Ricardo Andrade Jardí
No hay duda. Las declaraciones de Gurria, en la OCDE, anuncian la inevitabilidad del desastre, que ya otros pronosticaban. Alarmante, es ahora, pues son los mismos imbéciles que nos han llevado hasta el fondo del infierno los que reconocen la estrepitosa caída. Millones de mexicanos, en los últimos tres meses, se suman a los cientos de miles de desempleados que ya engrosaban la lista del desempleo, el poder adquisitivo es ya prácticamente nulo, y los prestadores de servicio (restaurantes, hoteles, mensajería, reparto a domicilio, entre otros) contratan personal, sin sueldo, sujeto a las comisiones o propinas de terceros, igualmente golpeados por la mega crisis, que pasó del catarrito, a la influenza puerco-hacendaría, de la que no podremos recuperarnos en los próximos años y menos aún si el rumbo sigue siendo la negación del fracaso de una política económica que no tiene más merito que el sistemático empobrecimiento económico y cultural de grandes, enormes en realidad, sectores de la sociedad.
Digamos, que transitamos la nueva-vieja era de la organización social, hacia dos clases: la de los ojetes y la de los jodidos: los ricos (muy ricos) y los pobres (muy pobres), en tanto los medianamente pobres creen que tienen una esperanza de “evolución y progreso”, negada de antemano por el sistema.
Es como las adicciones, nos negamos a reconocer que estamos enfermos y para cuando abramos los ojos, los muertos, que cargaremos, serán tantos y tan dolorosos que el camino, para “recuperarnos”, si lo logramos, será doscientos años más pesado y ambientalmente inestable .
El capitalismo salvaje hace sus salvajes ajustes y nuestros políticos payasos (con perdón de los payasos de oficio) hacen sus payasadas políticas. Y mientras cientos de miles de personas enferman mortalmente de enfermedades curables y otros tantos son ejecutados sin más investigación y cientos más son carne de explotación o delincuencia...
Y no falta la parafernalia publicitaria con la que cada grupúsculo politiquero nos ofrece una gama de “soluciones”, que de fondo nada solucionan. Todos hablan de un mejor futuro. Pero ninguno cuestiona los rumbos o las acciones (que serán las mismas) que nos han llevado hasta el decadente y sin retorno punto donde hoy nos encontramos.
Lo cierto es que en los próximos meses millones de ciudadanos tendrán que dejar de consumir más del 60% de los productos esenciales para las formas de vida urbana, lo que obligará a decenas de “industrias” y maquiladoras a cerrar, arrojando más desempleados, al tiempo que el campo mexicano, abandonado y deteriorado, será incapaz de asegurar alimento, mientras que los países “socios” cerrarán sus puertas a la exportación de alimentos, obligados que están a garantizar su abasto propio.
Ninguna opción política electoral quiere ver el futuro. El futuro que se aproxima no garantiza votos. No garantiza confort político para nadie y no hablar con profundidad del asunto pareciera ser la estrategia de todos los grupos políticos (electorales). Aunque el no decir las cosas no quiere decir que no estén pasando.
Los próximos meses serán decisivos para la vida y las formas de organización social del país y en muchos sentidos para el mundo. Meses en los que se estará jugando el camino del miedo, el odio, la miseria y la mentira, frente a un camino incierto que no sabemos qué destino nos depare y más aún para los mexicanos por el hecho de que no hemos sabido organizadamente impulsar suficientes subjetividades de cambio. Lo único cierto es que nada puede ser peor que el destino que el neoliberalismo nos ha impuesto. Por lo que esta crisis financiera mundial debería ser la bienvenida oportunidad para desterrar al capitalismo de nuestro futuro. Pero, esa acción, sólo será posible con el urgente Despertar Ciudadano (en el más amplio sentido social y político de la palabra) o no será...
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