 millones 600 mil votos contra 4 millones 100 mil, un millón 500 mil más que sus contrincantes. Ganó las gobernaciones de 17 de 22 estados en pugna, casi todos por amplio margen, y 80 por ciento de las alcaldías, entre ellas y de modo contundente el municipio Libertador, corazón de Caracas. Conclusión: el chavismo y Hugo Chávez conservan el respaldo sólido de una holgada mayoría de venezolanos.
No obstante, la oposición retuvo la gobernación de Zulia y la alcaldía de Maracaibo, estratégico estado petrolero bastión del golpismo separatista, fronterizo con Colombia como Táchira, perdido también por el chavismo, y capturó por estrecho margen el industrial Carabobo. También desplazó al chavismo de la gobernación del estado Miranda y la Alcaldía Metropolitana de Caracas, instancia coordinadora que agrupa cinco municipios de la capital y de aquel estado. Pero vamos por partes. En Zulia el PSUV recuperó ocho y retuvo cinco alcaldías más una donde no tocaba realizar comicios, domina ahora en 14 de las 19; entre ellas, San Francisco, segunda en población electoral después de Maracaibo, y todas las fronterizas; en Carabobo ganó 11 de 13 alcaldías y mayoría de legisladores estadales.
En Caracas, aunque perdió la alcaldía metropolitana conservó rotundamente el apoyo de las parroquias populares. Es falso que “los pobres ya no votan por Chávez”. Aristóbulo Iztúriz, el candidato bolivariano a la alcaldía metropolitana, al igual que Jesse Chacón, su homólogo del estado de Miranda, ganaron en las barriadas pobres y marginales, en la capital y en ese estado, incluido el populoso Petare. La derrota allí se debe al voto de castigo por una gestión claramente insatisfactoria de algunas alcaldías chavistas del Gran Caracas, muy bien aprovechada por la oposición de derecha, que consiguió sacar masivamente de sus casas a la clase media y media baja a sufragar contra el chavismo. Igualmente, al cambio de táctica y discurso de los golpistas, que adiestrados y financiados por las fundaciones y ONG fachadas de la CIA aplicaron, perfeccionada, hasta en barrios populares, la demagógica mercadotecnia de las “revoluciones” de colores, ya experimentada exitosamente en Servia, Ucrania y Georgia.
Es evidente que el chavismo subestimó el desastre urbano de Caracas, ocasionado sí por la cuarta república, que las agravó con las políticas neoliberales, pero no atacado a fondo por los munícipes bolivarianos; también que el PSUV no ha logrado diseñar una estrategia que incluya explícitamente en su propuesta socialista a sectores de clase media y descontentos. Por lo pronto, sus candidatos no electos manifiestan la resolución de liderar la oposición en las regiones y municipios ganados por la derecha y ya han anunciado que profundizarán en ellos la participación y el poder popular en los consejos comunales y vigilarán el buen funcionamiento de las misiones sociales. Al PSUV le sobran moral y argumentos para ganar en todas partes la batalla de las ideas apoyada por una buena gestión de sus gobernadores y alcaldes, y la acción resuelta de sus legisladores donde gobernará la oposición. Es perfectamente posible crear el clima político para teñir de rojo las legislativas de 2010 y revocar por el camino a los gobernantes opositores.
En la larga lucha entre revolución y contrarrevolución el desenlace no lo decide ninguna ley objetiva, sino la creación de obra y conciencia socialista, la audacia, creatividad y entrega total de los revolucionarios al pueblo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario