Julio Pimentel Ramírez
Mientras el país se le deshace entre las manos -abusamos al utilizar esta figura literaria pues en realidad a la República nadie podrá tenerla jamás bajo su control total, siempre habrá quienes se rebelen y no acepten mansamente las imposiciones del poder-, como muestran los índices de la violencia, la corrupción en los altos niveles de la “inteligencia” de los cuerpos policiacos, la crisis económica que ya nos alcanzó, el presidente ilegítimo se permite, durante su gira sudamericana, dar consejos a diestra y siniestra y en el colmo del cinismo y la ceguera política, defender el “libre mercado” y advertir en contra del “proteccionismo”.
La profundidad y amplitud de la recesión económica en que se ha sumido el sistema capitalista no respetará ningún país del mundo, ningún rincón del planeta se verá libre de los nocivos efectos provocados por la especulación y el afán irrefrenable de acumular riqueza de los tiburones de las finanzas. Si los países desarrollados padecerán desempleo y empobrecimiento de millones de personas, incluso descenso en el nivel de vida de la clase media y quiebra de capitalistas, cabe preocuparse por lo que sucederá en los países pobres y/o en desarrollo, México incluido.
Felipe Calderón, que durante su periplo por el Cono Sur mantuvo a su lado al cuestionado Genaro García Luna, se dio el lujo de aconsejar a Barack Obama, presidente electo de Estados Unidos, que al llegar a la Casa Blanca asuma liderazgo -él, que llegó sin legitimidad a Los Pinos tras un fraude electoral y que no ha estado a la altura que demandan los problemas del país- y lo instó a que no revise el Tratado de Libre Comercio pues si lo hace, dijo, no habrá barda que detenga a los miles de migrantes que saldrán de México, como si ahora no hubiera millones de mexicanos en busca de empleo.
A la manera de los neoliberales a ultranza, desfasados de la realidad, Calderón lo mismo que George W. Bush reiteran que el camino es el de la apertura comercial al estilo de la que se ha aplicado bajo los intereses de las transnacionales y que es uno de los factores que explican la pobreza, el desempleo, la inequidad social y truenan en contra del proteccionismo.
Estos personajes pretenden ocultar que los multimillonarios planes de rescate instrumentados en Estados Unidos, Europa, Japón, China y otras naciones, no son sino desesperadas medidas proteccionista que tienen como eje rector la intervención del Estado, decisión que efectivamente contraviene el espíritu neoliberal que prevalece entre la actual élite del poder capitalista y entre los individuos que le sirven en todo el mundo.
Claro que hay que subrayar que la mayor parte de los recursos públicos aplicados en los programas de rescate, si bien evitarán quiebras de empresas y por ende despidos de personal, van dirigidos al salvamento de los grandes capitalistas y altos ejecutivos, que continúan gozando de la vida y esperando volver, más adelante, a la liga mayor de los negocios más lucrativos.
Un ejemplo de la magnitud de la crisis económico-financiera, la tenemos en Estados Unidos, que en un primer momento canalizó 700 mil millones de dólares al rescate de las grandes instituciones financieras quebradas o al borde del colapso.
Ahora, el gobierno de George W. Bush anunció mecanismos adicionales de hasta 800 mil millones de dólares en nuevos préstamos y adquisiciones de deuda para buscar descongelar los mercados de crédito para los consumidores y rescatar el “libre mercado” de la peor crisis desde la gran depresión, en lo que ya es la intervención estatal en la economía más costosa de la historia de Estados Unidos.
Con esta última iniciativa, el gobierno estadunidense ya ha invertido y/o comprometido más de 5 billones (millones de millones) de dólares en 22 programas para rescatar la economía, y según algunos cálculos el total podría llegar a 7.5 billones, el equivalente de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos en 2007 o casi el doble del costo estadunidense de la Segunda Guerra Mundial, según reportes de ABC News.
Para completar el desolador panorama de la realidad mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) planteó un sombrío escenario para el crecimiento económico de los países miembros, a causa de lo que calificó como “la recesión más grave desde los años 80”, la cual se expresará en un aumento de 8 millones en el número de desempleados para los próximos dos años, para acumular en conjunto 42 millones de personas sin trabajo.
El informe de la OCDE prevé que los 30 países integrantes sufrirán de manera grave los efectos de la crisis financiera internacional y, en particular, Estados Unidos y los 15 países que integran la Unión Europea se encuentran ya en una recesión económica que podría prolongarse al menos hasta finales de 2009.
Para México prevé un avance económico de sólo 0.36 por ciento en 2009, el más bajo calculado hasta ahora por analistas, y asegura que el mundo desarrollado está ingresando en su peor desaceleración en décadas.
Hay otros datos que nos muestran la gravedad de la situación que padece México, que se deteriora rápidamente: “minusvalías” por 55 mil 280 millones de pesos de enero a octubre de este año en los fondos de pensiones de los trabajadores; entre julio y septiembre el monto de las remesas se ubicó en 5 mil 925 millones de dólares, una caída de 6.5 por ciento comparada con el mismo periodo de 2007, según informe del Banco de México; la cuenta corriente de la balanza de pagos registró un déficit de 5 mil 2 millones de dólares, debido particularmente a un mayor gasto en la compra de mercancías en el extranjero; la balanza comercial del país durante los primeros 10 meses del presente año tuvo un déficit de 11 mil millones de dólares.
Esto es solamente una pequeña parte de la realidad que criminalmente se niega a aceptar el gobierno ilegítimo, que se contenta en declarar que tenemos rumbo y que el problema es esencialmente de actitud psicológica por lo que se resuelve con asumir voluntariosamente el futuro, sin asumir las acciones que verdaderamente son necesarias para corregir el rumbo que nos lleva, sin eufemismos, al abismo.
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