05 febrero 2009
"Los trámites burocráticos, en el poder público en el privado, son un medio de control social, como cualquier ciudadano sabe".
Pedro Balbuena López.
I
Para millones de hombres y mujeres como usted y éste escribidor que viven en el ámbito ideológico y político tripolar de México, el proceso electoral ocurrente para renovar la Cámara de Diputados es trámite inútil.
Y no sólo eso: además de tullido, votar es un trámite muy costoso, parte morfológica de la cultura de la simulación democrática. Ésta, sábese bien, es idiosincrática, inherente al carácter mismo del poder político.,
El poder político es uno de los elementos constitutivos del Estado. Su función filosófica, política, moral y ética e incluso práctica es la de atender a otro de los elementos constitutivos de éste, el pueblo.
Ese elemento constitutivo --el pueblo-- del Estado es el más importante de todos, superior sin duda al mismo poder político, la soberanía y el territorio, que constituyen los demás elementos de aquél.
Pero es demostradamente sabido que el poder político --el andamiaje de ejecución de políticas diseñadas por los legisladores en las instancias federal y de los estados-- no obedece a los intereses del pueblo.
Y para evadir esa responsabilidad del poder político de servir al pueblo --o a la sociedad, si se prefiere identificarlo así-- se utiliza extensa e intensivamente un recurso expeditivo: simular mediante amaños y tinglados.
II
Tan es así que la percepción generalizada en México es la de que el quehacer de la política equivale a ejercicios que van de la zafiedad a la filigrana en la práctica de mentir y engañar con socaliñas y truculencias.
No en vano los partidos políticos y los personeros cupulares de éstos y las instancias de competencia y potestades del poder político del Estado viven en el mayor descrédito en el ánimo de la ciudadanía.
Vero. Unos --partidos políticos y sus personeros cimeros-- y otros (las instancias comiciales como el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral)) carecen de credibilidad. Se duda de sus motivos y de sus fines.
Esa manifestación cultural de la idiosincrasia del poder político y sus personeros se extiende incluso al Estado mismo, controlado por uno de sus elementos constitutivos, el poder político, que así se desnaturaliza.
Debido a ello, el trámite de votar y, secuencialmente, elegir representantes de la ciudadanía en los órganos del poder político del Estado con arreglo a lo demográfico y/o territorial parece gestión redundante.
Dicho de otro estilo, ese ejercicio cívico deviene en diligencia infecunda, baldada. Por ello, diríase sin hipérbole que ese es el trámite más inútil. La ciudadanía vota bajo premisas falsas. Engañada.
III
Engañada por el hecho mero de votar por candidatos que simulan ser lo que no son (y que fingen izar banderas de reivindicaciones sociales y populares) es la democracia en sí. Nada más falaz. La premisa es espuria.
La falacia --la simulación democrática-- tiene manufactura criminógena por su laya premeditada, alevosa y ventajosa. Incluso, es la ciudadanía misma la que financia --la que paga-- para que la engañen.
Y es que éste modelo mexicano de democracia simulada, reformado mediante orfebrería sofista por el propio poder político del Estado en los últimos seis sexenios, es el aparato comicial más costoso en el planeta.
Empero, ese costo --miles de millones de pesos-- no se corresponde con el anhelo democrático. No hay instituciones electorales confiables ni comicios aun más fiables o dignos de crédito. Mucho costo, poco beneficio.
A esa triste paradoja súmese otra: la de que en el proceso electoral previsto ningún precandidato representa ni mucho menos preconiza cambios de fondo --estructurales-- para superar la severísima crisis general que se vive.
Más que alterar el rumbo --que es la propuesta de los precandidatos-- lo que la crisis demanda es reconstruir la nave del Estado mexicano o hacer una nueva) y elegir --instalar en ella-- capitanes y pilotos capaces y honestos.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Pedro Balbuena López.
I
Para millones de hombres y mujeres como usted y éste escribidor que viven en el ámbito ideológico y político tripolar de México, el proceso electoral ocurrente para renovar la Cámara de Diputados es trámite inútil.
