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"Para que México no colapse, Obama enviará a sus "marines"; a eso vino el almirante Mullen".
-Carlos Fazio.-
I
Lisa y llanamente, el Estado mexicano es un Estado fallido --o fracasado-- por el simplísimo hecho de que no hay correspondencia entre sus elementos constitutivos; no la ha habido desde hace casi 70 años.
Esa falta de correspondencia que ha caracterizado a los elementos constitutivos del Estado mexicano ha alcanzado en la coyuntura corriente proporciones colosales, agudas, de crisis. Su secuela es la anomia.
La correspondencia es, con arreglo a ciertos paradigmas de la sociología, dicotómica: por un lado, la de las fuerzas productivas y las relaciones de producción; por otro, entre la base y la superestructura de la sociedad.
Y la anomia es --se ha dicho aquí desde hace años-- el término que explica ciertos fenómenos de la relación entre los individuos y el conjunto de normas y reglas sociales. ¿Enfermedad de la sociedad o del Estado?
II
El tema de la anomia se vincula con la discusión acerca de los lazos que ligan a la base económica de la sociedad mexicana con su superestructura ideológica. La anomia define una crisis, como la mexicana.
Esa crisis mexicana es general --económica, política, social y cultural-- y previa a la que estruja hoy al planeta y sus manifestaciones se remontan cíclicamente a sexenios atrás, coincidente con un fenómeno adicional.
La crisis en México es más antigua que la estadunidense y la global, precediéndolas por un cuarto de siglo. En 1995, EU "rescató" en lo financiero al Estado mexicano; hoy, Washington se apresta a otro "rescate", éste militar.
El fenómeno adicional es el del distanciamiento ideológico paulatino, sostenido, del poder político del Estado mexicano respecto del elemento constitutivo principal, el pueblo, al cual debe, por ley, subordinarse.
Ese distanciamiento tiene hitos: la adhesión unilateral --sin consulta previa con el pueblo--, en 1982, del poder político del Estado mexicano a la filosofía del neoliberalismo económico y político, cediendo así rectorías.
Esa cesión de rectorías del Estado fue autoritaria, arbitraria y discrecional, como expresión de la cultura del poder metaconstitucional del Presidente de la Federación de los 31 Estados Unidos Mexicanos.
La cesión fue a particulares --notoriamente extranjeros, representados por grandes consorcios trasnacionales de Estados Unidos y, hoy, también de España y Canadá-- y mexicanos asociados a políticos.
III
Al ceder el poder político del Estado mexicano las potestades constitucionales rectoras de éste, la consecuencia es la debacle ocurrente, que ha ido de menos a más, hasta alcanzar hoy proporciones ciclópeas.
En esas condiciones de crisis local sobreviene la crisis estadunidense y global; ésta acentúa magnitud y alcance de aquella. A esos dos vectores --crisis local, más crisis global-- se suma la crisis de la "narcoguerra".
La narcoguerra es un indicador elocuente de la persistencia y extensión transversal y hacia abajo y horizontal, de la anomia prevaleciente, a la que contribuye otro vector: el de la cultura del capitalismo salvaje.
Ese capitalismo salvaje se nutrió y, a la vez, se expresa en conductas criminógenas, a las que no son ajenos ni remotamente los personeros mismos del poder político del Estado y cuya corrupción raya en el cinismo.
Y más: el quehacer bancario y financiero, así como el político, adquiere visos conductuales de crimen organizado. Los "capos" del narco no son distintos de los magnates de la banca y las finanzas y la política.
Así, 27 años de neoliberalismo económico y político se ha traducido en la crisis tan profunda, sin precedente histórico, que afecta al pueblo de México. Ello ha creado un caldo de cultivo de inexorable reivindicación.
Ello ha determinado la condición actual de Estado fallido, objetivo precisamente por ello a una inminente operación de rescate militar y geopolítico, intervencionista, de un Estado extranjero, el estadunidense.
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Glosario:
Criminógenas: de génesis criminal o criminaloide.
Fuerzas productivas: fuerza humana de trabajo y los medios de producción.
Relaciones de producción: forma social y económica de las fuerzas productivas, en el proceso de la producción social de la existencia humana.
Superestructura: en sociología, conjunto de instituciones cuya función es cohesionar a la sociedad y la cultura en torno a la base económica, y de asegurar la reproducción de ésta.
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