Julio Pimentel Ramírez
Uno de los índices que patentiza el fracaso del capitalismo mexicano en sus dos últimas etapas, la de sustitución de importaciones y la neoliberal (fracaso visto desde la óptica de los intereses de la sociedad y desde la perspectiva de un proyecto soberano de nación, ya que para un puñado de burócratas y "hombres de negocios" se ha traducido en un alto enriquecimiento), es el de la devaluación del peso frente al dólar, proceso que refleja tanto el empobrecimiento de la población como la acelerada "depreciación" de la calidad moral de los hombres del poder.
Más allá de las "catastrofistas" declaraciones de Carlos Slim -uno de los tres principales millonarios del orbe cuya posición privilegiada se deriva, precisamente, del modelo económico mexicano-, que coinciden con las apreciaciones y análisis que desde hace tiempo realizan diversos actores de la academia y de la vida política nacional, entre ellos en forma destacada Andrés Manuel López Obrador, los datos económicos que conocemos a cuentagotas, día a día, confirman que el país se dirige a una verdadera debacle económica que demanda respuestas rápidas y oportunas, que se correspondan a la magnitud del problema.
Así, la crisis económica sigue su devastador camino que se traduce en el incremento del desempleo: solamente de noviembre de 2008 a enero de este año, más de 541 mil personas perdieron su empleo en las zonas urbanas del país, lo que representó un promedio de 5 mil 885 despidos cada uno de los 92 días transcurridos, revelan informes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), difundidos por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS).
Cifras oficiales, que suelen ser "maquilladas" y utilizan criterios que distorsionan la realidad a favor de las políticas gubernamentales, señalan que a septiembre de 2008 la "población desocupada" en el país sumaba un millón 909 mil 728 personas. Pero con las plazas perdidas entre ese mes y enero pasado, la cifra se eleva a 2 millones 451 mil 132 mexicanos, 5.38 por ciento de la población económicamente activa, que quedaron sin un empleo formal, sólo en las áreas urbanas.
En cuanto a la devaluación del peso se tiene que de 1976 a la fecha, después de cinco presidentes priístas, dos panistas y once secretarios de Hacienda (los últimos cinco neoliberales, dejando de lado a Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines, que entre los dos devaluaron la moneda 123%), pasó respecto al dólar de 12.50 a 14,500 pesos (14.50 con la magia de quitarle tres ceros al tipo de cambio), es decir una cifra "catastrofista" difícil de digerir por la imaginación pero fácil de entender por el sentido común que ha visto empobrecerse tanto a sectores medios como a la población en general: el 60 por ciento de los mexicanos se encuentran postrados en la sobrevivencia.
A la devaluación de la moneda corresponde la degradación de los mandatarios mexicanos, incluidos los dos que accedieron por la vía del fraude electoral, que son incapaces de actuar con honestidad y reconocer errores. Algunos lloran y defienden al peso como perros, el que ladra no muerde dice sabiamente el proverbio popular, otros se lo achacan al "error de diciembre" del que en forma farisea nadie reconoce la paternidad, otros se quejan de que todo se debe a factores externos y se esfuerzan, vanamente, para derrochar optimismo y convencernos de que no pasa nada.
Sin embargo de octubre del 2008 a febrero de este año, en apenas cuatro meses, se entregaron más de 20 mil millones de dólares de las reservas federales a los especuladores. Solamente el 10 de octubre los especuladores se "comieron" poco más de 100 millones de dólares por minuto, a lo largo de una hora. Seis mil 400 millones de reservas internacionales, con el fin, decían, de "inyectar confianza", erradicar el "nerviosismo" y "fortalecer" a la moneda nacional.
El gobierno ilegítimo ahora no solamente utiliza el mecanismo de la subasta, 400 millones de dólares al día cuando se requiere, sino que coloca la moneda verde de las reservas, que son de todos los mexicanos, de manera directa a quien lo solicite. En ambos casos se niega a dar los nombres de quienes están secando los ahorros nacionales y amenazan continuar con su voracidad.
La devaluación empobrece a muchos, enriquece a pocos y desnuda la calidad moral de quienes desde el poder, por omisión, complicidad, ambición o ineptitud, o todas juntas, forman parte del círculo perverso que tiene a México en el tobogán de la violencia delincuencial y en una crisis económica que amenaza con profundizarse e incrementar con ello las penurias sociales.
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