Y no sólo eso: además de tullido, votar es un trámite muy costoso, parte morfológica de la cultura de la simulación democrática. Ésta, sábese bien, es idiosincrática, inherente al carácter mismo del poder político.,
El poder político es uno de los elementos constitutivos del Estado. Su función filosófica, política, moral y ética e incluso práctica es la de atender a otro de los elementos constitutivos de éste, el pueblo.
Ese elemento constitutivo --el pueblo-- del Estado es el más importante de todos, superior sin duda al mismo poder político, la soberanía y el territorio, que constituyen los demás elementos de aquél.
Pero es demostradamente sabido que el poder político --el andamiaje de ejecución de políticas diseñadas por los legisladores en las instancias federal y de los estados-- no obedece a los intereses del pueblo.
Y para evadir esa responsabilidad del poder político de servir al pueblo --o a la sociedad, si se prefiere identificarlo así-- se utiliza extensa e intensivamente un recurso expeditivo: simular mediante amaños y tinglados.
II
Tan es así que la percepción generalizada en México es la de que el quehacer de la política equivale a ejercicios que van de la zafiedad a la filigrana en la práctica de mentir y engañar con socaliñas y truculencias.
No en vano los partidos políticos y los personeros cupulares de éstos y las instancias de competencia y potestades del poder político del Estado viven en el mayor descrédito en el ánimo de la ciudadanía.
Vero. Unos --partidos políticos y sus personeros cimeros-- y otros (las instancias comiciales como el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral)) carecen de credibilidad. Se duda de sus motivos y de sus fines.
Esa manifestación cultural de la idiosincrasia del poder político y sus personeros se extiende incluso al Estado mismo, controlado por uno de sus elementos constitutivos, el poder político, que así se desnaturaliza.
Debido a ello, el trámite de votar y, secuencialmente, elegir representantes de la ciudadanía en los órganos del poder político del Estado con arreglo a lo demográfico y/o territorial parece gestión redundante.
Dicho de otro estilo, ese ejercicio cívico deviene en diligencia infecunda, baldada. Por ello, diríase sin hipérbole que ese es el trámite más inútil. La ciudadanía vota bajo premisas falsas. Engañada.
III
Engañada por el hecho mero de votar por candidatos que simulan ser lo que no son (y que fingen izar banderas de reivindicaciones sociales y populares) es la democracia en sí. Nada más falaz. La premisa es espuria.
La falacia --la simulación democrática-- tiene manufactura criminógena por su laya premeditada, alevosa y ventajosa. Incluso, es la ciudadanía misma la que financia --la que paga-- para que la engañen.
Y es que éste modelo mexicano de democracia simulada, reformado mediante orfebrería sofista por el propio poder político del Estado en los últimos seis sexenios, es el aparato comicial más costoso en el planeta.
Empero, ese costo --miles de millones de pesos-- no se corresponde con el anhelo democrático. No hay instituciones electorales confiables ni comicios aun más fiables o dignos de crédito. Mucho costo, poco beneficio.
A esa triste paradoja súmese otra: la de que en el proceso electoral previsto ningún precandidato representa ni mucho menos preconiza cambios de fondo --estructurales-- para superar la severísima crisis general que se vive.
Más que alterar el rumbo --que es la propuesta de los precandidatos-- lo que la crisis demanda es reconstruir la nave del Estado mexicano o hacer una nueva) y elegir --instalar en ella-- capitanes y pilotos capaces y honestos.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Amaños: disposición para hacer con maña algo; traza o artificio para ejecutar o conseguir algo.
Desnaturaliza: del verbo desnaturalizar. perder o equivocar algo su naturaleza.
Estructurales: en su sentido sociológico, conjunto de relaciones internas y estables que articulan los diferentes elementos de una totalidad concreta.
Idiosincrática: de idiosincrasia; peculiaridad, característica, índole, rasgo distintivo.
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