lunes, julio 20, 2009

Columna Asimetrías. Secesión: ¿la Amenaza Verdadera?

Por Fausto Fernández Ponte




20 julio 2009


“En mi Estado, Michoacán, ha una ocupación militar”.

Leonel Godoy, gobernador constitucional.

I

Son varios los gobernadores los que, ora públicamente, ora en privado, han expresado preocupación que antojaríase honda en gradación varia por lo que consideran una amenaza real a la federación de 31 Estados Unidos Mexicanos y el Distrito Federal.

Con ello querríase señalar que esa federación de entidades político-geográficas asociadas desde el siglo XIX conforman al Estado mexicano actual, cuya segunda secesión vera fue la separación de Texas en 1836. ¿Causales? Resentimiento.

Pero ese resentimiento tenía, a su vez, causas propias: los imperativos de la geopolítica. Texas se independizó de México y creó una república durante más de una década, hasta que sus elites resolvieron adherirse a los Estados Unidos de América.

En ese aciago 1836, la elite económica y política de Texas, conformada por una minoría oligárquica de anglosajones y mexicanos pudientes, resentidos con el centralismo del Estado mexicano, resolvieron independizarse o secesionarse.

El caso de Texas fue el único exitoso en la historia de México, si medimos su secesión a la luz de su existencia hasta hoy como miembro de otra federación de Estados --la de EUA--, pues otros intentos, como el de Yucatán, fracasaron.

El caso de Yucatán --que de hecho se constituyó en república en 1825 y, luego, en 1841, con el apoyo de EUA— tenía, al parecer, las mismas causales que el de Texas: las elites resentidas con el poder político centralista, conservador como el de hoy,

Hágase la salvedad que los enunciados de ésta entrega de hoy no preconizan en lo absoluto promover secesiones en el Estado mexicano, sino única y exclusivamente identificar una amenaza latente acerca de la cual se habla en ciertos círculos del poder.

II

Incluso, en esos círculos se registra con simpatía el uso del tema de la secesión como un instrumento o enser de presión de ciertos gobernadores –por definición, miembros de la elite económico-política de su Estado— ante el Gobierno Federal.

Pero configurada así, la amenaza podría ser real a la existencia misma de la federación de Estados mexicanos unidos. Con los dos mandatarios locales con los que éste escribidor ha conversado como periodista, la secesión, dicen, no debe desestimarse.

¿Secesión? El diccionario de la lengua castellana identifica dos acepciones: una, el acto de separarse de una nación parte de su pueblo; otra: apartamiento, retraimiento de los asuntos o negocios públicos. La palabra es de origen latino: “secessio”, separación.

La ciencia política identifica con ese vocablo a un fenómeno que consiste en la división de una parte de un Estado para formar otro nuevo. La historia registra algunos casos célebres debidos a motivaciones variopintas.

Y esas motivaciones han sido de orden económico, político, étnico, cultural, religioso o una combinación de todas ellas. Existe un móvil adicional muy poderoso: el de los resentimientos regionales e incluso regionalismos; todos movilizan a la opinión pública.

Opinión como secuela de sentires y pareceres no sólo en un grueso importante –que pudiere ser mayoritario o no-- de la ciudadanía, sino principalmente de las élites del poder económico y político local, afectados sus intereses por el centralismo.

A la conformación de esos sentires y pareceres contribuye en no poca medida el comportamiento que cabría definir como centralista a ultranza de los personeros panistas del poder político del Estado Federal, que viola el contrato federalista.

III

Esa violación es flagrante, autoritaria, arbitraria, del contrato federalista, emblematizado en la Constitución Política de los EUM, y con consecuencias corrosivas que socavan, si no es que destruyen, la cohesión del Estado federal mismo.

En Michoacán –como en Morelos, Chihuahua, Nuevo León, Baja California, entre otros de los 31 Estados-- las expresiones del centralismo son coactivas mediante el uso polítiquero del Ejército y la Armada, fuerzas que ocupan territorio de aquellos.

Esa ocupación es total –otra vez Michoacán, Chihuahua, Nuevo León, Baja California, etcétera— y en parte (Veracruz, Tabasco, Quintana Roo, Tamaulipas, Coahuila, Aguascalientes) y ostensible, soberbia. La ocupación militar es insoslayable.

Y se ha convertido en un agente de control socio-político de enorme influencia, arrebatándole de hecho a los 31 Estados y el DF el albedrío constitucional como contratantes y signatarios en un pacto constituyente entre pares de unidad nacional.

La vertiente panista del poder político del Estado Federal juega con fuego y combustible y sobre un polvorín. No podríase ignorar la posibilidad de que el voto al PRI el 5 de julio fue un “no” yacente al centralismo militarista y la ocupación militar.

Esa obsesión de la vertiente panista del poder político del Estado Federal manifiéstase patológica y tiene consecuencias graves: desprivilegia, si no es que ignora de plano, la prioridad axial que es atender y superar la gravísima crisis económica.

Por eso se piensa, quizá, en la secesión, bajo la guisa del proverbial petate del muerto o los vernaculares enanos del tapanco, aunque dista mucho de ser un vector causativo actual. Pero el centralismo militarizado panista revive al fantasma del secesionismo.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Poder político del Estado: uno de los elementos constitutivos del Estado, subordinado al más importante de todos, el pueblo. La vertiente ejecutiva de dicho Estado es dominada por el Partido (de) Acción Nacional el cual, hasta el 30 de agosto domina también al Legislativo e ideológicamente al Judicial.

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