viernes, junio 26, 2009

Columna Asimetrías. ¿Voto Nulo? Esa no es la vía...


Por Fausto Fernández Ponte









26 junio 2009

"Algo está mal. Algo no funciona. Algo necesita cambiar y con urgencia".
Denisse Dresser.

I

La práctica del llamado voto nulo existe desde hace ya mucho tiempo y en no pocos países, pero nunca ha tenido consecuencias dignas de hacer notar pues jamás ha alcanzado porcentajes trascendentes.

Para que el voto nulo tuviere consecuencias trascendentes tendría que representar por lo menos el diez por ciento, del total de sufragios emitidos como devenimiento de una acción ciudadana concertada.

Pero aun así, en el hipotético y, por ende, remoto caso que se alcanzare ese porcentaje mínimo del diez por ciento, los personeros del poder político de un Estado no tomarían nota de ello.

¿Por qué? Porque el mensaje que conlleva, como en México, el voto nulo es el protoplasma de una premisa de estructura falsa: trasmitirle a los políticos acerca de algo que ya saben: que estamos descontentos.

Cierto. En el caso mexicano esa premisa exhibe cortedades evidentes, pues parte del supuesto muy supuesto de que los políticos no saben cuál es nuestro sentir acerca de su desempeño y que queremos castigarlos.

Los políticos --es decir, los personeros del poder político del Estado mexicano-- saben a cabalidad cuál es el sentir ciudadano y qué pensamos de su desempeño y que nuestra inconformidad exige catarsis.

Esta crudeza pudiere ser registrada por el caro leyente como una descripción negativa de un fenómeno, el del voto nulo, que debe ser identificado con objetividad y a la luz de la experiencia histórica.

Y la experiencia histórica consigna que sólo un movimiento ciudadano que transverse estratos y clases societales y responda a una identificación de metas específicas puede influir en los políticos.
II

Hágase la salvedad que ese movimiento ciudadano transversal --esta transversalidad es condición indispensable para su éxito, pues de otro modo sólo sería clasista y, ergo, limitado-- tendría que ser pacífico.

Sí, pacífico, ajeno a toda forma de violencia --incluso la provocada por los propios políticos con sus decisiones-- , pero radical. Su radicalización tendría que nutrirse de firmeza en sus exigencias.

Sin esas caracrterísticas y atributos estructurales y coyunturales, un movimiento ciudadano transversal así tendría únicamente un efecto mediatizador, cooptador, nugatorio de la energía societal.

Ello confirma el axioma de que sólo mediante los movimientos de masas --populares, pues-- es posible modificar total o parcialmente un statu quo dado.

Eso se ha visto en México en el pretérito reciente --digamos desde 1946--. Los movimientos sociales previos y posteriores al de 1968 se han traducido en reformas en lo electoral, aunque limitadas.

Desde una perspectiva convencional, esas reformas podrían ser vistas como avances, mas no lo son en un sentido estricto. Son concesiones tramposas, sofistas, propias de la filosofía y cultura de la simulación.

Simular que la forma --o sistema-- de organización política prevaleciente es democrática. El propósito de esa simulación en el ejercicio del poder político del Estado es el de la opresión económica.

III

Y la opresión económica tiene una conformación monstruosa, visos perversos y secuelas y efectos aviesos, como la estamos sufriendo los mexicanos en todo el amplio espectro de dramatismos.

Lo descrito es, dicho sin tapujos ni matices, discernimiento objetivo del entorno de la cultura político-electoral aunque asumirlo individual y colectivamente puede hacernos suponer que caeríamos en cinismos.

Mas no. Es realismo saber que los políticos no actuarán a favor de los anhelos de la ciudadanía que anulará su voto para expresar su inconformidad con el statu quo porque no sienten que éste corre peligro.

Además, los políticos que aspiran a conformar la Cámara de Diputados para el lapso constitucional 2009-2012 saben que una vez investidos, no pueden alterar dicho statu quo; no tienen ese poder.

Ésto nos lleva circularmente a la tesis del movimiento transversal de masas, subrayadamente pacífico, que se despoje de cualesquier nociones de resistencia. No se trata de resistir, sino de cambiar.

Y cambiar estructuralmente, lo que le ha sido negado al pueblo de México por el poder político priísta y panista (y sus paleros consuetudinarios) del Estado mediante simulaciones.

Un cambio estructural conllevaría otros mayores --es decir, superestructurales--, pero ello demandaría mucho más que el voto nulo o resistir la brutal violencia económica institucional prevaleciente.

Exigiría la movilización transversal de masas, no necesariamente en las calles o en las urnas. La movilización que las condiciones aconsejan tiene que ver con huelgas generales de pagos y boicoteos ciudadanos.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Huelgas generales: declaración de moratorias o suspensión masiva de pagos de impuestos, de servicios públicos, deudas, etcétera. Concepto planteado originalmente (y luego desestimado) en Francia para Indochina por Ho Chi Min y en China por Mao Tse Tung (descartado posteriormente por éste y sustituido por la tesius de que "el poder lo dan los rifles"), adoptado luego por Ghandi y, parcialmente, por Martin Luther King en Estados Unidos. En Francia, en 1968 volvió a plantearse ese concepto.

Boicoteos ciudadanos: noción revolucionaria enunciada por el estadunidense Eugene V. Debs, quien proponía que si la ciudadanía, como consumidora de bienes y servicios, castigaba al sistema económico absteniéndose de comprar mercancías innecesarias, las empresas presionarían al gobierno para realizar cambios. En el presente, el comunicador Julio Ricardo Blanchet preconiza que si la ciudadanía dejare de comprar refrerscos de cola (Pepsi o Coca) o pan Bimbo u otros bienes y servicios, este boicot incidiría en las decisiones del poder político del Estado.

Nugatorio: engañoso, frustráneo; que burla la esperanza que se había concebido o el juicio que se tenía hecho.

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