jueves, junio 25, 2009

Columna Asimetrías. El Voto: Nuestra Historia (2/2)


Por Fausto Fernández Ponte









25 junio 2009

"Un candidato puede firmar compromisos ante notario.. pero una vez ... diputado ninguno de esos compromisos tiene valor... (él) no representa a la otra parte contratante".
Renward García Medrano.


I

Menciónese sinópticamente lo planteado ayer aquí: la historia --la madre de todas las ciencias-- identifica los porqués del presente y enuncia, a veces con llaneza, qué hacer para superar sus consecuencias.

Incluso, la historia al elucidar soluciones a nuestros problemas como sociedad permite elaborar escenarios prospectivos posibles y, así, anticiparnos a situaciones futuras.

Por ello, decíase ayer, el conocimiento historicista del pretérito tiene por efecto despertar conciencias y ésto, a su vez, joder paciencias y alebrestar avisperos, según la lúcida exégesis de Eduardo Galeano.

Por esas razones, pero en particular el efecto de despertar conciencias acerca de los porqués del contexto dado y sus manifestaciones, el poder político desalienta conocer la historia.

De ello adviértense evidencias claras. El poder político del Estado mexicano ha reorientado los paradigmas prácticos de la escolaridad política del pueblo para hacer nugatoria la toma de conciencia de éste.

No huelga insistir en que central a toda escolaridad política societal es 1) el conocimiento historicista de los hechos y sucedidos del pasado y 2) la comprensión cabal de las fuerzas que cincelan lo ocurrido.

Ello tendría una secuela inevitable: conciencia de nuestro contexto y las causas de su existencia. Ello nos blindaría contra la manipulacion de conductas colectivas, liberándonos de nosotros mismos.

Ello, desde luego, no es utópico en un sentido filosófico ni mucho menos ideológico ni político. Es posible lograrlo. Y la piedra de roseta --la clave-- para ello es el conocimiento historicista del pasado.

II

Caso en punto: la conducta electoral de la ciudadanía --como agente volitivo del pueblo-- en el lapso que abarca la última generación de mexicanos confirma prercisamente los asertos aquí formulados.

Así, en la elección de 1991 --los nacidos en esa fecha tendrían hoy 18 años de edad-- convocada para renovar la Cámara de Diputados votó el 66 por ciento del total de empadronados, que era de 36,676.167.

En las elecciones de medio sexenio de 1997, el porcentaje de votantes fue de 57.7, en un padrón de 52,208.966, en tanto que en 2003 las cifras fueron de 41.7 por ciento en un universo de 64,710.596 empadronados.

Los que votaron en 1991, 1997 y 2003 para renovar la Cámara de Diputados se han reducido en proporción y número, abrumados por un alud de electores que engrosa el total a casi 78 millones.

Ese alud marca una diferencia orgánica y, desde luego, filosófica, ideológica y política y, sin duda, contextual en términos de cosmovisión, cultura política y conducta electoral. Lo cuantitativo es cualitativo.

El 5 de julio próximo, los empadronados serán 14 millones más que en 2003. Su composición socioeconómica, política y cultural es obvia consecuencia de una idiosincrasia distinta a la de sus predecesores.

Pero la diferencia obvia en cuanto a idiosincrasia no es pleonástica, sino importante: es una generación de votantes cuya manera colectiva de ver al mundo deviene de la conjunción secuencial de ciertos vectores.

III

Y algunos de esos vectores serían, a nuestro ver, los que siguen:

Uno, la reorientación de los paradigmas de la educación política neoliberal y mercantil en el conocimiento y comprensión de la historia, la filosofía, lógica, ética y estética, a favor de los valores del lucro.

Otro, en tándem con la promoción de los valores del mercado, los personeros priístas y panistas del poder político del Estado mexicano han creado expectativas irreales en esos 14 millones de nuevos votantes.

Uno más, el cotejo cotidiano de las expectativas irreales de esos 14 millones con el telón de fondo real de un entorno competitivo desfavorable acentuado por la baja escolaridad y preparación de éstos.

Otro más, el crecimiento diríase que exponencial de la depauperación de segmentos y clases sociales otrora con expectativas de movilidad, pero estratificados en la proletarización e incluso en la pobreza.

El grueso de esos 14 millones de mexicanos procede de esos estratos y clases sociales mayoritarios más afectados en sus expectativas y sueños crematísticos. Su bagaje prospectivo es menor, pero más pesado.

Y conformados ideológicamente en la ecuación de que democracia es igual a mercado, si éste no funciona aquella tampoco. Para ellos, el modelo político es una entelequia obsoleta. Ergo: el "narco" crece.

A ello auparíase otro vector adicional: las ocurrentes crisis --por definición corta-- han mutado monstruosamente en crónicas. Las crisis ya no son tales, sino una constante. Permanente. El modelo es de crisis.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Auparíase: del verbo aupar. Montarse, incorporarse, subirse.

Cosmovisión: manera y forma de ver y entender al mundo, al hombre, el país, sus coterráneos, la historia, la naturaleza, el universo, etcétera.

Galeano, Eduardo (1940-): escritor y periodista uruguayo, célebre por su libro intitulado Las venas abiertas de América Latina", considerado un clásico de la ciencias políticas y sociales.

Piedra de roseta: documento en granito negro escrito en tres lenguas (griego, demótico y egipcio) cuyo hallazgo en 1799 permitió descifrar los jeroglíficos de gran parte de la antigua civilización de Egipto.

Tándem: conjunto de dos elementos que se complementan.

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